Parte III

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—Juro que nunca lo he visto... se ponía una máscara blanca y me hablaba con un sintetizador de voz... era un tipo raro, pero mientras se pudiese hacer negocios con él, yo no tenía problema- habló el hombre, visiblemente atemorizado, entre sollozos y temblores. —Ya te lo dije-

Beyond lo miró en silencio, dándose un tiempo para apreciar su propia obra. La sangre de las heridas de los dedos, que le había reventado a base de martillazos, bajaba por los posabrazos de la silla en donde lo había atado y formaba un charco en el piso inmundo de aquel recinto. Debía resultarle difícil e incluso doloroso, respirar por la nariz rota y mucho más complicado aún, verle a través de sus ojos hinchados por los golpes. Su boca, en cambio, estaba en perfecto estado. Su intención había sido escuchar con claridad lo que tenía para decirle, aunque, aparentemente... ese tipo no contaba con la información que estaba solicitándole.

Había pensado en la posibilidad de que ese hombre supiese como era el rostro del que había sido su secuestrador, después de todo, era uno de sus secuaces más cercanos o eso le habían hecho creer.

¡Mierda! ¡Se había equivocado! Y él odiaba equivocarse. Incluso, se había estado arriesgando al investigarlo. Uno de sus matones había logrado apuñalarle en el vientre hacía un par de días. Pero, estaba bien... no importaba. Siempre y cuando pudiese deshacerse de ese tipo, sus errores serían corregidos.

—Confío en que su discurso no falte a la verdad...- habló y comenzó a pasearse por la pequeña habitación que el hombre había estado usando de guarida para escapar de la policía. No había mucho allí, una mesa llena de platos descartables, restos de comida y bebidas, un televisor en un mueble destartalado, un par de sillas, unos colchones tirados en el piso, un pequeño baño; eran más que suficientes para permanecer allí un par de días.

—Si... si... no te estoy mintiendo- se apresuró a decir.

B. miró a los demás cadáveres con detenimiento, le había llamado la atención un pequeño trozo indefinido de plástico. Corriendo con cuidado a aquel hombre, se dio cuenta de que se trataba de una consola portátil, como la que Matt usaba. Poniéndose en cuclillas, la tomó entre sus manos y la observó con curiosidad, estaba tan manchada de sangre que lo más probable era que no funcionase. La limpió un poco en el traje del que había sido su dueño y tocó sus botones hasta que la musiquilla comenzó a sonar causando que sonriese. Luego de eso, simplemente la apagó y la guardó entre sus ropas.

—Pido disculpas por haber detenido mi discurso de manera abrupta... como iba diciendo...- se puso de pie y se acercó al tipo que lo miraba horrorizado —Confío en que sus palabras sean verídicas... sin embargo, comprenderá que resultaría peligroso el permitir que su vida continúe su curso.

—No... ¡No por favor!- sollozó él —Te daré lo que quieras...

—Lo que yo quiero... es información y eso es algo con lo que usted no cuenta.- dijo y esbozó una sonrisa tenebrosa.

-.-

Beyond miró la consola una vez más, en la oscuridad de su habitación. Llevaba acostado un par de horas, sumido en el más completo de los silencios y debatiéndose internamente, que debería hacer con ella.

Sincerándose consigo mismo, le parecía estúpida la idea de regalársela a Matt... ¿Por qué habría de hacerlo? Bueno, en realidad, por qué no, era la pregunta correcta. Secretamente, sabía la respuesta; ver a Matt triste, le había... incomodado, eso era lo que no comprendía. ¿Qué significaba haber tenido esa sensación respecto a su estado?

Quizá, sentía más simpatía por Matt de la que había concebido.

En fin... de igual manera, no le gustaban los videojuegos, así que no sería productivo el quedarse con aquel objeto.

MíngwángWhere stories live. Discover now