Cαριтυℓσ 35:

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❥ Maratón 4/5:

A la mañana siguiente. GongChan se despertó con la luz de la mañana y un silencio absoluto a su alrededor.

Ni siquiera tuvo que mirar a su alrededor para saber que estaba solo. La tormenta había terminado y los rayos de sol atravesaban la cabaña como potentes focos. Pero Laila no estaba por ninguna parte. GongChan, que tenía experiencia en deshacerse de mujeres pesadas, no podía entender que se hubiera marchado con sigilo, sin molestarle.

No se había quedado para oír dulces palabras por la mañana, ni tampoco le había pedido más.

GongChan esperaba sentirse aliviado, pero, en cambio, no sentía más que... ¿Qué exactamente? ¿Decepción? Sí. Tal y como había predicho, había sido el encuentro sexual más explosivo de toda su vida, y no iba a conformarse con una sola noche.

Ligeramente irritado por no haber podido empezar el día tal y como lo habían terminado. GongChan se puso de pie, buscó su traje de baño y miró a su alrededor.

¿Cuándo se había ido exactamente? ¿Y por qué? No era que no hubiera disfrutado de la experiencia. Al recordar sus suaves gemidos y su apasionada respuesta, esbozó una lenta sonrisa. Ella había disfrutado mucho. De eso no había duda. Y sin embargo, había desaparecido.
Abrió la puerta y salió a la playa. La tormenta había arrastrado algunos trozos de madera hasta la orilla, pero por lo demás el mar estaba en calma.

Ni rastro de Laila. Preocupado, GongChan caminó a lo largo de la costa en dirección al lugar donde había asegurado el bote. El cielo estaba azul y claro y el sol brillaba en todo su esplendor, como si la tormenta nunca hubiera azotado la costa.

Algo llamó su atención en el agua y entonces vio un destello de cabello castaño claro. Era ella. Estaba nadando a lo lejos, en la bahía.

GongChan fue a su encuentro, adentrándose en el mar. Se zambulló en las olas y buceó hasta el lugar donde ella se estaba sumergiendo.

—Oh —ella salió del agua con un violento suspiro y una sonrisa en los labios—. ¡Me has hecho saltar! Hace un día precioso. —dijo ella

«¿Eso era todo lo que iba a decir?», pensó.

—Buon giorno. —dijo GongChan. 

Ella se sonrojó, pero siguió sin hacer referencia a lo que había ocurrido la noche anterior. En cambio, evito la mirada de él y bajó la vista hacia el agua.

—Es tan clara. Nunca he visto nada como esto. No pude resistirme a nadar un poco más antes de irnos. El submarinismo a pulmón es lo mejor que hay.

GongChan reparó en las gotas de agua que le humedecían los labios, rellenos y carnosos. Al recordar lo bien que sabían, sintió el impulso de volver a besarla, pero ella se zambulló otra vez. Frustrado y atormentado por el palpitar sexual de su propio cuerpo, GongChan mascullo un juramento y se preguntó por qué Laila nunca dejaba de sorprenderlo.

Mientras caminaba por la playa se había preparado para hacer frente a distintas emociones por parte de ella. Vergüenza, afecto, arrepentimiento...

Pero lo que nunca había esperado era semejante falta de reacción. Como poco, había esperado mantener una conversación con ella sobre lo ocurrido.
Había mujeres que sí podían disfrutar de un encuentro apasionado y seguir adelante sin volver a hablar de ello, pero Laila no era una de ellas.

Frunciendo el ceño, GongChan la vio emerger de nuevo del agua.

—He visto un banco de peces payaso cerca del arrecife. De verdad. ChanShik, esto es lo mejor que he hecho —se limpió la cara y sonrió—. ¿No vas a nadar? —pregunto ella.

Consumiéndose de deseo, GongChan la miró a los ojos con la esperanza de encontrar algún signo de que lo hacía a propósito, pero no había ninguna chispa perversa en su mirada. Era evidente que ella no tenía ni idea del efecto que causaba en él.

Y ése era un problema al que nunca se había enfrentado. Normalmente las mujeres se pegaban a él y empezaban a planear un futuro en común, así que no le quedaba más remedio que quitárselas de encima como podía, pero con Laila era todo lo contrario.

Confundido, GongChan se sumergió en el agua y se consoló pensando que era perfectamente natural desearla tanto. Sí bien era cierto que él no era propenso a las relaciones duraderas, tampoco encontraba diversión en las aventuras de una noche, así que todo lo que sentía era normal.

Sólo necesitaba volver a meterla en su cama...hasta que ya no la quisiera en ella.

Las cosas eran así de simples. Para él.

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