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* Contenido adulto. Léalo bajo su propia responsabilidad 😉

Estamos tomando café después de comer en un restaurante del pueblo más cercano. Sorprendentemente la conversación ha fluido y nos lo estamos pasando bien. Yo me siento flotar y mi risa sale con facilidad de mi boca.

— ¿Te acuerdas de aquella vez que nos colamos en las piscinas de aquel hotel?

Nuestras carcajadas se unen en una sola y no puedo evitar admirar su sonrisa, los pequeños surcos que aparecen en sus ojos cuando se ríe de esa manera tan relajada. Echaba tanto de menos esto, echaba de menos estar así con Juan.

— Claro que sí. El agua estaba demasiado fría— cuando lo recuerdo, un escalofrío recorre mi cuerpo.

— Pero yo te ayudé a entrar en calor ¿no?

Su comentario hace que me sonroje. Claro que me acuerdo. El tacto de la pared de la piscina en mi espalda, mis piernas rodeando su cintura, nuestra manera de besarnos tan morbosa.

— Sí, lo hiciste. Pero eso ya lo sabes, degenerado.

— ¿Yo? ¿Degenerado? Perdona, pero te recuerdo que la de la idea fuiste tú.

— Pero eso es porque tú tenías demasiado miedo. Tienes que reconocer que la valiente de esta relación soy yo.

— Eso es verdad— suspira mirando por la ventana— siempre lo has sido.

No entiendo ese cambio de humor. Le dejo en sus pensamientos, que no sé si quiero conocer, y hago un gesto al camarero para que nos traiga la cuenta.



De nuevo en el baño. Pero por algo bien distinto. Miro mi reflejo en el espejo que está encima del lavabo. Un tanga minúsculo en la parte inferior y una especie de camisón semitransparente que llega hasta la mitad de mi trasero. No he sido nunca de este tipo de lencería, más que nada porque nunca duraba demasiado puesto, pero esto es un caso de emergencia. Me coloco el pelo a un lateral de mi cuello y me subo a los tacones. El tanga es bastante incómodo la verdad, pero todo sea porque Juan me mire otra vez como una mujer y no sólo como si fuese su amiga.

He llenado la habitación de velas y pongo un poco de música en mi móvil. Me acerco a la puerta y giro para ver el resultado. Nada mal. Ahora sólo falta el protagonista.

— ¡Juan! ¿Puedes venir a la habitación un segundo?

Cuando oigo sus pasos acercarse, me escondo detrás de la puerta.

— Pero...¿qué es esto?

— ¿Te gusta?

Cuando oye mi voz a su espalda se gira y me mira de arriba a abajo. Veo una cierta chispa de lujuria en su mirada y eso me anima. Me acerco a Juan y le doy un ligero beso en los labios mientras cojo sus manos y las coloco en mis nalgas. El contacto con mi piel y la ausencia de tela hace que se sorprenda. Levanta un poco el camisón y toca la ínfima goma que está en mi cadera.

— Vaya sorpresa.

— Eso pretendía— le doy otro beso más intenso y me acerco a su oído— y algo más.

Coge mi mano derecha y la dirige a su pantalón.

— ¿Esto?

Toco con firmeza el bulto que se intuye debajo de sus pantalones. Coge rápido aire por su nariz y cierra los ojos. Estoy como una niña con zapatos nuevos. Me apetece saltar y bailar pero creo que se perdería la magia, así que me contengo.

Me besa de manera brusca y yo me dejo llevar por las sensaciones. Sus manos recorre la tela de satén y juegan con los tirantes. Le ayudo a quitarse la camiseta y los pantalones. Ahora soy capaz de tocarlo por encima de la tela fina del bóxer y cuando mi mano entra dentro de la prenda, un poco de líquido preseminal moja mis dedos. Recorro toda el largo y aprieto cuando llego a la base, envolviéndolo con mi mano. Le gusta. Lo sé por cómo ha aumentado ante mi tacto.

Me aparta la mano de manera brusca y me lleva a la cama. Baja un tirante del camisón y libera uno de mis pechos. Lo devora con ansiedad mientras me dejo hacer. Levanto mis piernas para aprisionarle las caderas y tenerle más cerca. Baja el otro tirante y toca con ambas manos mis pechos jugando con mis pezones, apretándoles y lamiéndolos. Mis jadeos aumentan y mis manos agarran las sábanas intentando controlarme.

Se levanta y se quita el bóxer. Abre mis piernas y vuelve a besarme. Se coloca en mi entrada, apartando la minúscula tela de mi tanga y me embiste sin piedad. Un gemido sale de mi boca al notarle dentro de mí. Necesitaba esto, necesitaba volverme loca de lujuria, necesitaba sentirme mujer de nuevo en sus brazos.

Se mueve rápido y concentrado. El calor aumenta y la fricción de nuestra piel hace que mi clítoris se estimule. Noto como empieza el orgasmo, estoy a punto de alcanzarlo. ¡Oh Dios! Allá voy.

Dentro del momento de placer en el que me encuentro le oigo correrse. ¿Ya? No puede ser cierto. ¿Pero qué mierda ha pasado?

Se aparta de mí y se tumba recuperando el aliento. Miro al techo intentando no cabrearme. Pero no puedo. ¡Egoísta de mierda! Lo preparo todo, me compro esta ropa ridícula... ¿Y qué recibo a cambio?. Un polvo rápido. Genial.

Antes de decir nada de lo que pueda arrepentirme después, me levanto de la cama y voy al baño. Me quito la ropa, pensando en si quemarla o destrozarla con unas tijeras y me meto en la ducha.

Le oigo entrar en el baño y abre la mampara. Intento no mirarle para que no vea mi cara de decepción. Le paso el jabón y salgo de la ducha. Mientras me seco, mi cabeza no para de pensar. Desde luego que esto no es lo que esperaba. La ira desaparece y una tristeza enorme invade mi pecho. Me agarro al lavabo e intento contener las lágrimas. ¿Qué mierda está pasando?

Recuerdo sus palabras. Siempre he sido la valiente y esta vez no va a ser distinto. Hablaré con Juan. Sólo tengo que encontrar el momento adecuado. Me visto rápidamente y acercándome a la puerta del baño le grito:

— ¡Juan! Voy a dar un paseo. Ahora vuelvo.

Oigo que dice algo que no entiendo pero no me importa. Me pongo las botas y salgo por la puerta. En el porche miro al cielo y respiro hondo. Tengo que ser valiente.

Soy valiente, la que más.

A mitad de camino   (STAND BY) #BestBooksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora