Palabras de una negra flor.

Sordo, escucha.

Y se supone que ahora es cuando digo que tú sí, ¿verdad? Que tú eras único, sí, eras diferente, que podías mirar más allá de las persianas cerradas de mis ojos, ¿no? La ventana al alma, ¿no es cierto? Y debería arrepentirme por dejar ver esas vistas. Pues no, erróneo, ingenuo, mis ojos son actores, perfectos, pueden trasmitir alegría, dolor, amor, lo que quisieras, sin decir nada. Mis ojos no son sinceros, son metirosos, falsos, y aunque tú, demonio orgulloso, te creiste capaz de ver a través del humo, sólo viste lo que yo quise que vieras, como siempre.

Manipuladores, nadie ve la realidad. Voy a la inversa, mi palabra es la sincera, pero nadie sabe interpretarlas, ese es el problema; y tú tampoco. Cegado, ingenuo, distraído, no mires mi iris, es engañoso, no leas mis ojos, solo son páginas en blanco. Sordo, escucha mis palabras y no entiendas lo que debes entender, busca el transfondo y fíjate en el tono. Tonto, no creas mi sonrisa, estúpido, mis ojos mentirosos compulsivos, solo escucha. ¿Por qué nadie escucha? Observador, atento, detallista, ingenuo, engaña la vista, sordo, atiende, escucha o no conseguirás nada, estudia mis palabras. 

¡Demonios! Sigues sin escuchar, no es tan difícil. ¿Por qué nadie escucha? Lo estoy gritando, ¿me oyes? ¡Gritando! Me desgarro la voz, nadie me oye, sordos, más rápido, necesito a alguien que me escuche. Ya ni siquiera yo me oigo, soy muda, joder, vuelve a mis ojos, son mentirosos, disipa el humo, porque, en serio, estoy gritando ahí en medio.