CAPITULO XVI

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Sin embargo, por lo visto tendría que admirar a Taehyung de lejos. Por el momento, seguía sola.

—¿Todavía no estás lista? —Patrice se encaramó al alféizar de la ventana. Su esbelto cuerpo se recortaba contra la noche, grácil incluso a punto de saltar hasta la rama más cercana del árbol

—. Los monitores pasarán enseguida. Los monitores de pasillo vigilaban la academia todas las noches, aunque mis padres eran los únicos profesores a los que todavía no había visto merodeando por los corredores, agazapados para abalanzarse sobre quien pretendiera saltarse las normas.

Aquella razón era suficiente para salir cuanto antes, pero seguí intentando arreglarme delante del espejo. «Arreglarse» era la palabra clave. Con unos pantalones de sport ajustados y un jersey rosa claro que hacía resaltar su piel resplandeciente, Patrice tenía una elegancia natural. En cambio yo...

Ya tenía bastante con intentar que unos téjanos y una camiseta negra me quedaran pasables. Sin demasiado éxito, debería añadir.

—Rose, vamos. —A Patrice se le había acabado la paciencia

—. Yo me voy ya. ¿Vienes o no?

—Voy, voy. De todas formas, ¿qué más daba la pinta que tuviera? Solo iba a ir a la fiesta porque no había tenido agallas para negarme. Patrice saltó hasta la rama del árbol y luego se dejó caer al suelo con un aterrizaje tan controlado como la salida de una gimnasta de las barras paralelas. La seguí como pude y acabé raspándome las manos con la corteza. El miedo a que nos descubrieran aguzó mi oído y presté atención a todos los sonidos que nos envolvían: risas en un dormitorio, el susurro de las primeras hojas del otoño en el suelo, el ulular de otra lechuza saliendo de caza...

El frío aire nocturno me hizo estremecer al cruzar los prados a la carrera en dirección al bosque. Patrice sabía abrirse camino entre la maleza sin hacer ruido, una habilidad que le envidié. Tal vez algún día llegaría a tener esa coordinación, pero me costaba imaginarlo. Por fin vimos la hoguera. Habían encendido un fuego a la orilla del lago, lo bastante pequeño para no llamar la atención, pero suficientemente grande para emitir una luz fantasmagórica y vacilante y poder calentarnos a su alrededor. Los alumnos se juntaban en grupos desperdigados, inclinándose para hablar entre susurros o cuando se echaban a reír. Me pregunté si serían las mismas risas que había oído la noche del picnic.

A primera vista, no se diferenciaban de cualquier otro grupo de adolescentes que hubiera salido a divertirse, pero algo vibraba en el aire que agudizaba mis sentidos, algo que añadía tensión a sus movimientos y crueldad a la mayoría de las sonrisas. En ese momento, recordé lo que había pensado al conocer a Lucas en el bosque durante nuestro primer y aterrador encuentro: al mirar a ciertas personas, a veces se percibe algo salvaje bajo la superficie. Pues eso mismo era lo que sentía allí.

Alguien había puesto música en su radio, hipnotizante y suave. No conocía al cantante y no cantaban en inglés. Patrice no tardó en desaparecer entre su círculo de amistades, así que me quedé allí plantada y sola, sin saber qué hacer con las manos. «¿Me las meto en los bolsillos? No, así tendré pinta de imbécil. ¿Pongo los brazos en jarras? Venga ya, ¿cómo si estuviera enfadada o algo así? No. Vale, incluso pensar en esto es patético.»

—Eh, hola —me saludó Jimin. Se me había acercado por la espalda, por eso no lo había visto venir.

Llevaba una chaqueta negra de ante y una botella en la mano. La hoguera le bañaba el rostro con una luz cálida. Tenía el cabello rizado, una mandíbula cuadrada y cejas gruesas. Parecía un tipo duro, un matón, alguien más familiarizado con los puños que con las palabras. Sin embargo, su mirada lo hacía accesible e incluso atractivo, porque en sus ojos se adivinaba la inteligencia y también el ingenio. Además, su sonrisa carecía de crueldad.

MEDIANOCHE |BTS y Tu|Where stories live. Discover now