e p í l o g o

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Y después de tanto tiempo...

Fue en tu cuarto mes, que supe de ti. En el quinto, pateaste a tu mamá el día de su boda. Porque sentiste nuestro amor y te esperábamos con ansias. En tu sexto mes, hiciste que tu mamá comiera mucho chocolate. En tu séptimo mes, tu hermana te cantaba canciones de cuna mientras te movías dentro de tu mamá. El octavo mes, fue el más maravilloso. Emma nos acompañó al ultrasonido, ahí estabas tú, en una foto tres D, moviendo tu manita y tu corazón se aceleró cuando los tres, te dijimos que te amamos. Incluso tu hermana le volvió a decir a tu mamá que si la podía comer para que estuvieran cerca, y luego abrió su boca para gritar y que tú la escucharas.

Y después de mucha espera, ahora te tengo en mis brazos, viendo esos lindos ojitos, tu pequeño cuerpecito y tu mano aferrada a la mía.

Tu hermana fue mi regalito del año, tú fuiste mi regalito, el día de mi cumpleaños.

Madrid, España. 20 de Agosto, 2018.

Ella gritaba, yo sostenía su mano. Le susurraba que la amaba, que estaba aquí, que no me iría y pronto lo tendríamos con nosotros.

Se escuchó un llanto, y el doctor dijo que era un hombrecito.

Sonreí con felicidad y besé a mi esposa. Era un niño, mi campeón. Iba a ser una locura, una experiencia totalmente distinta a cuando vino Emma al mundo.

Limpiaron su cuerpo, lo pesaron y lo midieron. Sonreí ansioso, ya lo quería cargar, sentirlo por primera vez. Después de muchos meses besando la panza de Kisha, me desvelé por hablarle, sentir sus patadas y ver a su madre vomitar muchas veces.

El doctor me lo pasó a mis brazos y yo acaricio su rostro, así fue cuando dejó de llorar. Era tan pequeño, frágil y con un alma tan pura. Besé su frente con amor y mi hijo abrió su palma, yo le coloque mi dedo, y luego la cerró, aferrándose a mí.

—Hola mi vida, soy tu papá... y... eres precioso. Te amo. —solté unas lágrimas y le arrullo contra mi pecho.

—Quiero verlo —susurró mi esposa, estaba sudando de pies a cabeza, con su pelo despeinado y sus ojos cansados. Lo coloqué con cuidado en su pecho y Kisha sonrió inmediatamente. Acaricié el cabello de ella para peinarlo un poco y me quedé viendo a mi hijo, enamorado. Su nariz se arrugaba un poco y se encogió en donde estaba. Kisha acariciaba su manita que estaba cerrada y le susurraba cosas a su oído. Mi bebé parecía buscar refugio en los brazos de su madre, mientras trataba de abrir sus ojos.

Saqué mi cámara y capturé sus primeros minutos de vida. Era hermoso, tenía una piel morena, cabello castaño y unos ojos marrones vivos... como el chocolate.

—Peso 6.15 libras y cincuenta centímetros. Es un niño muy sano — sonreí y besé la frente de mi hijo, que con unas muecas, supe que iba a empezar a llorar—. ¿Ya saben el nombre?

Intercambiamos una mirada.

Nicolás Berkeley.

Evan André Berkeley.

Jeremy Berkeley.

Isaac Berkeley

Miles de opciones, muchas apuestas, y al final, tanto Kisha como yo, ya conocíamos la respuesta. Desde que Emma nos dijo ese nombre, supimos que el nuevo integrante tenía que llamarse así.

—Nathan Berkeley —dijimos ambos al mismo tiempo y sonreímos. Simple, porque era lo que Dios nos dio, nuestro milagro, nuestro bebé.

Y lo mejor de todo, es que era el mejor regalo de cumpleaños que pude haber pedido.

Hermoso Caos (Beautiful Mess)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora