Aiden

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Esperé hasta que su madre salió de su cuarto. La verdad, es que no me hacía falta leerle los pensamientos para saber lo que iba a decirme. Iba a gritarme, seguramente insultarme... y supongo que me lo merecía. Pero, ¿qué quería que hiciera? ¿Dejar que ese idiota intentara besarla?

Suspiré. Igual sería mejor ahorrarme la bronca y volver cuando estuviera dormida tarde por la noche...

Salté al árbol y trepé hasta su ventana. Veamos cómo de enfadada está.

Y en efectivo, me estaba esperando delante de la ventana con los brazos cruzados.

—Lynn —dije intentando, no sé, tal vez disculparme, pero ella no me dio tiempo de hablar.

Se acercó a mí y comenzó a darme pequeños golpes en el pecho, conteniéndose para no gritar. De pequeños pasaron a ser golpes fuertes muy pronto. Aunque apenas lo sentía y no me hacía daño.

—¿Cómo... (golpe)... eres (golpe)... tan (golpe)... idiota (empujón)? —y al darme ese último empujón casi se cae, y a mi no me había conseguido mover ni un milímetro.

La agarré de la cintura. Solo faltaría que ahora se descolocara la cadera o algo por el estilo.

Se apartó de mí de otro empujón.

—No me toques, Aiden —dijo desafiante.

Suspiré.

—Lo siento, Lynn —dije.

—Li sienti Lynn —murmuró ella como una niña pequeña—, ¿qué es lo que sientes? ¿Eh? Has hecho que Ben y yo lo dejemos.

Se sentó en la cama frustrada.

—Lo ibas a dejar de todos modos —dije y me encogí de hombros. Me senté al lado suyo—. Te he ayudado.

Me fulminó con la mirada. ¿Iba a pegarme otra vez? Había escuchado lo que le había dicho a su madre, ¿a quién pretendía ignorar? Ella también sentía por mí. 

—¿De qué vas, Aiden? —preguntó ella—, ¿de qué va todo esto?

Me acomodé en su cama.

—Lynn, me has dado una paliza —dije—, suficiente precio he pagado, ¿podemos dejarlo ya?

Ella se volvió a cruzar de brazos.

—Aiden, ni siquiera te he movido un pelo de la cabeza —dijo. Y ese hecho la enfadaba.

Me reí. ¿Qué se esperaba?

Me acerqué a ella y alcancé un mechón de su pelo. Gesto que ella no tomó bien y me apartó la mano de un manotazo.

Me reí de nuevo.

—Si tan desesperada estás por tener novio —dije de manera vacilona—, yo soy un buen candidato.

Ella levantó las cejas.

—Oh, sí —dijo con ironía—, no estoy desesperada por tener novio —protestó.

Me acerqué aún más a ella.

—Yo soy el otro chico... que te vuelve loca y por el que has roto con Ben. Suerte para ti —dije acercándome más a su cara con cada palabra—, estoy aquí.

Ella puso los ojos en blanco.

—Déjalo —dijo—, tú no vas a ser mi novio.

Sonreí. Me acerqué aun más. Estaba poniéndose cada vez más nerviosa. La rodeé con mi brazos para que no pudiera echarse para atrás.

—¿Estas segura?

—Segurísima —dijo. Y supongo que quería sonar segura de verdad, pero su voz le jugó una mala pasada y acabó en un susurro.

Me acerqué aún más y básicamente ya sentía sus labios rozando los míos. Ella fue la que quiso acortar la minúscula distancia que había entre ellos, pero fui más rápido y me eché ligeramente para atrás.

—Te mueres por mí —le dije con una sonrisa triunfante.

Ella se mosqueó y quiso levantarse de la cama. Pero tiré de ella con fuerza haciéndola caer encima de mí. Acerqué otra vez mi cara a la suya, pero esta vez directamente buscando sus labios. Y ella me devolvió el beso. Levantó sus manos a medida que la intensidad del beso iba en aumento y enredó sus dedos en mi pelo.

Me estaba provocando demasiado y sinceramente no sabía si era capaz de controlarme. La agarré de la cintura y le di media vuelta recostándola en la cama y poniéndome encima de ella entre sus piernas.

Sentía como perdía el control cada vez más.

Volví a juntar nuestros labios y acaricié su cuerpo con una de mis manos, mientras que con la otra sostenía mi peso para no aplastarla.

Tenía que parar. Si seguía no sería capaz de parar. Si seguía un solo segundo más...

Me separé. Ella miró mis ojos. Estaban dorados. Su respiración era irregular y apresurada igual que la mía, debido al beso. Ella no dijo nada, ni tampoco preguntó por qué había parado.

—Lo siento —dije y me tumbé al lado suyo.

Ella se giró para mirarme.

—¿Por Ben o por el beso? —preguntó levantado una ceja.

—Ben puede irse a tomar por culo —dije—, tiene suerte de que no le haya arrancado la cabeza.

Ella se rio.

—Entonces te arrepientes del beso —dijo.

¿Cómo en esa cabeza suya podía sacar una conclusión como esa? En serio, no sabía si era Lynn o todas mujeres en general.

Me enfrenté a ella y la miré a los ojos.

—Si seguíamos no sé si hubiera sido capaz de controlarme —le dije y me acerqué más a ella—, jamás me he arrepentido de besarte.

Ella se acercó más a mí. Su respiración golpeó mi cara.

—No te he dicho que quiera parar —dijo.

Sonreí. ¿A qué estaba jugando ahora?

—No me tientes, Lynn —avisé.

Ella se acercó solo unos milímetros más.

No pude aguantarme e intenté besarla. Pero ella se echó para atrás. Oh, dulce venganza.

—Te mueres por mí —dijo. Y comenzó a reír.

I M P R I M A D A [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora