Cuatro

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- Quita esa mierda y pon algo de la carpeta. – bufó, desde la otra punta de la tienda.

Miré a Yoongi haciendo una mueca con los labios, no me miraba, sus ojos estaban clavados en sus manos llenas de discos y donde iba a colocarlos en el estante. Tenía el ceño y la nariz ligeramente fruncidos y me mordí el labio inferior porque no era justo que se viera tan bien haciendo nada.

Obedecí, porque ya había aguantado mi música casi sin quejarse durante cuarenta minutos y eso era un record, más o menos el rato que yo llevaba con él en la tienda de música donde trabajaba.

Balanceé la silla tras el mostrador, donde estaba sentada, de un lado a otro, cerrando Spotify y abriendo la única carpeta que había en el escritorio del ordenador aparte de la que se llamaba "cuentas".

Yoongi soltó un suspiro de alivio cuando escuchó la melodía que salía por los altavoces y yo chasqueé la lengua, porque era un exagerado. Después dejé caer la espalda en el respaldo de la silla giratoria y me mantuve mirándolo, con las piernas cruzadas al estilo indio, aplastando la tela de la falda del uniforme del instituto hacia abajo para que no se me vieran las bragas.

Mantuve el móvil entre los dedos, preparada para bajar los ojos en cualquier momento hacia él y fingir que estaba hablando con alguien, mirando Instagram o alguna otra cosa que no fuera mirar a Yoongi embobada a saber durante cuánto tiempo.

Me gustaba la forma en la que sus manos lo tocaban todo. En la manera que tenía de agarrar los discos y cambiarlos de sitio. Yo que sé, era una tontería, pero sus manos... El color pálido, los dedos largos y las venas marcadas. Desde hacía un par de semanas llevaba dos pulseras atadas a la muñeca y yo creía que me moría.

No podía apartar los ojos.

Venía a la tienda de música donde trabajaba Yoongi como mínimo una vez a la semana. Era la única oportunidad de estar a solas con él, aunque nos pasáramos la mitad del tiempo en silencio o discutiendo sobre música. Cuando Jungkook tenía entrenamiento de futbol después de clase yo compraba comida en la tienda de conveniencia frente al instituto y le traía a Yoongi algo, sin que resultara demasiado evidente.

Siempre era la misma excusa de que tenía menos hambre de la que creía.

Él abría la tienda y la cerraba, su jefe solo aparecía a final de mes para repasar las cuentas y pagarle porque él se encargaba de otra tienda al otro lado de la ciudad, así que nadie me impedía estar las horas muertas aquí.

Yoongi chasqueó la lengua, llevándose las manos al pelo, separándose el flequillo en dos lados para que no le molestara en los ojos y tragué saliva, admirando la forma de sus ojos y su nariz, jugando con la funda de silicona de mi móvil mientras observaba fijamente cómo la lengua le humedecía los labios resecos. Yo tenía cacao en el bolso...

Levantó la vista y yo bajé la mía justo a tiempo a mi teléfono, desbloqueándolo y abriendo Kakaotalk. Había revuelo en el grupo de la clase, 115 mensajes. Pasaba de leerlos, sinceramente. Abrí directamente la conversación en grupo con Chohee, Hyoyeon, Seulgi y Solhee donde había 17 mensajes en los que la mayoría eran insultos que iban dirigidos a mí porque Solhee tenía una noticia y no iba a decir nada hasta que estuviéramos todas.

La puerta de la tienda soltó un tintineo al abrirse y levanté los ojos del móvil, alzando una ceja en sorpresa cuando vi que era Lee Jihoon el presidente de nuestra clase. No me moví, Yoongi levantó los ojos de los discos e hizo un movimiento de cabeza, después volvió a la caja llena de música nueva y a las estanterías que estaba reponiendo.

Entró, sin verme al principio, con los ojos clavados a su alrededor. En la decoración de las paredes, en el piano marrón frente a la ventana de pared que daba a la calle, y desde la que se podía ver casi toda tienda. Sus ojos se movieron por las guitarras colgadas, por los instrumentos en exposición, acercándose despacio hacia el primer mostrador de discos.

Hana, dul, set - Kim Taehyung, Min YoongiМесто, где живут истории. Откройте их для себя