41. Tú no eres mi hermano

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–¿Qué? –lo mire nerviosa.

–No te hagas la desentendida Olivia –caminó hacia mi y se sentó a mi lado.

–Mira, ese chico es un imbécil –dijo enojado–. Aún no entiendo que fue lo que le viste, no quiero que lo veas más, ni se te ocurra, olvídate de el, me entendiste?

–Ja, tu quien te crees, no eres nadie para ordenarme eso –solté enojada, porque ahora se metía en mi vida.

–Lo harás porque soy tu hermano mayor –al escuchar decir aquello solté una gran carcajada.

–Tu no eres mi hermano Christopher, recuérdalo –un reflejo de tristeza apareció en su rostro.

–Supongo que tienes razón, pues bien. Has lo que quieras, no me meteré más en tu vida, después de todo, no somos hermanos, así como tu dices –salió de la habitación a pasó rápido.

Mis ojos se cristalizaron en cuestión de segundos, que había dicho, porque le hice eso. Salí de la habitación en busca de Christopher, tenía que disculparme por aquello, pronto oí el rugir de un automóvil, era el, se había ido.

–¡CHRISTOPHER! –grité saliendo por la puerta principal, quise alcanzarlo pero ya estaba demasiado lejos de mi.

Solté un sollozó al viento, me sentía como la peor persona.

–¿Livi? –escuche que alguien llamaba a mis espaldas, gire encontrándome con Max, mi primo pequeño.

–Hola cariño –intente limpiar mis lágrimas pero el se me lanzó encima.

Me dio un cálido abrazo.

–Mama dice que un abrazo puede salvar vidas –hablo sin separarse de mi.

–Pues mi tía tiene toda la razón –reí, lo abrace más fuerte hasta que el se separó de mi.

–No estés triste Livi –hizo un puchero–. No me gusta verte así.

–Te prometo no volver a ponerme así, por lo menos no frente a ti –el asintió sin entender mucho lo que dije. Lo tome de la mano y entramos en la casa, mis padres y mis tíos habían salido a una comida por lo cual habían dejado al pequeño Max a nuestro cuidado, suponía que Joel estaba con la pequeña Val.

–¿Quieres ver a Val? –pregunté a lo que el pequeño asintió emocionado.

Toqué por lo menos dos veces antes de entrar a la habitación. Joel estaba sentado en la cama con Val en brazos, el hacia caras extrañas a lo que ella reía.

–Piqui –gritó Max en dirección a mi hermana, corrió hacia Joel y se posó a su lado tomando la mano de Val.

Joel miro en mi dirección y creo que se dio cuenta de que algo estaba mal.

–¿La quieres cargar? –el pequeño asintió. Joel le indicó que se sentara en la esquina de la cama para evitar accidentes, sentó a Val a su lado mientras coloco almohadas a los costados.

Se encaminó hacia mi y cerró la puerta detrás suya.

–¿Qué pasa Liv?

–Yo no quise, no se porque lo dije, Joel me siento mal –comencé a llorar de nuevo, el no se lo pensó ningún segundo cuando de pronto sus brazos se encontraban rodeándome.

–¿Qué cosa?

–Me enoje con Christopher, fue todo mi culpa –el se separó un poco de mi y me miro a los ojos.

–¿Qué a pasado?

–Le dije una cosa horrible, le dije que...

–Tranquila, respira –me tomo de los hombros y comencé a respirar tranquilamente o por lo menos lo intentaba.

Aún en mi mente veía los ojos de tristeza de Christopher al momento de escuchar aquellas palabras salir de mi boca, si algo pasaba, si el se iba, no me lo perdonaría. Soy una mala persona, cómo pude tan siquiera pensar en decirle eso, aunque no fuera mi hermano de sangre para mi lo era como si fuese así.

Y ahora el pensaba que no lo quería como tal.

–¿Liv? –escuche a Joel. Me había perdido en los pensamientos que olvide por completo que estaba con Joel–. ¡Liv!

Escuche que gritó, pronto el aire comenzó a faltarme.

–¡DONDÉ ESTÁ EL INHALADOR! –gritó desesperado, los ataques de asma habían vuelto.







¿Quieren maratón?

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No entiendo |Erick Colón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora