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El domingo por la tarde estoy sentada en el sofá mientras veo mi serie favorita. Definitivamente quiero un médico macizorro en mi vida. Se oye la puerta de entrada y aparece Claudia sonriendo.

— ¿Qué tal mi compi favorita?

— Gracias por lo de favorita, pero te recuerdo que soy tu única compañera de piso— la contesto— ¿Y tú qué tal? Supongo que bien por la cara que traes.

— No sabes que bien, Ana. Manu es una pasada, tú ya me entiendes— dice mientras se sienta a mi lado en el sofá.

— No me des detalles por favor— pongo cara de disgusto, lo que provoca risas por parte de ambas— Me has hablado tanto de él y todavía no le conozco. Tienes que presentarme a tu amigo— hago el gesto de comillas con mis dedos porque sé que son algo más.

— El sábado podéis conoceros. Hay una fiesta en los bares de la playa. ¿Te apetece ir?— voy a decir que no pero se adelanta a mi respuesta— ¡Venga, porfi, porfi! Dí que sí. Nos lo pasaremos bien.

— No me apetece Claudia. La última vez tuve una resaca terrible, como si fuese la primera vez que bebía.

— Pero eso es porque no sales. ¿Vendrás?— y me sonríe de manera cautivadora.

No me queda otra así que asiento sonriéndola de vuelta. Creo que haberla dicho una vez que sí, ha mermado mis posibilidades de negarme en el futuro a salir.

— ¿Y cuánto tiempo lleváis como amigos, Manu y tú?

— No sé, unos meses.

— ¿Y no quieres tener nada más con Manu?— Claudia me mira como si hubiese dicho algún sacrilegio— ¿Por qué no? Si es tan bueno como dices...

— Lo sé pero no tiene esa... esa... chispa, esa magia, no tiene eso que me hace falta para conocer a alguien de verdad. Tampoco creo que Manu esté buscando novia, sólo somos dos personas adultas pasándoselo bien— suspira, como si hubiese soltado una gran verdad.

— ¿Y conoces esa sensación? La de la chispa que dices— la pregunto. Se queda callada unos segundos y creo que he metido la pata— Perdona, no tenía que haberte preguntado, lo siento.

— No pasa nada Ana— me mira y hace un gesto con las manos para que no me preocupe— es que hacía mucho que no pensaba en ello.

Nos quedamos en silencio, mientras la miro. Parece que se ha sumergido en sus propios recuerdos. Cuando estoy a punto de cambiar de tema, comienza a hablar en voz baja.

— Se llama Ricardo. Le conocí el primer año de carrera. Fue... todo lo que esperaba de un chico y más. Fui muy feliz en aquella época— coge aire y levanta su mirada— pero eso ya pasó y tuve que seguir con mi vida. Eso es todo— me dice mientras sonríe débilmente y se encoge de hombros— ¿Y tú? ¿Lo has sentido?

Ahora soy yo la que se queda en silencio. No he hablado de Juan con nadie que no nos conociera a los dos, que no nos hayan visto como pareja. Creo que me vendría bien una mirada desde fuera, sin contaminar. Miro a Claudia que observa mis gestos, esperando.

— Sí. Se llama Juan y digamos que creí que era el hombre de mi vida, si es que eso existe.

— ¿Hace mucho?

— En realidad no, sólo hace como dos meses que lo dejamos.

— ¿Te puso los cuernos verdad? ¡Es que todos los hombres son iguales!— grita mientras levanta teatralmente las manos hacia el techo y mira hacia arriba.

— En realidad no, Claudia.

— ¿Se los pusiste tú?— ahora me mira asqueada.

— ¡No!— exclamo— nada de eso. Nadie puso los cuernos a nadie.

A mitad de camino   (STAND BY) #BestBooksOnde histórias criam vida. Descubra agora