Capítulo 30

1K 87 7
                                    


Empuje la puerta del edificio provocando un gran sonido llamando la atención de todos.

A lo lejos pude ver a Joel arrodillado, tenía ambas manos sujetando su rostro y no estaba más que claro que lloraba.

–¿Qué ha pasado? –el no me miró, al contrario. Al escucharme soltó un sollozo escandaloso-. Mírame Joel, ¡dímelo!

–Ella... –se atragantó con su propia saliva temiendo pronunciar aquellas palabras-. No lo logro Erick. No pudo...

Ahí sentía mi mundo desmoronarse por completo. El sentimiento que ahora se apoderaba de mi era indescriptible. Cerré los ojos por un momento intentando que el dolor pasará, pero me era imposible. Nunca había lamentado ninguna pérdida y por lo cual al ser la primera sentía que en cualquier momento moriría yo.

–Yo...-el negó con la cabeza impidiéndome el seguir hablando. Necesitaba su espacio y comprendía.

–No, no es lo que estás pensando -se levantó del suelo y secó el rastro de lágrimas.

–¿Cómo?

-Tú piensas que ella, ya sabes... -lo miré confundido sin saber de que hablaba-. Muerta.

Mis ojos se cristalizaron al oír aquella palabra pero el sólo negó rápido.

-No quise decir eso -seguía sin entender-. Ella... Ella no está, ya sabes.

No lo deje pronunciar aquella palabra, había entendido claramente a lo que se refería.

–¿Dónde esta? -pregunté nervioso.

–Aún está ahí dentro, entro en estado de coma.

[...]

Tres meses y medio era lo que había pasado. Iba a visitarla cada que podía, en el tiempo que había pasado, inicie una relación con una chica cuyo nombre era Verónica, pero solía llamarla Verol. La conocí justo cuatro días después del accidenté, aquí mismo en el hospital.
Era tan parecida a mi Liv, no lograba sacarla de mi cabeza y la única solución que encontré fue que alguien más ocupara su lugar. Tal vez suene cruel, no me justificó. Pero dolía tanto el verla de aquella forma, Joel estaba triste todos los días de la semana a cada segundo, lo comprendía pero aveces aquella depresión lograba arrastrarme también a mí.

Cada día que pasaba, la tenía más que presenté. Dejé de ir poco a poco, era lo mejor para mí, no podía seguir con tanto dolor. Para mi no era fácil verla morir poco a poco, el doctor nos había quitado cualquier gota de fe en nosotros, aseguró que no lograría sobrellevar aquello, pues la herida había logrado perforar parte de su pulmón.

– ¿Nos vamos? –ella movía su cabello de un lado a otro, me encantaba que hiciera eso, me recordaba tanto a ella. Aunque no, jamás podría compararlas, son completamente diferentes y nadie sería igual que mi Olivia.

–Si, vamos –intente sonar alegré, claro que lo hice. A veces pensaba en si ella se daría cuenta de mis sentimientos? O tan sólo ignoraba aquel hecho.

Tome su mano y salimos de su casa. Había pasado la noche aquí, claro nada malo había pasado, tan sólo...dormir. Se subió a mi auto, lo dude por algunos segundos pues aún era menor de edad y no tenía la licencia, pero no creía que fueran a descubrirme, después de todo no aparentaba la edad que tenía.

Lo primero que hizo al subir fue prender la estación de radio y no pude evitar sonreír al ver tal acción, era tan tierna.

Encendí el auto y lo puse en marcha. Llevábamos por lo menos cuatro minutos de trayecto cuando pare el auto.

– Espera aquí, ahora vuelvo –ella asintió y subió aún más el volumen. Salí del auto y me dirigí al buzón. Una vez frente a el solté un suspiro antes de meter la carta. Cada semana mandaba una diferente, ¿destinatario? Liv. Tan sólo las dejaba ahí aún sabiendo que nunca las leería. Está sería mi última carta.

Mis ojos se cristalizaron y solté el sobré dentro del buzón, escuchando el como caía. Tantas cosas, tantas palabras que tenía que decir pero ninguna salió.

«Carta»

Hola.

Se que te estarás preguntando que fue de mi está semana y lamento no poder decirte que fue de mi. Me duele tanto escribirte esto, pero quiero que sepas que es mi última carta. Es la última que enviaré y por supuesto la última vez que te buscaré. Tal vez sea un cobarde al huir de esta forma, pero no quiero perderte, aunque una muy buena parte de mi sabe que ya lo hizo desde hace mucho. Quiero decirte que te amo, así como lo escuchas, te amo. Nunca creí decir estas palabras a alguien así que siéntete afortunada desde donde sea que estés, pero quiero que recuerdes todo lo que vivimos juntos, fue poco, pero maravilloso. Agradezco el que dios te haya puesto en mi camino, tal vez suene cursi y se que odias que lo sea pero así son las cosas.

Esto suena como despedida, aunque si lo es. No mal intérpretes, no me juzgues, pero he perdido las esperanzas en que te recuperes. El doctor fue tan cruel con nosotros que hizo que aquel sentimiento se extinguiera.

No tengo nada más que dicir, tan sólo darte las gracias por todo. Y no es un adiós, si no un hasta pronto, porque se que nos veremos pronto.

Con amor, tu ojitos.

No entiendo |Erick Colón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora