―¿De qué me perdi?― nadie de los chicos le respondimos.

―De nada― le restó importancia Naira― ¿Tú? ¿Qué tal la pasaste?― le sonrió picara y Atenea la miro maliciosa.

―Bien, de hecho me duele todo el cuerpo― ¿Qué le duele todo el que? Mi cabreo volvió y esta vez era más― y dormí muy poco.

―Me imagino― sus hermanos se fueron no queriendo escuchar su conversación de chicas.

―No te imaginas, estaba muy duro― la mire furioso, mi lado posesivo salió a flote, quería golpear al chico del que estaba hablando.

―Lo bueno fue que te cambiaste de ropa― Atenea asintió, Naira se fue con los demás hacia la cocina.

Solo nos quedamos Atenea y yo, estaba muy cabreado y al parecer lo noto. Salimos hacia las tumbonas, ella se sentó cerca del respaldo y yo al otro extremo, me sentía tenso, estaba tenso, molesto y con ganas de golpear a alguien que ni siquiera conocía

―¿Por qué estas molesto?― me miro curiosa.

―No lo sé, dímelo tu― respondí borde. Me miro con precaución― ¿te la pasaste bien anoche?

―Pues aún me duele el cuerpo, estuve mucho tiempo en una posición incómoda― me levante colérico, no quería escuchar mas― de hecho...

―No quiero escuchar lo bien que la pasaste en la cama― me miro realmente confundida, porque se hacia la que no entendía.

―¿De qué rayos me estás hablando?― la miré desesperado era una cínica― ayer fui a Point Loma― ¿Qué? Relajé un poco mi cuerpo― fui al faro, me que ahí dormida, de que rayos me estas hablado tú.

―De nada― me sentí un estúpido.

―¿Y entonces porque estas tan molesto?― me acuso. Volví a sentarme.

Abrió sus piernas y me jalo hacia ella, mi espalda estaba contra su pecho. Paso sus brazos sobre mis hombros. Comenzó a darme leves caricias relajándome completamente. Suspire satisfecho.

―Estabas molesto― aseguró, no era una pregunta― y me dirás ¿Por qué?

―Pensé que te habías ido con alguien más y me habías dejado plantado como idiota en la maldita tumbona― arreglé un poco las cosas.

―Ya vez que no.

Mataría a cualquiera que se acercara a interrumpirnos. Estaba cómodamente recostado sobre ella. El sol comenzaba a hacerse sentir. Se levantó un poco sacándome de mi ensoñamiento, se quitó la sudadera y quedo con el mismo top que traía ayer. Ayer estuve a punto e decirle que fuera a cambiarse de ropa, pero confiaba en ella, sabía que no lo hacía con intenciones de impresionar a nadie, pero los idiotas que la miraban embelesados no entendían eso. Me pidió que le doblara el chándal y lo hice. Se acomodó de nuevo y yo también. Había lago que rondaba continuamente mi cabeza.

―¿Aun sigues molesta conmigo?― pregunte viendo hacia la piscina.

―Contigo no― sentí un alivio― con tu estúpida pelirroja si― respondió agria. Juliane no era mía, nunca lo fue.

―La odias, verdad.

―Ya encabeza el puesto número dos de mi top cinco de personas mas odiadas― reí, por sus ocurrencias― por cierto, ayer me pusiste el cuerno― levanté la cabeza para verla, recordéque se había hecho pasar como mi novia frente a Juliane― te encontré en una posición comprometedora con Juliane, que puedes decir en tu defensa― me miro suspicaz.

―Ella se me lanzo encima― le sonreí inocente― me tomo por sorpresa, señor juez― se carcajeo, me sentí satisfecho de haberla hecho reír.

La BoxeadoraWhere stories live. Discover now