34. Mi verdad

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–Bien. Por dónde será bueno empezar? –Richard no contestó tan sólo me miro con atención esperando a que hablara.

–Cuándo ocurrió yo... Simplemente no pude hacer nada. Pasó todo tan rápido, de un momento a otro se desvaneció entre mis brazos, intentaba que abriera sus ojos, le decía que siguiera conmigo. Después de que el doctor nos dio la noticia sentí como si fuera a morir ahí mismo en los pasillos del hospital, cómo si de pronto me hubieran arrebatado la mitad de mi corazón. Me sentía vacío y nadie podía hacer nada para arreglarlo, mi único consuelo o lo que hizo sentir mejor fue ver a esa estúpida tras las rejas, ¡la odio! Cómo pudo hacerle eso a ella, cómo pudo tan siquiera pensar en ponerle una mano encima. Yo... Le iba a pedir que fuera mi novia antes de que todo esto pasará, el destino me la jugo mal, de tan sólo ver como día a día la iba perdiendo cada vez más hizo que algo dentro de mi se rompiera, no podía seguir haciendo esto. Tal vez pienses y digas que soy un cobarde y te repito "si lo soy", me arrepiento de haberla dejado sola, pero mi corazón ya no podía más, no estaba preparado para una pérdida, menos la de ella. Cada vez que la miraba a los ojos hacia que olvidara todo lo malo en mi vida, hacia que algo en mi se encendiera, al principio pensé que era un cariño de amistad, de hermanos. Pero cuando la veía hablar con chicos en el instituto ¡diablos! Qué me ponía como un enfermo, tenía que tragarme todos los celos, no podía decirle lo que sentía, no aún. Pero quería gritarle a todo mundo que ella era mía. Porque si, lo es. Olivia Pimentel es y siempre será mía, nadie más que yo puede tocarla, nadie más que yo puede verla, besarla, soy un celoso enfermo y eso es lo que ella había provocado en mi. Le escribía cartas cada que podía, hablándole sobre todo, lo mucho que la extrañaba... ¿Pero sabes? Muy por dentro sabía el porque lo hacia, de una forma u otra me estaba despidiendo de ella de alguna manera, sabía que todo estaba por perdido y eso es de lo que más me arrepiento, en no darle una oportunidad y confiar en que saldría adelante por mi, por nosotros, tan sólo la deje sola y huí como tal cobarde, lo siento tanto –las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. Mi corazón dolía y con cada palabra que pronunciaba la voz se me iba poco a poco.

–Bro... –se acercó dándome un abrazo. Tan sólo le correspondí mientras seguía llorando, algo dentro de mi se había roto de nuevo–. Me dejaste sin palabras yo pensé que...

–No me lo digas. Ya se la historia que Joel se encargó en contar. En qué aproveche que su hermana estaba en tal estado para salir corriendo a los brazos de Verónica. Me dio tanto coraje al escuchar eso, como se atrevió tan siquiera a decir aquello sobre mi, a decir que no me importaba su hermana y salí en busca de alguien más sólo por su estado –Richard apoyó su mano en mi hombro derecho y me sonrió.

–Yo te creó. Joel aveces puede ser un completo imbécil, pero estaba tan deprimido que no vio salida alguna –cerré los ojos dejando que la última lágrima saliera–. ¿aún está en pie eso de ir a casa de Joel? Porque si quieres podemos ir a otro lado, veo que ahora mismo no te sientes bien, lo mejor será que...

–No –lo interrumpí–. Tengo que verlo, tengo que aclarar las cosas.

–Está bien, tu decidiste –comenzó a caminar y me dedique a seguirlo. Ahora si vería a Joel Pimentel frente a frente.

No entiendo |Erick Colón Where stories live. Discover now