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He decidido cambiar nuestra rutina. Un viaje es lo que nos hace falta, desconectar del día a día y estar solos los dos. Y sé cuál es el lugar adecuado. Una pequeña cabaña en mitad del bosque a un par de horas de la ciudad. Es un lugar especial para los dos. En aquel lugar remoto de la civilización fue la primera vez que Juan y yo dormimos juntos, la primera vez que fuimos el uno del otro.

Cada vez que recuerdo ese fin de semana, un calor invade mi pecho. Recuerdo perfectamente el momento en que me di cuenta que estaba locamente enamorada. Aquel viaje, aquellas cuatro paredes fueron suficientes para romper todas las barreras y lanzarnos a lo desconocido. Ahora mismo sé que fue lo correcto, que hicimos bien en abrirnos el uno al otro, admitir y disfrutar de la sensación de estar locamente enamorados el uno del otro. Suspiro mientras una pequeña sonrisa asoma en mi boca.

— ¿Y ese suspiro?

Mónica me mira de manera interrogante. Hemos quedado en la puerta del trabajo para tomarnos una cerveza al acabar el día y llevaba cinco minutos esperándola en las escaleras de la entrada.

— Vamos a tomarnos algo y te cuento.


Diez minutos después estamos sentadas en unos taburetes y apoyando nuestros codos sobre la barra, bebemos directamente del botellín.

— Venga, cuéntame.

— He planeado un fin de semana romántico con Juan.

— ¿Dónde?

— En un lugar especial para los dos— sonrío.

— ¿Quieres reavivar la pasión? Pequeña pervertida.

Me hace sonreír porque ha dado en el clavo.

— Exactamente— suspiro una vez más— No estamos pasando un buen momento.

— ¿Por qué? No conozco mucho a Juan pero parece el chico perfecto.

Es una gran pregunta a la que no sé dar respuesta. Nada en concreto y todo a la vez.

— Es complicado— musito. Doy un trago a la cerveza— Sólo sé qué falta algo. No sé explicarlo... Ya no hay tantos ratos buenos. ¿Me entiendes?

— Claro. Se os está apagando la chispa. Es normal Ana, la rutina lo mata todo. O eso tengo entendido porque nunca he salido con nadie durante tanto tiempo.

— Ya. Pero yo no quiero esto. Deseo que vuelva todo atrás, cuando había tanta complicidad y conversaciones agradables. No quiero algo ordinario, quiero un amor que mantenga su chispa a lo largo del tiempo, sin importar lo que pase.

— ¿Y el sexo?

La miro escandalizada.

— ¡Mónica!

— Yo sólo pregunto— se encoge de hombros— El sexo es fundamental.

Me callo porque tiene razón. ¿Tenemos sexo? Sí. ¿Satisfactorio? Para mí no. Se ha convertido en una monotonía, en algo que hay que hacer, sin morbo, sin ganas, sin deseo.

— ¿Y qué puedo hacer? Estoy muy perdida.

— Tu idea del viaje me parece genial. Puede ser una buena manera de volver a conectar entre vosotros y echar un buen polvo— abro mucho mis ojos— ¡No me mires así Ana! Seguro que tú también lo has pensado. Y para eso tienes que comprar lencería sexy y atrevida. Para dar un pequeño empujón a mini Juan.

Me pongo colorada sin remedio al escuchar a Mónica referirse al pene de mi novio de esa manera. No tiene filtro a la hora de hablar, pero a la vez debo darle la razón. Un poco de lencería picante no hace daño a nadie.

Una hora después entro en casa. Juan está sentado en el sofá. Me acerco y le doy un pequeño beso en la boca a modo de saludo y me siento a su lado.

— ¿Qué tal tu día?— me mira con una sonrisa apartando los papeles que tiene en la mano; supongo que son de trabajo.

— Pues ya sabes. María me está presionando mucho. Voy bastante atrasada, teniendo en cuenta que es el último año antes de presentar la tesis. Así que no paro. ¿Y tú?

— Muy cansado— apoya su nuca en el respaldo del sofá suspirando— Cada día parece que tengo más cosas que hacer y menos tiempo.

Ahora es el momento. Abre la boca Ana.

— ¿Y qué te parecería hacer un viaje este fin de semana?— me mira sorprendido girando la cabeza, por lo que decido darle mi mejor sonrisa— Para relajarnos. Los dos estamos de trabajo hasta arriba y podría ser una buena manera de desconectar de todo.

— No sé Ana, tenía pensado pasarme el sábado por la empresa para adelantar trabajo.

— ¡Oh venga! Por favor. Nos vendría bien— acaricio su pelo con la yema de mis dedos— Di que sí.

Se mantiene en silencio. Estoy dispuesta a rogar si hace falta. Necesito estar con él y mejorar nuestra relación. Quiero que volvamos a ser Juan y Ana. Su ausencia de palabras me pone nerviosa. Se pasa las manos por la cara y suspira.

— Está bien.

Sonrío y salto sobre él abrazándole como si no hubiese un mañana.

— Gracias, gracias— le beso la cara repetidamente mientras no para de reírse— Ya lo tengo todo planeado.

— ¿Ah sí?— me mira incrédulo.

— Sí y no te voy a decir a dónde vamos. Es sorpresa. El sábado a las nueve de la mañana salimos.

Le doy un beso y me levanto a prepararme un sandwich. Estoy contentísima y este fin de semana será maravilloso. Pondré todo de mi parte para que sea así.

A mitad de camino   (STAND BY) #BestBooksWhere stories live. Discover now