No existían los secretos, el solo hecho de pensar en ocultar algo era imposible entre los dos, las decisiones las tomaban juntos y si algo no les parecía lo hablaban, por lo que todo aquello que pasaba ahora, era bien recibido por los dos. Serena levantó el rostro hacia él, para ver aquellos ojos, aquella mirada de caramelo, aquella expresión que su amado exterioraba cuando la deseaba, amaba observarlo y pensar, sentir que sólo ella podía cubrir el vacío que crecía dentro de él y satisfacer todas aquellas exigencias que pudiera tener, al mismo tiempo que sin darse cuenta... él destruía todas sus ataduras y recelos.

A pesar del sufrimiento por el que había pasado, volvería a hacerlo una y otra vez y nada la detendría porque estar con él era una de sus locuras internas más atesoradas.

Acercó su rostro despacio al suyo y apenas rozando sus labios, sentía como los suyos iniciaban un tintineo de nerviosismo y excitación que la descontrolaría si no se detenía en el instante, pero resultaba imposible cuando su amado mismo estaba a escasos milímetros de su boca, esperando... esperando a que ella llegara a él, aunque deseara con el alma besarla en el instante, sabía que aquella acción podría llegar a desatar fuegos artificiales en su cabeza si ella la consumaba.

Y así lo hizo... lo besó... suave, apenas tocándolo y seguido de un suspiro, que la llevó a hacerlo de nuevo, ahora correspondida por él, que saboreó su labio inferior entre los suyos, cerrando los ojos al instante que ella lo hizo, mientras escalando con la mano que había posado sobre sus pectorales, hacia su cuello, abrió espacio entre el cuello de su camisa azul para sujetarlo por la nuca, le acarició la oreja, mientras el agarre de él a su cintura se convirtió en una caricia, que con el pasar de los segundos, fue bajando hasta el lado externo de su muslo, levantando de a poco su falda.

—No... —le colocó la mano sobre la de él, indicándole el motivo de su negación, lo que lo sonrojó al sacarlo del embelesamiento de pronto.

—Lo lamento... —dijo sintiéndose aún absorto, pero comprendiendo que no era el lugar adecuado para seguir.

—...Tonto –le pasó la mano por la frente, peinando sus cabellos hacia atrás, mientras los rebeldes que ya había pasado, volvían casi al instante a su posición. —Pero... eso no quiere decir que no podamos... seguir... besándonos... —bajó poco a poco la voz hasta ser casi inaudible.

Ash rio sin ser escuchado, ante su comportamiento.

—...Tonta... —le respondió de la misma forma el joven.

—¡¿Tonta?! –lo miró reprochante, aunque a escasos segundos ella le hubo llamado de la misma forma.

—Sí... puedo darte más besos si quieres —le dijo soportando no atragantarse con su propia risa contenida al ver el rostro sonrojado fulminante de su amada, de la cual no se había separado del abrazo en todo ese tiempo.

—Por supuesto... —le respondió desviando la mirada, para terminar abriendo grandes los ojos al sentir sus labios siendo tocados por los de él. Iba en serio... le sonrió tras separarse y entonces fue ella quien lo besó, igual de rápido y suave, quedó esperando que él siguiera con el ritmo que llevaban, un beso ella, un beso él, pero ya no continuó, lo que la decepcionó un poco.

Ash notó aquel sentimiento reflejado en los ojos azulados decaídos por unos instantes de su amada, los mismos que enseguida buscaron en su interior una nueva sensación, un nuevo pensamiento para sonreír y brillar.

—No debes exigirte más... digo... no tienes que aparentar nada cuando estás conmigo. —le dijo franco.

—¿Aparentar?... ¿a qué te refieres?...

—¿Querías que siguiéramos besándonos no? —la pregunta que hizo llegó tarde al análisis dentro de su propio cerebro, sonrojándose al instante por lo que le había preguntado, pero manteniendo su seriedad.

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