Cαριтυℓσ 29:

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❥ Maratón 4/4:

Entonces sacó una pequeña nevera y una manta y se dirigió hacia las palmeras.

—Tu pálida piel inglesa necesitará algo de sombra. — Dijo GongChan mirándola mientras se acercaba a ella.

Laila observó sus hombros dorados y su espalda bronceada. GongChan tenía la clase de piel que se bronceaba al instante.
—Una hora —le dijo, al tiempo que se tumbaba sobre la manta y cerraba los ojos—. Pasaremos una hora aquí y después volveremos a KingFisher. — dijo él.

Laila se sentó, respetando la distancia de seguridad entre ellos.

— ¿Cómo encontraste este lugar? —pregunto ella, mirando a su alrededor.
—Un día salí a navegar y me lo encontré. Lo compré. — Dijo GongChan calmado y relajado.
— ¿Terapia de compras GongChan? — dijo ella con burla.

Con los ojos todavía cerrados, él sonrió.

—Tenía la absurda idea de construirme una casa en ella algún día. Me gusta el hecho de que sea relativamente inaccesible. La curva de la tierra impide que sea visible desde otras islas. Nada de fotógrafos con zoom de largo alcance. Me gusta tener privacidad. — dijo él.
— ¿Es por eso que no permites cámaras en KingFisher? — pregunto Laila.
—Sí. Quiero que los huéspedes se sientan verdaderamente de vacaciones.
— ¿Entonces te vas a construir una casa aquí?
—Quizá. De momento sólo la usan huéspedes privilegiados que quieren vivir una aventura en una isla desierta.
— ¿Y cómo encontraste KingFisher? Quiero decir, eres italiano. — dijo ella, mirándolo.
—Siciliano —le dijo él—. Soy siciliano.
—Muy bien, siciliano, ¿pero por qué el Caribe? Hay muchas islas en Italia.
—Nadie me vendería Sicilia —le dijo GongChan en un tono irónico.

Laila también se echó a reír, pero una parte de ella se preguntaba si no estaba hablando en serio.

— ¿Siempre tienes que poseerlo todo? —dijo ella.
—Si me preguntas si soy un hombre posesivo... —se encogió de hombros—. Sí. Sí quiero algo, entonces, sí, tengo que tenerlo —le dijo, mirándola a los ojos.
— ¿Puedo pedirte algo? —dijo Laila.
—Pide. —dijo GongChan sin dejarla de mirar.
— ¿Quién te hizo odiar el matrimonio? — pregunto de repente Laila.
GongChan guardó silencio un momento. Se incorporó, se inclinó adelante y abrió la cesta.
— ¿Tienes hambre? —pregunto él.
—Dijiste que podía preguntar. —dijo ella.
—Y lo has hecho —sacó algunos platos preparados.
—Pero no me has contestado.
—No te dije que contestaría —partió el pan y le dio un pedazo—. Dije que podías preguntar.

Exasperada, Laila lo miró a los ojos.

— ¿Nunca dejas de ser abogado?
— ¿Estoy siendo abogado en este momento?
—Cuidas cada palabra que dices.
Él tardó un momento en responder.
—De la misma forma que tú cuidas cada cosa que haces —le dijo, sonriendo.

Laila picoteó el pan.

—Deberías haber sido político. Sólo revelas lo que quieres revelar. No importa de qué se trata, porque la única respuesta que obtienes de GongChan Shik es la que quiere darte.
—Nunca me ha gustado sincerarme porque sí.
—Y sin embargo, la prensa habla de ti todo el tiempo.
—Eso es cosa de ellos, no mía. Yo no les doy nada.
— ¿Por qué no vives en Sicilia? ¿O es que tampoco quieres hablar de eso?
—Sicilia no es un buen lugar para llevar un negocio internacional. Paso la mayor parte de mi tiempo entre mi despacho de Nueva York y el de Roma.

Laila terminó de comer y se limpió los dedos.

— ¿Nunca vas a Sicilia? ¿Tienes familia allí? —pregunto ella. 

En ese momento se produjo un cambio casi imperceptible en la expresión de él.

—Sólo mi hermano, pero él está conmigo en Roma —le dijo.
— ¿Y tus padres siguen vivos?

GongChan se movió tan rápido que Laila no tuvo tiempo de reaccionar. Un segundo antes estaba manteniendo una conversación casi normal con él, y en cuestión de una fracción de segundo había terminado tumbada en la arena, debajo de él.

—Yo no concedo entrevistas. —dijo GongChan en tono bulón. 

Durante unos segundos interminables su boca estuvo tentadoramente cerca, sin llegar a tocarla, y la promesa de ese beso imaginario desató un cosquilleo en los labios de Laila, un ansia deliciosamente dolorosa que apenas la dejaba respirar. Sólo podía esperar que la besara, para así calmar su sed. Sus sentidos estaban despiertos y su corazón latía sin control. Cada nervio de su cuerpo se consumía como una mecha encendida.

Y justo cuando pensaba que él ya no iba a hacerlo, ocurrió.

Y no fue nada parecido a lo que había imaginado. Siempre que había pensado en besarle, le había imaginado acariciándole el cabello mientras tomaba lo que quería con impaciencia. Pero la realidad había resultado ser muy diferente. La presión lenta y seductora de sus labios había sido toda una sorpresa. GongChan era un amante experimentado y habilidoso que sabía cómo provocar la puesta que buscaba en una mujer. Una ola de calor recorrió el cuerpo de Laila, prendiendo cada terminación nerviosa de su piel.

De pronto Laila empezó a sentir una sensación caliente y palpitante en el bajo vientre.
Con un movimiento preciso y delicado, GongChan la hizo entre abrir los labios y entonces sintió la suave caricia de su lengua. No quería que parara porque aquél era el beso más delicioso y perfecto que podría haber imaginado. Y si el mundo hubiera terminado en ese momento, entonces no le habría importado.

Era como si la hubiera drogado. El tacto de su piel anulaba todo su pensamiento racional. Él se inclinó un poco más sobre ella y le rodeó los hombros con el brazo.

Un momento después comenzó a besarle los pechos, y entonces Laila se dio cuenta de que le había bajado el tirante del traje de baño.

La joven perdió el control y gimió levemente. Se incorporó un poco, buscando su boca, y su frenética respuesta fue recibida con una carcajada cómplice.

—Adoro il tuo corpo...— Le susurró GongChan en Italiano mientras contemplaba sus deliciosos pezones.
—Me encanta tu cuerpo —como si fuera a demostrárselo deslizó la mano a lo largo del muslo de Laila.

Los sentidos de la joven se volvieron locos. Era emocionante y completamente adictivo.

Hizo un intento desesperado por recuperar el control, pero cada vez que intentaba poner alguna objeción, él la tocaba en algún lugar en particular, y ella se hundía en un remolino de delicioso y perverso placer del que no había escapatoria posible.

Finalmente lo que la hizo volver a la realidad fue el potente empuje de su erección contra el muslo.

—No, ChanShik, no... —le dijo, poniéndole la mano en el pecho—. No puedo. De esta manera no.

GongChan estaba sobre ella. Su peso la aplastaba sobre la arena.
— ¿Qué sucede? ¿Peso demasiado? — pregunto él.

De repente sonaba puramente italiano. Su español impecable parecía menos fluido que de costumbre. Con la punta del dedo trazó una línea tentativa sobre los labios de Laila.

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Adoro il tuo corpo significa Me encanta tu cuerpo.

Bueno eh aquí el fin de la maratón, espero que les haya gustado ^^

Hagamos de cuenta que su español es el ingles. Ya xd jhkj  

Good Night.🌙

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