Capítulo 4: "En la tierra del terror"

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—Mira, no entiendo lo que está pasando, pero si no te calmas no podré ayudarte —en medio de la conversación intervino Talía al otro lado de la línea; según se presenciaba, podían comunicarse de forma grupal de manera automática y segura.

—¿Está todo bien chicos? ¿Por qué Alan está tan alterado?

—¡Hay cadáveres por todas partes! ¡Son incontables! ¡Y parece que esas cosas pegajosas se adhirieron a ellos! ¡Creo que los están devorando!

—¡Eso es asqueroso! ¡Menos mal que no me fui contigo Alan! —respondió la castaña con algo de gracia.

—¡No es divertido! Tú porque no estás aquí. ¡Es horroroso! —avisó exasperado.

—Tranquilo Alan; no toques nada que iré a dónde estás tú. ¿Puedes darme una descripción del lugar? —Abel empezó a bajar con cuidado de donde se había subido, después de todo ese descuido no había sido suficiente como para hacer que se terminara de caer de su sitio.

—¿Eres tonto o qué? ¡Te lo acabo de decir; entre un montón de cadáveres!

—Bien, bien, ya entendí. Sólo espérame ahí.

—¿Y yo qué hago Abel, Alan?

—Sigue con lo que hacías, nosotros luego te llamaremos si encontramos algo —avisó el rubio.

—Está bien.

—Ni creas que te voy a esperar aquí. ¡Me regresaré! Iré a la esfinge donde quedamos.

—Bueno, como quieras Alan; entonces te encuentro ahí —el reloj hizo un sonido desconocido, lo que daba a entender que la intercomunicación había finalizado, y allí se dio cuenta de que quizás tenía un sistema que respondía a sus deseos. ¿Sería eso así? ¿Tan grandes eran los dotes de esa herramienta? Quizás esa tecnología nueva a la que habían accedido, les entregaba la posibilidad de que eso fuera una realidad, pero aún no estaba seguro de ello, y como era de esperarse, nuestro héroe se animó a verificarlo.

—Veamos si esto funciona. Chicos, ¿me escuchan? —se dejó oír el mismo sonido al finalizar la transmisión anterior.

—Sí, ¿qué es lo que pasa Abel?

—Aquí estoy —respondió luego la castaña.

Tal fue la sorpresa de que sus sospechas fueran acertadas, que se alegró por su reciente descubrimiento, y así sintió que por fin estaba avanzando en esto.

—Muchachos, creo que ya sé cómo funciona este reloj.

—¿Enserio, y cómo? — Alan preguntó de manera incrédula, después de todo, él pensaba que el intercomunicador del aparato estaba siempre encendido, o simplemente se activaba de manera automática. ¿Se podía ser más ignorante?, no, creo que no. Él intuía que debía de haber un mecanismo que hiciera funcionar este objeto, si no, no tendría un sentido en concreto.

—Pues mira, creo que si le transmitimos nuestros pensamientos a los relojes, puede que respondan a nuestros deseos.

—¿Estás seguro de eso Abel? —preguntó sin creerlo la chica, aunque ya había visto bastante en esa nave como para no pensar que no fuera cierto, así que... ¿por qué no intentarlo?—. Está bien, yo voy a hacerlo —se ofreció, para luego quedarse pensando en alguna buena forma de usar el reloj, pero no se le ocurría nada con sólo mirar fijamente el instrumento, por eso su cabeza giró a los lados para analizar sus alrededores, entonces, divisó otra vez esa masa amorfa que estaba allí e ideó algo—. ¡Ya sé! —los otros dos chicos esperaban absortos lo que ella estuviera haciendo, e incluso, les desesperaba porque no podían verla. "Si tan sólo hubiera una forma de observarla...", pensaron ambos, y para sorpresa de ellos, una pantalla se expandió frente a sus rostros haciendo que se sobre exaltaran al mismo tiempo, pues ahora veían a su compañera manifestarse.

Sueños Bajo el Agua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora