Cap 20. Hay tantas cosas que quiero hacer contigo...

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Las cosas no marcharon mejor con el paso de los días, al contrario, iban a peor. Ginny y Hermione ni se miraban a la cara, cuando necesitaban decirse algo siempre lo hacían a través de alguien, casi siempre recurriendo al pobre Neville. Además intentaban evitar estar juntas en la misma habitación. Harry les había preguntado muchas veces a su novia y a su mejor amiga por separado, que había ocurrido para que peleasen así. Pero ambas se cerraban herméticamente, evadiendo sus preguntas con cualquier cosa que no tuviera nada que ver. Harry comenzó a pensar que sus sospechas eran ciertas y comenzó a evitar a su amiga. Se sentía muy incómodo al pensar que Hermione estaba tan enamorado de él, que había sido capaz de sacrificar así su amistad con Ginny.

En cuanto a Ron, estaba de un carácter insufrible, similar al tiempo que Hermione había estado saliendo con Víctor Krum. Peleaba mucho con Harry, que le hacía responsable de todo... Claro, el increíble, el elegido, el maravilloso de su amigo, siempre tan cariñoso con Hermione... le había dado falsas esperanzas. Ron se moría de celos.

Ginny se planteaba a veces denunciar la relación de Hermione y Snape. No es que la espiase, pero sabía que ya por la noche avanzada, cuando se suponía que todo el mundo estaba durmiendo en su cama, Hermione se escabullía por la chimenea y volvía por la mañana temprano, cuando aún nadie se había puesto en pie todavía. Ella ahora tenía el sueño muy ligero, como si estuviera en alerta constante, y no podía evitar oírla. También su pérdida de amistad la había hecho sufrir mucho. La extrañaba tanto... esas risas, esos paseos por el lago, comer golosinas en su habitación a escondidas de los glotones de los chicos...

A veces tenía la tentación de dar su brazo a torcer e ir a buscarla a su habitación. Pero el hecho de que su amiga se revolcase con el murciélago grasiento de la mazmorra... era superior a sus fuerzas. Y no era lo único que le molestaba, ella aún recordaba el dato que Snape supiese la verdadera dolencia de Neville de aquel "fatídico día". Eso confirmaba que Hermione le contaba cosas a su querido murciélago, que éste no dudaba en emplear para hacer daño.

El único que seguía igual que siempre era el pobre Neville, que se había jurado que nunca volvería a probar el alcohol mientras viviese.

Hermione corrió por la orilla que bordeaba lago mirando de vez en cuando hacia atrás, cuando llegó a la altura adecuada, se aseguró que nadie la viera, mirando a un lado y a otro, se adentró en las profundidades del bosque prohibido. La figura oscura y misteriosa del profesor de pociones la esperaba, impaciente, sentado sobre las raíces de su árbol favorito.

-¡Severus!- Dijo la joven con una gran sonrisa y le besó los labios. El profesor dejó a un lado el libro que estaba leyendo, indicándole con la mano que se sentara con él. La chica se sentó entre las piernas de Snape, usando su pecho como un mullido respaldo, como si su profesor se tratase de un cómodo sillón.

-¿Qué tal te ha ido el día?- preguntó curioso el profesor. Aquel día no había tenido clase con ella, así que no se habían visto. Sólo un momento en el almuerzo y en la lejanía. La chica comenzó su parloteo incesante, narrándole que había sido la única capaz en la clase de transformar canarios a partir de la nada. El profesor sonrió, su pequeña era la más inteligente de toda la escuela, eso ya no lo dudaba en absoluto. Le encantaba el sonido de su voz y aquella forma que tenía de mover sus manos mientras relataba las cosas. Snape introdujo sus dedos en el cuero cabelludo de la joven, a forma de peine. Se quedó atrancado a la mitad de recorrido, debido a un gran enredo de pelo.

-Mmm... ¿Has pensado peinarte alguna vez Hermione?

-¡Eh! ¡Ya vale de meterte conmigo! ¿Te has mirado al espejo alguna vez?

No te acerques tanto a mí. (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora