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—Mu-e-ve-....te!

El grito del gigante fué más fuerte que el chirrido del acero al moverse entre las enormes guías por donde la pesada compuerta se estaba levantando lentamente. Ralph se arrastró por la estrecha apertura y tras un último esfuerzo rodó a un lado mientras la hoja de acero caía con un estrépito cerrando de nuevo el acceso.

—Maldito... hijo..... de.... puta. —jadeó el gigante mientras permanecía recostado boca arriba en el pasillo.

Era la cuarta compuerta que cerraba delante de sus narices para cortarle el paso, a esas alturas era más que evidente que lo vigilaban de cerca y estaban tratando de encerrarlo en aquellos estrechos túneles de acceso.

Había dejado atrás a sus perseguidores, pero aquella ventaja era algo momentánea. Venían tras él casi tan seguro como que alguien lo estaba observando en aquel mismo instante.

Si, ahora podía escuchar los golpes en el metal unos centenares de metros más allá de la barrera de acero que había interpuesto entre él y sus perseguidores.

Ralph se estaba quedando sin opciones.

Por delante se abría un enorme recinto que era en realidad espacio vacío destinado a colocar módulos de mantenimiento. La red de túneles que conectaban las diferentes cubiertas (Y que Ralph solía utilizar como medio exclusivo para moverse de un lado a otro sin aplastar a nadie) creaba una especie de red de subterráneos que el gigante conocía como la palma de su mano.

Trepó los últimos metros para salir del subterráneo y pronto se encontró en la enorme trinchera que unía los diferentes astilleros de construcción con el acceso al almacén central. La mayoría de las vías ferroviarias que se usaban para llevar materiales y componentes de un lado a otro de la enorme fábrica cruzaba esta zona por casi un centenar de puentes, mas ninguno de ellos estaba desplegado ahora y el enorme espacio vacío estaba cubierto por las tinieblas.

Ralph avanzó por el mismo en dirección a las enormes puertas que daban acceso a las Barracas. Como esperaba las gigantescas puertas estaban cerradas por lo que tuvo que golpear el sello de apertura manual y usar su terrible fuerza para separar las enormes hojas de acero de casi un metro de espesor.

En cuanto la abertura fué lo suficientemente amplia deslizó su cuerpo entre las hojas de metal y dejó que las puertas se cerraran a sus espaldas con un fuerte golpe.

El interior estaba completamente a oscuras. El gigante activó la linterna de su traje y examinó con atención la escena. Todo estaba exactamente tal y como lo había dejado hacía unas horas. Lo único inquietante era la luz roja que parpadeaba en el interior del ojo de cristal de aquel extraño drone colgado del techo.

El poderoso haz de luz de la linterna iluminó el fuselaje de la máquina y el metal brilló con un resplandor amarillo.

—¡Ralph!

El gigante se dió vuelta y dirigió la linterna hacia el fondo del dique, donde la plataforma donde trabajaban los obreros de tamaño "normal" se encontraba en su posición elevada. La puerta que daba al pasillo de acceso se había abierto y varias figuras habían entrado corriendo al recinto.

—¡Hal! ¡Nix! ¡Andy! —gritó el gigante de alegría mientras corría a grandes pasos hacia donde el grupo de obreros había aparecido. —¿Están bien?

—De casualidad. —exclamó el joven operario de la grúa mientras se colocaba su casco de seguridad. —Es un infierno allá afuera.

Nix cerró la compuerta de salida y colocó una barra de metal para trabar el mecanismo de apertura mientras Hal buscaba algo frenéticamente en los casilleros donde los obreros guardaban sus pertenencias.

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