Volviendo al principio

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Correr y correr no valió de nada para Samantha, el avión donde viajaría había tenido un grave problema, por lo que los pasajeros debían esperar algunas horas mientras llegaba la otra nave. Cuando la pelinegra pensó que la mala suerte la perseguía, unos ojos cafés cambiaron su manera de pensar. Sonreír en una situación como aquella no estaba en sus planes pero se volvió un gesto inevitable al caminar hacia Louis.

- Así que... Crucero ¿eh?

- ¿Perdone? – dio la vuelta para ver a la persona que le hablaba desde atrás. – ¿Samantha? ¡Dios mío! – la abrazó. – Es un verdadero gusto verte. No pensé que estarías acá.

- Yo mucho menos pensé que tú estarías en un curso de fotografía si ya sabes demasiado.

- Oh no, soy profesor auxiliar – se sonrojó.

- Pues será difícil no utilizar la cámara contigo – rieron ambos.

- Oye, ¿te apetece comer algo mientras esperamos el otro vuelo? – rascó su nuca con timidez.

- ¡Claro que si! ¡Vamos! – tomó su mano.

Por otro lado de Europa, Praga era el lugar de escape de Sebastián y no precisamente porque le pareciera el ambiente más maravilloso sino porque había conocido a Natalia, una chica con sus mismos ideales y su mismo espíritu aventurero. Ambos se habían enamorado a lo largo de los días, sin conocerse perfectamente. Ahora tomaban un respiro en el hermoso parque Letná mientras apreciaban la maravillosa vista que les brindaba una colina.

- El cielo es algo fantástico, ¿no crees?

- Mi madre dice que nosotros somos cielo – comentó Sebastián.

- ¿Nosotros? ¿Cómo podría ser eso posible?

- Si. Ella dice que durante el día nos ocultamos con las nubes y ellas son todas esas personas que nos rodean. Nuestra única luz es el sol. Pero de noche, mostramos todos esos errores que hemos cometido, pero que han servido de lecciones y esas son las estrellas.

- Es muy poético. Me encanta – dio un beso en sus labios.

- Tú me encantas – rozó su nariz con la de ella.

- ¿Cuándo conoceré a tus padres?

- Mmm... – se tornó pensativo. – ¿Qué te parece si viajamos a Milán?

- ¿Milán? ¡Allí viven mis padres también! – se mostró emocionada.

- ¿Bromeas? ¡Es perfecto!

- Lo sé, podrías conocer a los míos también.

- ¿Sabes? Tu nombre es igual al de mi... – ¿Mamá? – una terrible sensación le invadió las entrañas. – Necesito llamar a mi madre sino te importa.

- Claro, no hay problema. Del mismo modo, aprovecharé para llamar a mis padres.

- De acuerdo, volvamos al hotel.

El tono que marcaba hacia la casa de Natalia resonaba una y otra vez desde el teléfono de Samantha, pero no obtenía una respuesta del otro lado de la línea; optó por relajarse y disfrutar de su merienda con Louis, en otro momento llamaría nuevamente a su madre. Al mismo tiempo, Natalia estaba de compras en una farmacia.

- ¿Puedo ayudarla, señorita? – preguntó el farmacéutico.

- Si, estoy buscando algún antidepresivo y algo para conciliar el sueño.

Condenados por el amor |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora