22

48 4 4
                                    



Hace bastante frío y meto mis manos en los bolsillos de la sudadera para buscar un poco de calor. Andamos silenciosos por el paseo marítimo y cuando bajamos las escaleras que nos llevan a la playa, me quito las deportivas y los calcetines. No tengo ganas de llenarlos de arena, aunque la superficie está ligeramente tibia por los rayos de sol. Con el calzado en la mano, paseamos paralelos al agua.

Miro de reojo a Marcos. Él anda a mi lado paseando su mirada por la playa desierta. Tengo que reconocer que estar a su lado en silencio me hace sentir relajada, sin tensión, totalmente en paz; y esta sensación me ha sido esquiva durante mucho tiempo, por lo que la acepto y disfruto sin saber cuándo será la próxima vez que me sienta así.

— ¿En qué piensas?— rompe el silencio.

— ¿La verdad?— asiente— En lo agradables que son nuestros silencios. ¿Conoces los incómodos? Esos en los que no paras de pensar algún tema para romperlo.

— Claro, quién no. De hecho me acuerdo de una cita que tuve hace un tiempo. Ella era muy guapa y la había conocido una noche en un club. La invité a un café al día siguiente y te aseguro que no he dado más vueltas con la cucharilla en la taza en mi vida. ¡Fue aburridísimo!

— ¿Por qué?

— No teníamos absolutamente nada en común. Era guapa pero con la cabeza hueca. No sé cómo explicártelo, era, era... — sonríe ante las palabras que está a punto de pronunciar— Por ejemplo: se me ocurrió preguntarla cuál era su libro favorito, ya sabes, para intentar hablar de algo y ¿a qué no sabes que me contestó?

— Sorpréndeme.

— "Yo no leo. Es aburridísimo"— dice poniendo voz chillona. Empiezo a reírme, no sé si por su imitación de una voz femenina o por la contestación de la chica— ¿En serio? ¿Pero quién no ha leído un libro en su vida? Y además lo dijo con cierto orgullo. No me lo podía creer.

— ¿Y qué hiciste?

— Pues cambié de tema y a los cinco minutos le puse una excusa y me fui lo más rápido que pude.

— ¿Y no volviste a verla?

— ¿Estás loca? No creo que pueda estar con alguien que no tenga respuesta a una pregunta tan sencilla y que además se jacta de ello— la sonrisa que me dirige es contagiosa y no puedo evitar imitarle— ¿Cuál es el tuyo?

— ¿Mi libro favorito?— asiente— No sé si podría elegir. He leído mucho por mi trabajo, buscar información sobre el tema de la tesis es una de las partes más importantes.

— Pero leer por placer es otra cosa— su apreciación me hace asentir con la cabeza— Dime alguno.

— No tengo género preferido. Me encanta Isaac Asimov, con su ciencia ficción y robótica. Los renglones torcidos de Dios es una pasada, no sé si lo habrás leído— niega con la cabeza— pues tiene un final que te deja con la boca abierta. Si quieres te lo dejo, lo tengo en casa— asiente con la cabeza y me acuerdo de todos los libros que he dejado en casa de mis padres con nostalgia— Y por supuesto que he leído los típicos bestsellers: las cincuenta sombras de Grey o el Código DaVinci.

— Eres peculiar con los gustos, no sé si te lo han dicho alguna vez— sonrío porque es cierto— pero si sólo pudieses quedarte con uno ¿cuál sería?

— Es imposible quedarme con uno Marco.

— Di uno.

— Algo de poesía, Machado, Lorca o Neruda.

— Así que tengo una chica romántica a mi lado.

— Supongo, aunque sólo en el papel— dirijo mi mirada hacia el final de la playa que está a unos cientos de metros— La vida no es así de perfecta y maravillosa, con ese amor para siempre.

A mitad de camino   (STAND BY) #BestBooksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora