Cαριтυℓσ 40: Últimos Capítulos:

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 — ¿Entonces has llamado a tu hermana? —GongChan le dio un plato de fruta y unas pastas.

Era tarde por la mañana y estaban disfrutando del desayuno en el embarcadero de madera que se adentraba en el agua. Exóticos peces saltaban debajo de ellos, lanzando deslumbrantes destellos de color a través del agua clara. El único sonido que se oía era el de un colibrí cuando volaba a ras del agua.

—No la he llamado. No he encendido el teléfono desde ayer —Laila vaciló un momento y entonces le miró—. He pensado mucho en lo que me dijiste. Y tenías razón.
— ¿En qué exactamente?

Laila bajó la vista y empezó a juguetear con la comida.

—En muchas cosas. Soy muy controladora. La he tratado como si fuera una niña pequeña, pero ya no lo es —esbozó una media sonrisa—. Para mí sigue siendo la cría vulnerable que solía meterse en mi cama chupándose el dedo. No me había dado cuenta de que había crecido. O a lo mejor sí que me di cuenta, pero no quería ver la realidad.
—Deja de analizarlo todo.
—Es difícil cuando sabes que lo has hecho todo mal. Le he puesto las cosas difíciles —le dijo, sintiendo un nudo en la garganta y una profunda frustración.

Había luchado tan duro porque las cosas salieran bien... Había querido darle a Abigail todo el amor que no habían recibido de su madre.

—De hecho, lo he estropeado todo.

GongChan guardó silencio unos momentos.

—Laila, si esto es por lo que te dije durante la tormenta, yo soy el primero en admitir que no sé nada de tus emociones. No deberías hacerme caso. Probablemente estaba equivocado.

Ella no pudo evitar la sonrisa.

— ¿Equivocado? ¿Crees que estabas equivocado? ¡Vaya! Nunca esperaba que admitieras una equivocación. ¿Se lo digo a la prensa?

Los ojos de él brillaron.

— ¿Quieres contarle a la prensa lo bien que me conoces?

Laila se sonrojó.

—Mejor no. Y de todos modos, no estabas equivocado. Tenías razón en todo —se encogió de hombros—. Fuiste sincero. Me fue difícil encajarlo, pero era importante. Me has hecho ver las cosas con más claridad. Tengo que hacer las cosas de otra forma. Y una de esas cosas es no llamar a Abigail cada cinco minutos. Me muero de ganas de agarrar ese teléfono y llamar, pero sé que tengo que dejarlo ya. Me llamará cuando esté lista, y cuando por fin lo haga, la escucharé.
— ¿Y por qué no pruebas a animarla un poco a ver si eso ayuda?
— ¿Quieres que le diga que no hay nada de malo en que tenga una aventura con JinYoung? No sé si puedo ir tan lejos.
—De todos modos, ella está teniendo una aventura, con o sin tu consentimiento. No soy experto en el comportamiento humano, pero me parece que cuanto más trates de apretarle las riendas, más se rebelará.
—Seguro que tienes razón. Es que me preocupo por ella. Me da miedo que hieran sus sentimientos. No quiero que eso ocurra.
—Eso es parte del proceso de crecer. Le harán daño, pero entonces se volverá más fuerte.

Laila titubeó un momento y se preguntó qué estaba dispuesta a decirle.

—No todo el mundo es tan fuerte como tú.
—No descubrirá lo fuerte que es si la proteges todo el tiempo. Aprender a salir de los problemas por uno mismo es parte del proceso de madurez. ¿Por qué te sientes tan responsable de ella?

Laila tomó un trozo de fruta.

—Soy mayor que ella.
Y también sabía lo que Abigail era capaz de hacer.
— ¿Y tienes que comportarte como si fueras su madre porque eres mayor?
—No sólo porque soy mayor —Laila agarró el café y le dio un sorbo. No quería hablarle de sus padres—. Abigail... confía en mí. Habla conmigo. O solía hacerlo. Y la he visto en esta situación otras veces. La he visto tan locamente enamorada que no puede pensar con claridad. Y el resto de su vida parece no tener importancia en ese momento.
—Eso también es parte del proceso de crecer.
—Quizá. Pero la última vez... —Laila se detuvo. Su discreción instintiva luchaba contra un extraño deseo de confiar en él—. Se tomó unas pastillas —le dijo sin más. La mano le tembló al poner la taza en el plato—. Abigail se tragó el contenido de un bote de pastillas que el doctor le había recetado para ayudarla a dormir después de una crisis nerviosa. Y se las tomó mientras estaba en mi apartamento. Así pude encontrarla tan rápido.
—Y te preocupa no estar ahí si eso vuelve a ocurrir.
—Sí.
— ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a pasarte la vida pegada a ella para poder detenerla antes de que agarre otro bote de pastillas? —Dijo él.

Laila se encogió por dentro.

—Esa es una respuesta típica del abogado que hay en ti. Dura y objetiva.
—Pragmática. Y tienes que dejar de sentirte responsable de ella. Puedes ofrecerle tu apoyo, pero no puedes vivir su vida. Si haces eso, vas a sufrir mucho, una y otra vez.
—Es que no me gusta ver cómo se mete en problemas.
— ¿Y cómo sabes que tiene problemas?
Laila lo miró con ojos impotentes.
—Porque no apareció por su trabajo. Porque está con tu hermano y es evidente que se trata sólo de sexo y... —se detuvo al darse cuenta de que estaba describiendo su relación con GongChan.

Él debía de estar pensando lo mismo porque la tensión aumentó de repente.

—Esa clase de relación trae problemas. —dijo ella.
— ¿Ah, sí?

El énfasis de sus palabras le dejó claro que ya no estaba pensando en Abigail.

—Yo no soy igual que mi hermana —le dijo ella—. Puedo separar el sexo del amor —añadió, esperando sonar convincente.

GongChan la miraba fijamente, así que apartó la vista y miró hacia la bahía. Él se sirvió otra taza de café.

—Cuéntame qué pasó aquel día con Abigail.
—El chico con el que salía... Bueno, de repente le dijo que se iba a casar con otra y acabó con ella, literalmente. Abigail siempre espera demasiado de sus relaciones. En cuanto un chico la mira empieza a pensar en la boda y... —se detuvo y cruzó los brazos.

GongChan la miraba con mucha insistencia.

—Es culpa mía. Debería haberla convencido de que regresara a Londres.

GongChan guardó silencio un momento.

—A lo mejor les viene bien a los dos —le dijo con una expresión irónica en los ojos—. Y ahora ya no quiero hablar más de ellos. Estoy cansado de hablar de mi hermano y de tu hermana. Apenas has comido. ¿Te sientes mal?
—No —Laila esbozó una sonrisa rápida y sacudió la cabeza—. Todo está delicioso, pero no tengo hambre, igual me lo comeré.
—Con toda la actividad física que hemos tenido esta mañana, deberías morirte de hambre. —Dijo GongChan, con una sonrisa de lado y tomando de su café.
Laila se sonrojó. Nadie le había hablado así en toda su vida.

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Holaa! ^^

Ya estamos en la recta final 😱😱 ...Que genial :') 💕 

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