—No estoy en contra de las normas, pero es normal que los alumnos de mayor edad se rebelen contra ellas de vez en cuando. Es mejor tener algún que otro desliz sin importancia de vez en cuando que incidentes más graves.

—Mi madre se volvió hacia mí—. ¿Cuál es tu asignatura preferida hasta ahora?

—La tuya, ¿cuál va a ser? —respondí, y la miré como queriendo decir si de verdad creía que iba a ser tan tonta como para responder otra cosa. Se echó a reír.

—Además de la mía. —Mi madre descansó la barbilla en la mano, saltándose a la torera la norma de no poner los codos sobre la mesa

—. ¿Tal vez Inglés? Siempre te ha gustado mucho.

—No con la señora Bethany. El comentario no me granjeó ninguna simpatía.

—Pues atiende a lo que te diga —dijo mi padre con severidad. Dejó las gafas sobre la mesa de roble con brusquedad, de un porrazo—. Tómatela muy en serio. Qué tonta había sido, pero si era su jefa. ¿Qué ocurriría si corría la voz de que su hija iba por ahí hablando mal de la directora? Tal vez debería dejar de pensar solo en mí para variar.

—Me esforzaré —le prometí. —Sé que lo harás. Mi madre cubrió mi mano con la suya.

El lunes entré en la clase de Inglés decidida a hacer borrón y cuenta nueva. Hacía poco que habíamos empezado a hablar de la mitología y el folclore en la literatura, dos temas que siempre me habían gustado. Si había algún área en que poder demostrarle mis aptitudes a la señora Bethany, era precisamente esa. Aunque estaba visto que no iba a poder demostrarle nada.

—Supongo que relativamente pocos de ustedes habrán leído nuestro siguiente libro de estudio —dijo, a medida que iba repartiendo por la clase una pila de libros de tapa blanda. La señora Bethany siempre olía a lavanda. Femenino, pero muy penetrante

—. Sin embargo, imagino que prácticamente todos habrán oído hablar de él. Los libros llegaron hasta mi escritorio y cogí un ejemplar de Drácula, de Bram Stoker.

—¿Vampiros? —oí que Raquel murmuraba en la fila de enfrente. Nada más pronunciar esas palabras, el aire pareció cargarse de electricidad.

—¿Tiene algún problema con el libro, señorita Vargas? —le espetó la señora Bethany, clavando su brillante mirada de ave rapaz en Raquel, quien daba la impresión de haber preferido morderse la lengua antes de abrir la boca. Le estaban saliendo bolas al único jersey de la escuela que tenía, al que también se le estaban gastando los codos.

—No, señora. —Pues no lo parece. Por favor, señorita Raquel, ilumínenos.

—La señora Bethany se cruzó de brazos, encantada con el modo de conducir la situación. Tenía unas uñas gruesas y extrañamente surcadas—. Si encuentra que las sagas escandinavas sobre monstruos gigantes son merecedoras de su atención, ¿por qué no las novelas sobre vampiros? Raquel estaba perdida respondiera lo que respondiera.

Ella intentaría contestar y la profesora echaría por tierra su argumento, cualquiera que fuera, y así podíamos tirarnos casi toda la hora. Ese era el modo de entretenimiento que la señora Bethany había escogido durante sus clases: elegía a alguien a quien torturar, por lo general para deleite de los alumnos por cuyas poderosas familias sentía una obvia predilección.

Lo más sensato habría sido guardar silencio y dejar que ese día Raquel fuera la cabeza de turco de la señora Bethany, pero no pude resistirme. Levanté la mano, tímidamente.

La señora Bethany apenas me miró.

—¿Sí, señorita Olivier? —Con todo, Drácula no es un libro muy bueno, ¿no?

—Todos me miraron desconcertados, sorprendidos de que alguien además de Raquel se hubiera atrevido a contradecir a la señora Bethany

—. Tiene un lenguaje muy florido y muchas cartas dentro de otras cartas.

—Ya veo que alguien desaprueba el estilo epistolar que tantos autores distinguidos emplearon durante los siglos XVIII y XIX. —El repiqueteo de los tacones de los zapatos de la señora Bethany sobre el suelo embaldosado resonó con fuerza extraordinaria al encaminar sus pasos hacia mí, olvidando a Raquel. El aroma a lavanda se intensificó

—. ¿Lo encuentra anticuado? ¿Desfasado? ¿Quién me mandaría levantar la mano?

—Es que no se trata de un libro que se lea rápido, nada más.

—La velocidad, claro, el criterio por el cual se ha de juzgar toda la literatura. —Las risitas ahogadas que recorrieron el aula me hicieron encoger de vergüenza en mi asiento

—. Tal vez querría que sus compañeros de clase se preguntaran si vale la pena estudiarlo.

—Estamos estudiando folclore —intervino Courtney—. Y los vampiros son un elemento común al folclore mundial. No había salido en mi ayuda, únicamente estaba presumiendo.

Me pregunté si lo haría para hacerme quedar mal o para que Jimin se fijara en ella. Hacía días que procuraba que la falda le quedara lo más corta posible para lucir las piernas al máximo cada vez que se sentaba, pero hasta el momento no parecía haber surtido ningún efecto en él.

La señora Bethany se limitó a asentir en dirección a Courtney.

—En la cultura moderna occidental no hay ningún vampiro más famoso que Drácula. ¿Por dónde empezar mejor?

—Otra vuelta de tuerca —contesté, sorprendiendo a todo el mundo, a mí incluida.

—¿Disculpe?

MEDIANOCHE |BTS y Tu|Where stories live. Discover now