XXXI: Culpa

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Cierta mañana se produjo un gran revuelo en la Academia de Magia de ciudad Doovati. El despliegue de la guardia real en los alrededores del edificio bastó para que el conjunto de aprendices se alborotara y los tutores no fueran capaces de contener a sus discípulos en las aulas. Querían saber por qué la reina en persona se había acercado hasta la institución.

—Así que esta es nuestra afamada Academia de Magia —murmuró la soberana mientras se paseaba por el despacho del gran maestro—. Pocos libros —acotó mientras contemplaba los estantes escuálidos detrás del escritorio de Jessio.

—Hemos perdido material muy valioso en el incendio del antiguo establecimiento —explicó el hechicero—. Los que usted ve aquí han sido donados de mi colección personal.

—Ajá —musitó la reina con poco interés—. Por fortuna, este se salvó del fuego.

Pales sostenía un pesado ejemplar de tapas negras y encuadernación irregular. Cuando lo depositó sobre el escritorio, Jessio lo reconoció de inmediato.

—Esa es una copia del registro de aprendices de la Academia —la corrigió—. El original también se perdió en el incendio.

—Bien, como sea. —La reina volvió a restarle valor a las palabras de su interlocutor y se sentó en el asiento del gran maestro—. Vamos a lo que me ha traído hasta aquí y no te haré perder más el tiempo.

«Agraciados sean los Dioses Protectores», murmuró Jessio hacia adentro mientras Pales abría y revisaba el registro.

La soberana se hallaba acompañada por su escriba, como de costumbre, y también por Méredith. El Pilar de Amatista contemplaba la escena sin intervenir, con su habitual actitud reservada. Lo más probable, razonó Jessio, era que Méredith estuviese allí para corroborar que lo que él mencionar fuera cierto. Una vez más maldijo en voz baja a esa chiquilla devenida reina por su culpa.

—El señor Greyhall me ha estado ayudando a entender un poco mejor la economía de nuestras tierras —comentó Pales mientras pasaba las páginas del libro—. He comprendido que la mayoría de los reinos menores están estancados por un manejo ineficiente de sus riquezas. Las naciones poderosas, en cambio, llevan un control estricto de sus gastos. —La reina clavó sus ojos de zorro en Jessio—. Veamos qué tan redituable es esta institución.

El hechicero no pudo evitar un leve sobresalto al oír eso. ¿Acaso Pales planeaba cerrar la Academia? Él no se lo iba a permitir...

—Los datos que arroja este registro de aprendices son llamativos —prosiguió la soberana—. De cada diez jóvenes que comienzan su formación en el estudio de la magia, solo la mitad ha conseguido completarlos.

—El arte de la magia no es una disciplina sencilla, alteza —repuso Jessio sin perder la calma—. Muchos se decepcionan al ver que sus progresos no son tan rápidos como ellos desearían. Otros simplemente no tienen lo que se necesita para llegar a ser magos. Sin embargo, no es parte de la política de esta institución expulsar a nuestros aprendices. Puede revisar la lista de nombres y comprobará que algunos han ingresado hace casi una década y aún siguen estancados en el nivel intermedio.

—Los niveles, sí... —murmuró Pales, yendo y viniendo por el registro con su dedo índice—. Quiero que me expliques cómo funciona eso.

—Desde su fundación, el objetivo primordial de esta Academia ha sido crear una división especial del ejército, formada por soldados con habilidades mágicas al servicio de la corona —detalló el gran maestro—. Usted replicará que los miembros de esta división no fueron de mucha ayuda cuando el rey más los necesitó —se adelantó a las palabras que ya asomaban por la boca de Pales—. Sin embargo, debe recordar que la mayoría de los soldados con habilidades mágicas de nuestro reino son miembros de las tropas lideradas por los mejores magos de la Academia, como Méredith aquí presente. —El Pilar de Amatista agradeció el cumplido con una modesta inclinación de cabeza—. Por disposición del rey Dolpan, estos grupos especiales han estado combatiendo durante los últimos años en batallas lejanas, pero que hacían al crecimiento de Catalsia a través de alianzas estratégicas. Vuestro padre siempre priorizó el bienestar general del reino antes que su propia seguridad.

Etérrano II: El Hijo de las SombrasWhere stories live. Discover now