Capítulo setenta y dos «ángel...»

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Sus mejillas habían terminado con suaves manchas de tierra —al igual que su nariz— cosa que poco importaba porque estaban podando el árbol evitando así que las hojas y ramas se expandieran hasta la casa del vecino. La mujer observó a JiMin acariciar el tronco susurrando que cortaban las hojas para no molestar a los demás, ella no comprendía cómo JiMin podía tener esa inocencia pero aun así ser una persona sumamente madura y eficaz, alguien que comprendía las cosas con una visión romántica pero seria. Era extraño pero sumamente cautivador.

JiMinnie, ahora vamos a colocar los adornos... —mencionó ella sonriente mientras despejaba el suave y desapercibido sudor de su rostro.

Sí, sí... —JiMin cerró su libreta en la que había escrito con tal cuidado todo lo que le diría a YoonGi una vez que regresara.

Entraron a la casa, tomaron unas cajas pequeñas en las que había pajarillos de porcelana, ranitas del mismo material y otros tantos animalitos artificiales que colocarían de manera libre. El menor miró con emoción el jardín, observando cortamente la carretilla donde se hallaban todas las hojitas que habían cortado, parte de la tierra removida y algunas flores secas. Tomó uno de los parajillos y lo colocó encima de un arbusto constatando que aguantaba su peso, así repitieron el proceso preguntando en qué lugar venía mejor, JiMin sonreía mucho porque realmente le gustaba el realismo de aquellas piezas de porcelana. Le gustaba mucho los colores que resaltaban, la forma en la que los ojitos de las ranitas sobresalían o cómo acomodaba en la tierra —estirando dos pequeños pero gruesos alambres— clavando la misma rana en el suelo, asegurándose de que esta no se moviera. Así decidió seguir con las demás hasta que en la última caja encontró una figura pequeña que jamás había visto en su vida, parecía un pequeño niño con las piernas juntas, bueno... la fineza del rostro parecía no pertenecer a un solo género, ello lo extrañó, se sentó en el suelo con la figura entre sus manos, sintiendo parte del pasto en sus piernas. Lo analizó con detenimiento, acarició las dos extremidades que salían de su espalda, esta figura, a diferencia de las demás, no tenía colores, era totalmente blanca, aunque sí poseía detalles claros, sus ojos estaban definidos con una finísima línea y sus pestañas se remarcaban en la misma cerámica, la figura parecía estar vestida con alguna larga túnica que cubría parte de sus pies. Giró la figura —que se mostraba sentada— y encontró los dos pequeños y rechonchos pies, con cada dedo definido. Sus dedos acariciaron desde allí hasta la cabellera china, mismas que se mostraban en erizados rulos que rodeaban el regordete rostro, sus labios estaban entreabiertos un poco, con sus labios gorditos haciendo un pequeño puchero o quizás una "o", entre las gorditas manos —que estaban juntas, palma con palma— se mostraba un instrumento que jamás había visto, era un poco largo y tenía, al parecer, unas cuantas cuerdas... una arpa de mano, las dos puntas se mostraban curvas. Subió su mirada, nuevamente, hasta su cabellera encontrando unas pequeñísimas flores que adornaban las hebras blancas. Bello, a JiMin le pareció sumamente bello.

¿Sabes qué es, JiMinnie? —Preguntó la mujer sentándose a su lado, importándole poco que su short blanco se viera manchado con la tierra.

El menor negó con un movimiento de cabeza mientras más acariciaba la figura, detallando las mismas dos extremidades de su espalda, que parecían encorvarse hacia arriba haciendo que las puntas de unas aparentes plumas relucieran con finura.

Es un ángel guardián... ¿sabes qué es eso? —Preguntó acariciando el cabello de su sobrino y sonrió un poco al verlo negar nuevamente— se dice que todos tenemos uno.

¿C-como este? —Preguntó JiMin levantando un poco la figura.

Sí, como este.

¿Qué hace? —JiMin ladeó el rostro mirando nuevamente la figura.

Nos cuida.

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