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Entonces sucedió. El día siguiente y los que vendrían sería como si nada hubiese pasado, como si despertar sonriendo y desnudo, tarareando esa pegajosa canción en la radio, fuese normal cada vez que, de noche, su cuerpo ardiera y diciendo entre gemidos el nombre de su guardaespaldas.

Esa segunda mañana de lunes, se saludaron con un "buenos días" y una sonrisa ligera en los labios. Nada de sonrojos o aquellos clichés del día después, su contrato estaba perfectamente acordado sin necesidad de firmas o palabras; desde que MinGyu dejaba la habitación, todo moría allí. La Señora Jung aun no regresaba, pero tenían una sustituta que se iría al anochecer.

—Buenos días, señor.— Yen les abrió la puerta del automóvil a ambos en ese estacionamiento subterráneo y escaneó el perímetro para asegurar todo.

MinGyu tomó el volante, acomodó los espejos a su altura y en poco tiempo, pasando la barrera de fotógrafos y cámaras, ya se encontraban en camino a la editorial. El joven heredero seguía con su buen humor, pero no podía mantener la vista en el paisaje urbano, pues cada vez que tenía oportunidad, observaba las manos agiles del moreno en el volante. Su cuerpo ajustado en el sillón, el cómo ese traje le quedaba mejor a él que a cualquier maniquí y a ese cuello sin presencias de venas. No, esas aparecían justo cuando subía la velocidad de sus embestidas.

—Llegamos.

WonWoo se sorprendió al verse ya en el estacionamiento de la editorial, pero bajó con la sonrisa en su rostro hasta el ascensor. El más alto entró detrás de él y marcó el piso, sonrieron de nuevo como si fueran amigos de toda la vida y el viaje fue tranquilo.

Lo fue.

Al llegar al piso correspondiente, las puertas se abrieron con una imagen que no esperaban ver del otro lado. El abuelo de WonWoo sonrió satisfecho y entró junto a dos miembros de seguridad, sin darles oportunidad de salir o reaccionar.

—A...abuelo.

—Buenos días WonWoo, MinGyu.

El ultimo saludo casi aplastado, contra la caja metálica, por los gorilas que el anciano llevaba consigo a todos lados. WonWoo notó como uno de los hombres alejó a MinGyu y allí comenzaba a sentirse inseguro.

—Señor, apenas llegaba. —reclamó un poco nervioso, su abuelo no despegaba la vista de las puertas de ascensor.

—Lo sé, te vi entrar. —el olor a una fina fragancia de pino y tabaco comenzaba a inundar las fosas nasales de WonWoo. —Tenemos un evento hoy, ¿recuerdas?

—No me avisaron nada, señor.

—¿Qué? —giró su rostro arrugado para ver con intensidad al menor pero luego lo suavizó al darse cuenta. —Tienes razón, olvidé avisarle a mi secretaria. Vas a tener que apurarte en aprender rápido, mi mente está fallando.

—Abuelo, yo...

—¿Has venido en el Mercedes? —su nieto respondió, ante los ojos de MinGyu, el muchacho que custodiaba era un niño ante la figura del anciano y el más parecido a él. —Bien, leerás el discurso para la prensa y los trabajadores que citamos en la construcción de la fundación. No titubees, no sudes y recuerda, sonríe.

—¿Discurso? —las puertas se abrieron y salieron disparados de nuevo al estacionamiento. MinGyu caminaba rápido tratando de seguirles el paso y a la vez observando a la comitiva que en poco tiempo se había formado.

—Conduce detrás nuestro, muchacho. —habló el gorila más grande de todos con voz grave y profunda. —Halcón uno adelante y el dos detrás del Mercedes negro.

Wherever You Go ►MeanieWhere stories live. Discover now