CAPITULO XVIII

268 22 1
                                    


La palabra «payaso» me hizo pensar que sabía a quién se refería

—J-Hope es el chico que lleva camisas hawaianas, ¿verdad?

—Ese mismo.

—No hemos hablado, pero parece simpático.

—Lo es. Igual podríamos salir un día todos juntos. El corazón me dio un vuelco.

—No estaría mal, pero... Preferiría pasar más tiempo contigo —me lancé. Nuestras miradas se encontraron y tuve la sensación de que habíamos cruzado algún tipo de línea. ¿Eso era bueno o era malo

—Podríamos... Pero... —¿Por qué vacilaba Taehyung?

— Rose, espero que seamos amigos. Me gustas, pero no es buena idea que pases demasiado tiempo conmigo. Ya has visto que no soy precisamente el chico más popular del campus. No estoy aquí para hacer amigos.

—¿Y estás para hacer enemigos? Por cómo os peleáis Kai y tú, a veces lo parece.

—¿Preferirías que fuera amigo de Kai? Kai era un imbécil de marca mayor y ambos lo sabíamos.

—No, claro que no. Solo es que a veces parece que, no sé, que vayas buscando pelea. Es decir, ¿de verdad los odias tanto? No es que a mí me gusten, pero es que a ti... Es como si ni siquiera pudieras soportar respirar el mismo aire.

—Confío en mi instinto. No iba a discutírselo.

—Es mejor no tenerlos en contra si puedes evitarlo.

—Rose, si tú y yo... Si nosotros... Si nosotros ¿qué? Imaginé miles de respuestas a esa pregunta y me gustaron casi todas. Nuestras miradas se entrelazaron con tanta fuerza que parecía imposible desprenderlas. Si la pasión de Taehyung era arrolladora incluso cuando no iba dirigida hacia mí, cuando yo era su objetivo —como en esos momentos, mientras estudiaba hasta el último centímetro de mi cara, sopesando sus palabras antes de pronunciarlas en voz alta— me cortaba la respiración.

—No podría soportar que te hicieran la vida imposible por mi culpa —consiguió decir al fin Taehyung

—. Y habrían acabado haciéndolo. ¿Estaba protegiéndome? De no haber sido una soberana estupidez, habría resultado enternecedor.

—¿Sabes? No creo que tenga ninguna credibilidad social que puedas echar por tierra.

—No estés tan segura. —No seas tan tozudo. Nos quedamos unos instantes en silencio. La luz de la luna se colaba entre las hojas de la enredadera. Taehyung estaba lo bastante cerca para poder reconocer su fragancia, algo que me recordó a cedro y pino, como el bosque que nos envolvía, como si de algún modo él formara parte de ese oscuro lugar.

—Lo he enredado todo, ¿verdad? — Taehyung parecía casi tan azorado como yo

—. No estoy acostumbrado. —¿A hablar con chicas? —pregunté, enarcando una ceja. Con el aspecto que tenía Lucas, me costaba mucho creerle. Sin embargo, no cabía duda de su sinceridad cuando asintió con la cabeza. El brillo travieso había desaparecido de su mirada.

—He pasado muchos años yendo de aquí para allá, viajando de un lugar a otro. Siempre que le cogía cariño a alguien, desaparecía de mi lado de repente. Creo que he aprendido a mantener las distancias con la gente.

—Me hiciste sentir como una imbécil por haber confiado en ti. —No te sientas así. El problema es mío y no soportaría que también fuera tuyo. Siempre había creído que el hecho de haber pasado toda mi vida en un pueblecito había contribuido a no saber cómo comportarme delante de extraños.

Sin embargo, después de oír a Taehyung comprendí que una existencia ambulante podía tener el mismo efecto: el aislamiento y la introversión que convertían la comunicación con los demás en lo más difícil del mundo. Tal vez su rabia se pareciera a mi timidez. Era una señal que ambos nos sintiéramos tan solos, y quizá no tuviéramos por qué seguir estándolo demasiado tiempo.

—¿No estás cansado de esconderte? —pregunté, en voz baja

—. Yo sí.

—Yo no me escondo—repuso Taehyung, pero enseguida se quedó en silencio, meditando

—. Bueno, mierda.

—Podría equivocarme.

—No te equivocas. — Taehyung siguió mirándome, y justo cuando empecé a pensar que no tendría que haber sido tan franca, añadió

—: No debería hacer esto.

—¿El qué? Sentí que el corazón empezaba a latirme con fuerza. Taehyung sacudió la cabeza y sonrió. La mirada picara había regresado a sus ojos.

—Cuando la cosa se complique, no digas que no te avisé.

—Tal vez la complicada sea yo.

MEDIANOCHE |BTS y Tu|Where stories live. Discover now