Capitulo 11

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Maldita sea la hora en la que me deje influenciar por Jayden, ya eran once de la noche cuando a mi hermano le dio un antojo de embarazada. Me arrastro con él para ir por una jodida hamburguesa y a esa hora McDonald ya estaba cerrado, no nos quedó de otra que comprar las hamburguesas en un puesto de mala muerte.

La nauseas de las embarazadas no son nada en comparación con las mías, esa jodida hamburguesa, desde que el hombre gordo y sudado con mugre en las uñas me la entrego supe que algo andaba mal. Tan mal que estoy tirada en mi cama con un bote a mi lado para poder vomitar, si tanta era mi enfermedad que no podía llegar al baño que tenía a escasos cinco metros.

Hoy llegaba Lenno, se supone que tengo que ir al M&P, pero no puedo con mi alma, necesitaba de un lavado de estómago.

―Buenos días― Jayden entro sonriente, se acercó a las cortinas y las abrió, dándome toda la luz en la cara― hoy es un hermoso día, porque no te has levantado aún.

Como se atrevía a violar mis aposentos aun sabiendo que es su culpa que me sienta a morir.

―Estoy tirada en la cama porque...― ¡oh no! Aquí viene.

Tome rápidamente el bote y vacié todo el contenido de mi estómago, cuando termine puede ver la cara de asco de Jayden.

―No me mires así, todo esto es tu culpa.

―¿Por qué mi culpa?― se molestó, pero yo lo estaba más.

―Por tu jodida hamburguesa con millones de parásitos.

Me miro como perrito regañado, pero para su mala suerte conmigo no servía esa mirada.

―Es muy tarde para decir que lo siento― me miro inocente.

―Que den Jayden― cerré los ojos.

―No seas ridícula, ahorita busco algo para que te sientas mejor.

Supuse que iría a comprar algo o por un doctor yo que se. Siendo sinceros no se puede esperar mucho de alguien que siente que se muere cada que le da un resfriado.

―¡Papá!― el grito de Jayden me asusto, lo mire molesta. Ahora tenía dolor de cabeza, y para mi mala suerte el gran Maxwell también respondió gritando― Atenea se siente mal.

Tomé una de mis mil almohadas y sin que se lo esperara le di un golpe a Jayden. Me miro desconcertado por mi acción.

―No era necesario que gritas bestia.

La puerta de mi habitación estaba abierta sin embargo mi padre toco, cuando nos vio a los dos peleando nos reprendió con la mirada y se nos unió.

―¿Qué sucede?

―Atenea tiene náuseas y mareos― Jayden lo miro preocupado, solo era un jodido dolor de estómago no es para tanto. Tomo aire, en su cara solo había seriedad― creo que esta embarazada.

―¡QUE!― no se quien se exalto más, si mi padre o yo.

Jayden salió corriendo riéndose, sin embargo, no se salvó del zapato que le lanzo mi padre, le dio justo en la cabeza y por un momento creí que caería de boca.

―¿Te sientes muy mal?― me miro tiernamente, como hace mucho no lo hacía.

―Necesito un lavado de estómago― comete dramáticamente y mi padre rio.

―Igual de dramática que tu madre― sonrió― llamare al doctor Stone.

Mi padre salió de mi habitación. Trate de arreglarme un poco para verme algo decente para cuando llegara el doctor Stone. Espere a lo mucho media hora cuando tocaron la puerta, es él pensé. Me acomode en la cama, el doctor Stone entro con una sonrisa tan impecable como la de los modelos de la pasta dental. Casi chillo emocionada por verlo, no llevaba la típica bata con la que estaba acostumbrada a verlo ni el molesto estetoscopio, traía puestos unos jeans y una playera negra que se amoldaba a la perfección con sus bien trabajados brazos y su torso.

La BoxeadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora