Capítulo 20

260 24 0
                                    

Tuve que reconocer que, mi vida con Sophia decayó rápidamente una vez que mis padres se fueron. Su actitud hacia mi paso fría a congelada. Evitaba todo tipo de contacto conmigo y tampoco era cortes al hablar. Sus miradas me apuñalaban el corazón. Resignado, abandone toda esperanza de volver a estar en buenos términos. La extrañaba y anhelaba estar con la Sophia de antes, pero en mi corazón sabía que nuestros días juntos estaban contados. Ninguno podía vivir en ese ambiente hostil por más tiempo. Acepte salir con Nora. De cualquier modo, casi no soportaba estar en mi casa. Decidí no decirle a Sophia nada de mi vida privada. Después de todo, no era asunto suyo saber lo que yo hacía con mi tiempo; igualmente ella me miraría con frialdad.

Al estar arriba, en mi habitación, atándome el nudo de la corbata, me di cuenta de que no quería ir a la cita con Nora; nunca quise. Parte de mi quería lastimar a Sophia ya que a menudo ella elegía lastimarme. Nunca creí que Sophia y yo pudiéramos rebajarnos a ese nivel, pero ambos lo habíamos hecho. Ahora era una competencia para ver quién era más malo.

Al verme bajar las escaleras con el frac puesto, Sophia no dijo nada; sus ojos dijeron todo. Le dolía que saliera con una mujer y me detestaba a mí mismo por hacerlo. Salí de la casa sintiéndome por el suelo.

Nora me recibió vestida con un vestido muy sugestivo, demasiado llamativo para una cristiana, si yo hubiese tenido que opinar. Era divertida, pero no era Sophia. A medida que la noche transcurría, veía en ella más cosas de Regina. Al finalizar la velada, ella me invito a su casa a tomar un café, pero decline la invitación.

Manejé en dirección al rio y al llegar me senté en la orilla. La furia que traía el rio era parecida a las emociones que yo sentía. Amaba a Sophia y una distracción pasajera o me daba resultado. "Dios ¿ahora que? ¿Ahora qué? La amo y sé que no puedo tenerla. Dame el coraje para enviarla a su casa antes que terminemos odiándonos".

Trague con dificultad pero el nudo en mi garganta no se disolvía. Me quemaban los ojos; el corazón me dolía. Estaba amaneciendo cuando finalmente me decidí a volver a mi auto y regresar a mi casa. El primer día del año amaneció frente a mí, pero no me sentía contento ni emocionado, solo sentía soledad. El silencio al entrar a mi casa aumento mi dolor.

Anhele despertar a Sophia que dormía en el sofá de la sala de juegos para compartir con Sophia mi miserable estado. Ansiaba verla sonreír, escuchar su voz y acarear su cabello. Me detuve en la puerta de la sala de juegos camine a la escalera, pero sabía que no sería bien recibido. Mis piernas llevaron mi cansado cuerpo hasta mi habitación.

 Mis piernas llevaron mi cansado cuerpo hasta mi habitación

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Escuche la llave al abrir la puerta. Prácticamente no había dormido esperando que el regresara. En algún momento de la noche, toda mi ira acumulada había desaparecido, y lo que quedaba era un increíble dolor. Había escuchado que sus pasos se detuvieron ante la puerta de la sala de juego; me preguntaba por qué.

En mi mente, lo veía junto a Nora divirtiéndose hasta el amanecer. Me la imaginaba hermosa y "sexy", con un atuendo formal, jugando con los sentimientos y el corazón de Henry. No podía resistirse; olas rubias preciosas eran su debilidad.

"Oh Señor, si ella es la mujer indicada para el dame la gracia para aceptarlo, y si no lo es, dale a él la fuerza para apartarse de ella. Lo amo, Señor. Lo amo. Por favor, trae sanidad y perdón entre nosotros."

Una solitaria lagrima se deslizo por mi mejilla cayendo en la almohada, seguida por otra y otra más.

Mire el reloj marcando la hora hasta que fueron las siete de la mañana en California. Thomas y Abigail aun dormían, la noche anterior los había dejado despiertos hasta medianoche para ver por televisión levantar la bola que simbolizaba el año nuevo. Marque el número de mi casa.

— ¡Feliz año nuevo! —me saludo mi papá.

—Hola papi—no pude igualar su entusiasmo.

— ¿Estas bien? —pregunto preocupado.

—He tomado una determinación y te la quiero contar. Me quedare aquí seis semanas más, luego regresare a casa.

—Desearía que estuvieras más feliz al decirlo. Dime que paso.

—Tenías razón. No puedo ser solo la niñera mientras Henry sale con mujeres. No puedo verlo con otra mujer. Mi corazón no está dispuesto a compartirlo. Este año sus padres tendrán un año sabático. Ahora están en un viaje por seis semanas dando conferencias, pero después tiene pensado venir a Nashville y quedarse el resto del año. Eso le daría a Henry tiempo suficiente como para conseguir otra niñera o casarse con Nora.

— ¿Nora?

—Una mujer de la iglesia con la que está saliendo.

— ¿Estas dolida, verdad?

—Sí, pero tú me advertiste.

—Lo sé, pero la advertencia no hace que el dolor sea menor. Te quiero. Llámame cuando lo necesites. Estaré orando por ti más que nunca.

—Gracias, papi. Yo también te quiero, y no puedo esperar para volver a casa.

—Tampoco yo, osita. Hasta luego.

El siguiente mes fue tan frio dentro como fuera de la casa. Ni Henry ni yo parecíamos tener fuerzas para estar enojados. Ya no se golpeaban puertas, ni había miradas iracundas, ni palabras enfurecidas. No había nada más que un frío silencio... una intensa y dolorosa tranquilidad.

Henry rara vez llegaba a casa antes de la hora de irse a dormir, por lo que suponía que pasaba todo su tiempo libre junto a Nora. A menudo, se le veía cansado, y sufría por ello, pero algo no me dejaba demostrarlo. No sabía si era miedo al rechazo, orgullo, o autoprotección, pero nunca me armaba de valor para decirle que estaba preocupada.

Comencé a trabajar en la guardería para no tener que ver a Henry y Nora juntos en la escuela dominical. Decidí también ir al otro servicio religioso para tampoco tener que sentarme junto a él en la iglesia.

Los domingos, Henry y los niños salían de paseo sin mí. Probablemente llevarían a Nora. Henry y yo éramos amables y silenciosos extraños que compartíamos las responsabilidades de criar a sus hijos. A veces el dolor era tal que lo único que podía hacer era llorar...

No te dejaré©Where stories live. Discover now