CAPITULO XII

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Cuando por fin me hube calmado, salí corriendo hacia la clase de mi madre, a la que por poco llego tarde. Ella me fulminó con la mirada y yo me encogí de hombros y me apoltroné en uno de los pupitres de la última fila. Entonces pasó de inmediato del modo madre al modo profesora.

—Veamos, ¿quién sabría decirme algo sobre la guerra de la Independencia? — Juntó las manos y miró expectante a sus alumnos. Me arrellané en el asiento, aunque sabía que no me preguntaría en la primera clase.

Únicamente quería que supiera cómo me sentía al respecto. Un chico que se sentaba a mi lado levantó la mano para alivio de todos los demás. Mi madre sonrió levemente—. ¿Y usted es el señor...?

—Jimin. Park Jimin. Lo primero que debería saberse de él es que tenía el aspecto de alguien que podía llevar el nombre de «Jimin» sin que nadie se burlara. Le quedaba bien. Parecía muy tranquilo por lo que mi madre pudiera preguntarle, pero sin la insolencia de la mayoría de los chicos de la clase; solo parecía seguro de sí mismo.

—Bien, señor Park, si tuviera que resumir las causas de la guerra de la Independencia, ¿qué diría?

—Que las cargas impositivas establecidas por el Parlamento británico fueron la gota que colmó el vaso. —Hablaba con facilidad, sin prisas. Jimin era grande y fornido, tanto que apenas cabía en el viejo pupitre de madera. Su postura convertía la incomodidad en elegancia, como si prefiriera mil veces estar repantingado que sentarse derecho

—. Aunque a la gente también le preocupaba la libertad política y de religión, por descontado. Mi madre enarcó una ceja. —De modo que, Dios y la política son poderosos pero, como siempre, el dinero es el motor del mundo. —Se oyeron tímidas risitas por toda la clase—. Hace cincuenta años, ningún profesor de instituto estadounidense habría mencionado los impuestos. Hace un siglo, la conversación habría girado en torno a la religión. Hace ciento cincuenta años, la respuesta habría dependido del lugar de residencia. En el norte, os habrían hablado de la libertad política. En el sur, os habrían enseñado sobre la libertad económica, la cual, claro está, era impensable sin la esclavitud.

—A Patrice se le escapó un bufido desdeñoso—. Y por descontado, en Gran Bretaña habría quien hubiera descrito a Estados Unidos como un estrambótico experimento intelectual condenado al fracaso. Risas de nuevo: comprendí que mi madre se había ganado a toda la clase. Incluso Jimin esbozó una sonrisa, tan encantadora que casi consiguió hacerme olvidar a Taehyung.

De acuerdo, no. Pero esa sonrisa zalamera le hacía ganar muchos puntos.

—Y eso, más que cualquier otra cosa, es lo que quisiera que aprendierais sobre la historia. —Mi madre se remangó la chaqueta de punto y escribió en la pizarra: «Interpretaciones evolutivas»—. La idea que la gente tiene del pasado cambia tanto como lo hace el presente. La imagen en el retrovisor cambia a cada instante. Para comprender la historia, no es suficiente con conocer los nombres, las fechas y los lugares. Estoy convencida de que muchos de vosotros ya os los sabéis. Sin embargo, debéis aprender a distinguir las distintas interpretaciones que se le han dado a los acontecimientos históricos a lo largo de los siglos. Ese es el único modo de tener una perspectiva que resista el paso del tiempo, y es en eso en lo que este año centraremos gran parte de nuestros esfuerzos.

MEDIANOCHE |BTS y Tu|Where stories live. Discover now