XXXVIII: La sentencia

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La mujer que había liderado las fuerzas de la resistencia en ciudad Bastian llevaba ahora botas negras y una casaca azul con faldones largos hasta las rodillas. Un broche de bronce prendido a la solapa con el escudo de Pillón la identificaba como la más alta funcionaria de su república.

Winger la contempló con asombro mientras ella avanzaba hacia el estrado escoltada por dos guardias. No esperaba ver a Charlotte allí; mucho menos a estas alturas del juicio. También observó a su defensor, en cuyo rostro reapareció el optimismo, y notó que el acusador, aunque trataba de aparentar mesura, se había puesto intranquilo.

Cuando la última testigo habló, lo hizo con la postura erguida, la mirada llena de resolución y la voz firme:

—Mi nombre es Charlotte y soy la primera ministro de Pillón desde hace diez meses. Hoy me sitúo en esta banca para hacer valer la voz de mi país, ignorada durante todo este tiempo por los oídos de Catalsia. Entiendo que la relación entre ambas naciones no se halla en un buen punto. Catalsia y Pillón entraron en guerra por motivos harto confusos. Yo misma intentaré ahora traer un poco de luz frente a tanta confusión.

A partir de ese momento, Charlotte pasó a relatar su verdad acerca de todo lo acontecido hasta entonces.

Habló acerca de la visita diplomática a ciudad Doovati que realizó como líder de la comisión embajadora de su república. Habló acerca de su contacto con el rey Dolpan y del trágico incidente que ocurrió en el Duelo de Exhibición. Habló acerca de los días de prisión que siguieron a ese episodio y los extraños síntomas de amnesia que obnubilaron su memoria. Habló acerca de su liberación y de los exámenes rigurosos a los que se sometió en su tierra natal para reabrir luego la comunicación con Catalsia. Desplegó sobre el estrado una vasta cantidad de documentos firmados por expertos que aseveraban que la diplomática había actuado bajo los efectos de una sustancia sugestiva muy poderosa, capaz de controlar la voluntad. Destacó que la base de aquella pócima era un destilado extraído de los suspiros, flores cultivadas por los habitantes de villa Cerulei.

Relató a continuación los acontecimientos que tuvieron lugar a partir de la invasión del ejército de Catalsia. Refirió lo inesperado del accionar militar y las nulas oportunidades de diálogo concedidas por el rey Dolpan. Confesó su incertidumbre en relación al cambio de carácter tan marcado en el bondadoso soberano que ella había conocido y que ahora se negaba a negociar una salida pacífica. Expuso sus sospechas acerca de la posibilidad de que el padre de la actual mandataria también haya obrado bajo la influencia de la misma poción para el control de la voluntad, pues los síntomas físicos sumados a otros de tipo emocional eran muy similares a los que ella había experimentado.

Charlotte habló durante casi dos horas sin interrupción. Cada tanto giraba para mirar a Pales a los ojos. La soberana de Catalsia era la principal destinataria de su discurso. En cuanto a la reina, ella se limitaba a escuchar atentamente, procurando asimilar toda esa información de una manera crítica.

—Este es el mensaje que el pueblo de Pillón quería hacer llegar a la reina Pales de Catalsia —concluyó la primera ministro—. Sé que las buenas relaciones no regresarán tan solo con esta declaración. La paz no se consigue de la noche a la mañana. Pero anhelo que este día marque el inicio de un nuevo capítulo en la historia de colaboración entre nuestras naciones.

Las palabras de Charlotte fueron elogiadas con un aplauso que el mismo rey Milégonas se encargó de incitar. Sin dejar de mostrarse reservada, Pales también celebró el intento de acercamiento por parte de la representante de Pillón. Siempre había estado dentro de sus planes el restablecer los lazos con la república vecina, pero la crisis que azotaba a Catalsia desde la muerte de su padre había forzado a que esas reuniones se postergaran de manera indefinida. Aunque no lo admitiera en voz alta por una cuestión de orgullo, Pales agradeció la intervención de Milégonas. A pesar de su personalidad autoritaria y prepotente, era cierto que el soberano de Lucerna realmente quería lo mejor para la prosperidad de todo el continente.

Etérrano II: El Hijo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora