Por qué

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Una taza humeante, la portátil en la barra de la cocina y una chica sentada intentando comer su desayuno. Un día después de Navidad, 26 de diciembre en la casa de los Stracciatella. Natalia estaba ansiosa, no podía esperar hasta que finalmente Oscar atravesó la puerta de la cocina.

- ¿Y? - preguntó Natalia.

- ¿Perdón, señorita?

- Lo que te pedí ayer, ¿lo conseguiste?

- Oh... Si, aquí está. Arturo Di Gennaro. Vive a unos 15-20 minutos de aquí y trabaja en un centro comercial que no está muy lejos desde las 10:00 am hasta las 4:00 pm.

- Muchas gracias, Oscar. Debo irme.

- ¿No desea que la lleve?

- No, no. Usaré el auto, creo que se dañará por estar inactivo - rio Natalia. - Otra cosa, no le digas a mi padre a donde fui.

- Entonces ¿qué le digo?

- No lo sé, inventa algo. Sé creativo - guiñó el ojo.

El auto blanco se encendió y Natalia tomó rumbo hacia aquel centro comercial, donde esperaba encontrar al hombre que causaba en ella sensaciones extrañas

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El auto blanco se encendió y Natalia tomó rumbo hacia aquel centro comercial, donde esperaba encontrar al hombre que causaba en ella sensaciones extrañas. Su corazón latía muy fuerte a medida que los kilómetros disminuían. Después de un rato, se encontraba aparcando el coche en el estacionamiento de la gran estructura. Acomodó su abrigo verde, chequeó su apariencia facial en el retrovisor y bajó del auto. Caminó rápidamente y, al entrar en el centro comercial, empezó a buscar con desesperación el local que le había dicho Oscar. Al cabo de unos minutos, pudo verlo y casi corría hacia él. Sin embargo, mantuvo la calma y al entrar, preguntó por Arturo Di Gennaro; no encontró respuesta alguna. Los vendedores no sabían dónde estaba el chico, pero le habían asegurado que si trabajaba allí.

Natalia se tomó un momento para visualizar la tienda y una sonrisa inevitable inundó su rostro. El local estaba repleto de instrumentos o artefactos musicales, entonces comprendió algunas cosas. Luego procedió a retirarse de ahí, algo decepcionada.

Cuando estaba a punto de pisar el acelerador, miró al frente y lo vio. No pensó en otra cosa que salir del auto y empezar a correr hacia él gritando su nombre. Arturo empezó a correr al ver a Natalia. Ambos se dirigieron a una especie de parque solitario. En un intento de Arturo por correr más rápido, cayó a la fría nieve, perdiendo su pierna falsa y golpeando su cara fuertemente.

- Maldición - susurró Arturo tocando su frente, de la cual salían gotas de sangre.

- Ay por Dios - corrió hacia Arturo.

- ¿Qué quieres de mí?

- Sólo... Ayudarte. Por ahora.

- No necesito tu ayuda. Puedo levantarme solo.

Condenados por el amor |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora