Cap 1. Soledad en la biblioteca

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Su dedo se desplazó por los lomos de aquellos libros con mimo, casi acariciándolos. Se aferraba a ellos como un amante celoso, después de todo, eran su única compañía en aquella absurda existencia que le había tocado vivir. Silenciosos acompañantes de alcoba, no sabía por cual decantarse. A pesar de contar con una gran y surtida biblioteca, los libros que contaba el colegio raramente no habían pasado ya alguna vez por sus manos. Gran devorador de ellos, contaba con muchas horas muertas, después de todo, sus días eran más largos que para el resto de los mortales. Mientras todas las criaturas se abandonaban a su plácido sueño, él tenía que combatir con la lectura de aquellos libros su insomnio constante. Las profundas ojeras que enmarcaban sus ojos eran testigo de ello.

Al principio había combatido su falta de sueño con pociones para dormir, pero abusar de ellas le había producido efectos segundarios como mal humor en su ya recio carácter. También le hacía ver detrás de una neblina, como si estuvieran cubiertos por un tenue velo y sus ojos fueran incapaces de enfocar lo que le rodeaba. Y él no podía permitirse tener sus reflejos mermados, él se hallaba en una completa alerta continua, nunca podría bajar la guardia, llevaba años así y ya estaba más que acostumbrado. Pero a veces, pagaría lo que fuera por dormir una noche entera, sin interrupciones, sin pesadillas ni sobresaltos.

Entonces se percató que había allí algo fuera de lugar. Con un dedo sacó aquel libro, liberándolo de aquella prisión. Un leve gruñido salió de sus labios. ¿Qué hacía una estúpida novela muggle mancillando las distinguidas estanterías del colegio? Frunció el ceño. Las tapas de aquel libro se veían estropeadas del uso y las esquinas de muchas hojas estaban dobladas. Ni conocía el autor ni le sonaba el título. Aunque no era tan extraño, él nunca había perdido su valioso tiempo en leer semejantes tonterías.

Arrojó con desdén la novela sobre una mesa y prosiguió su búsqueda. Siguió mirando los títulos con aire aburrido, pronto tendría que hacer una visita al despacho del director Dumbledore para saquear su biblioteca personal.

Sus ojos se posaron sobre aquel asqueroso libro. Miró con desconfianza a su alrededor, asegurarse que no había nadie cerca. Estaba completamente solo en aquella biblioteca. Alargó la mano, agarró con fuerza aquella novela y se la guardó en uno de los bolsillos de su levita.

Con paso decidido, Severus Snape salió a toda prisa de la biblioteca. Llegaba tarde a la cena y eso no era nada común en él.

-Ginny... ¿De verdad que no lo has visto?- Volvió a preguntar con insistencia. Su amiga resopló un poco harta, ya estaba perdiendo la paciencia. Había perdido la cuenta de todas las veces que se lo había preguntado.

-¡Queeeeeee nooooo!- le dijo por enésima vez a su amiga arrastrando las palabras. - No te preocupes, ya aparecerá...

Hermione Granger rebuscaba desesperada por toda la habitación, no sin antes poner patas arriba toda la sala común de Gryffindor. Había sacado todo el contenido de su baúl en vano, que ahora estaba desperdigado por todo el dormitorio. Era muy importante para ella encontrarlo y los esfuerzos de Ginny quitarle importancia a la pérdida no la animaban. Aquel libro se lo habían regalado sus padres muchos años atrás y le tenía mucho cariño. Lo había leído tantas veces que casi se lo sabía de memoria, pero le fastidiaría bastante perderlo. Intentó hacer memoria para intentar recordar cuándo había sido la última vez que lo había tenido entre las manos... una luz surgió de su cabecita. ¡Claro! Lo había sacado en la biblioteca, mientras buscaba en su mochila un tintero fugitivo. Pero ya era muy tarde para deambular por los pasillos, quizás debería esperar al día siguiente para ir a la biblioteca a buscarlo, pero el hecho de que pudiera extraviarse la angustiaba. Sin dar ninguna explicación salió del dormitorio, ignorando a su amiga que le preguntaba a dónde iba ahora.

La sala común estaba vacía, así que pudo deslizarse tranquilamente por el retrato de la señora gorda sin la mirada interrogante de algún compañero clavada en su nuca.

Los pasillos del castillo a esa hora estaban sombríos y húmedos. Hermione haciendo gala de la valentía de una buena Gryffindor, se desplazó por aquellos pasillos en el más absoluto silencio. Su único miedo era que pudieran descubrirla desobedeciendo una norma del colegio, hacía mucho que había dejado de tenerle miedo a la oscuridad.

Por fin llegó a la solitaria biblioteca. Murmuró el hechizó Lumos y por el extremo de su varita salió una luz azulada. Miró por las mesas, por los estantes, por el suelo... Nada, ni rastro del libro. Sintió una rabia al percatarse de que quizás, por su estúpido descuido, podría haberlo perdido. Ya no tenía ningún sentido que siguiera buscándolo a aquellas horas de la noche. Al día siguiente iría a primera hora de la mañana y le preguntaría a la señora Pince si lo había visto.

Salió enfurruñada de la biblioteca a paso acelerado, dando un leve portazo. Del enfado que tenía se había olvidado que ella, una simple alumna, no debía andar por allí a esas horas y no se cuidó de hacer ruido. Se dirigía a su dormitorio mientras se insultaba mentalmente, cuando una voz ronca y profunda sonó a su lado.

-¡Lumos!

Una varita se encendió muy cerca de su rostro, aquello casi la hace caer al suelo del susto. Pero estaba por venir lo peor, casi le dio un ataque de pánico al reconocer aquella pálida mano que sujetaba aquella varita. El profesor Severus Snape la miraba con cara de desaprobación.

-Vaya, vaya... si se trata de la Señorita Granger.- siseó peligrosamente.- ¿A qué se debe su presencia por los pasillos a esta hora de la noche?

Hermione pudo notar cómo se esfumaba el color de su cara, estaba segura que estaba más blanca que el profesor de pociones.

-Yo... verá...- comenzó a hablar atropelladamente bajo la atenta mirada del profesor, que perdía la paciencia por segundos. - había olvidado algo en la biblioteca y salí a buscarlo...

-¿Tan importante es, que la hace deambular por las noches por los pasillos y no puede esperar a mañana?

-Señor...yo...- titubeó Hermione

-¡Silencio! Cinco puntos menos para su casa por desobedecer las normas del colegio. Y el sábado preséntese en mi despacho a las seis, quizás después de cumplir un castigo se le quiten las ganas de dar paseos nocturnos.- Hermione se quedó petrificada mirando a su temible profesor de pociones.- ¡Y ahora largo!- le gritó haciendo un gesto desdeñoso con la mano.

La chica se apresuró a quitarse de la vista del profesor, había estado a punto de echarse a correr por el pasillo. Menudas las gastaba el muy amargado. Aquel imbécil llenaba su existencia vacía haciéndole la vida imposible a los demás, parecía disfrutar haciéndole la vida miserable a sus alumnos. Pero cómo no iba a estar amargado, con ese aspecto de murciélago lechoso y esa mierda de carácter, seguro que ninguna mujer lo había tocado jamás, ni siquiera con un palo.

-Maldito hijo de...- pensó Hermione mientras entraba por el hueco del retrato.

Si había algo que le repateara es aquella suficiencia con el que Potter y sus amiguitos se pasaban las reglas del colegio por alto.

-Malditos niñatos...- farfulló entre dientes.

Se desvistió y se introdujo entre las suaves sábanas de su cama. Ya se había cansado de dar vueltas por los pasillos, después de pillar a la sabelotodo Granger, había pillado a una pareja de tortolitos besuqueándose en la escalera que llevaba al aula de adivinación. Ya se le habían pasado las ganas de besarse esa noche...

Intentó olvidar el desagrado que sentía por sus alumnos y cogió de la mesita de noche esa novelita que había cogido de la biblioteca aquella tarde. Aún le quedaban muchas horas de consciencia antes que pudiera cerrar los ojos y poder dormir un par de horas...

Estudió la cubierta del libro. En la portada salía el dibujo de un extraño barco, porque en un lateral tenía adherida una extraña rueda. Resopló con fuerza y comenzó a leer "Amor en los tiempos del cólera" de un tal Gabriel García Márquez.



No te acerques tanto a mí. (Sevmione)Where stories live. Discover now