Capítulo 10

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Mientras limpiaba los trozos de vidrio me preguntaba en que momento de la conversación habría entrado Sophia. Una vez más la señora Hatton había pintado una imagen errónea de mi persona, acusándome de robar la inocencia de su hija. Si tan solo supiera...

Con la ayuda de la señora Hatton no me seria difícil convencer a Sophia que yo no valía la pena. La mamá de Regina se las arreglaba bien para hacerme quedar de la peor manera. Decidí que esa noche le contaría a Sophia la sórdida historia. Mientras tanto, llamaría a Iván para ponerme al día con los asuntos laborales. Al día siguiente volvería al trabajo.

Pase la tarde en mi despacho. Sophia preparó la cena y pasó el día con los chicos. Después de cenar, la escuche tocar la guitarra. Desde mi despacho disfrute varias canciones. Cerré lo ojos y deje que la música calmase mi alma. A pesar de no conocerlas, me di cuenta de que tocaba canciones religiosas. Tocaba bien. Sonreí al reconocer otra cualidad en ella.

Sería una buena esposa para un hombre afortunado. Ese pensamiento me trajo dolor a mi corazón. No había caso en desearlo, no podía ser. Sonreí al recordar el abrazo que me había dado por la mañana. Al correr hacia mí, deseaba levantarla en el aire y darle un beso en los labios; en cambio, me quede quieto.

Su fragancia me había llenado y anhelaba recostarme su sedoso cabello. Deseaba haberle susurrado los sentimientos que me nacía dentro. En cambio, la hice sentir mal por ser ella misma. Suspire. "Deja de pensar en ella, no es para ti". Si fuese tan fácil.

Poco después de las ocho llamo a la puerta.

—Adelante.

—Los niños están listos para ir a dormir. ¿Quieres llevarlos tú a la cama o lo hago yo?

—Yo lo hare. ¿Después podemos hablar?

—Seguro—se le notaba confundida.

— ¿Por qué no esperas aquí? Como corresponde, ¿quieres?

Soné sarcástico sin quererlo. Ella asintió y besó a los chicos antes que se retiraran conmigo.

— ¿Cómo pasaste el día? —pregunté cuando regreso, intentando suavizar el ambiente.

—Bien—Sophia aún se veía confundida y quería tranquilizarla antes de tratar el tema.

— ¿Te sentiste desamparada?

—Para nada. Pensé que me estabas poniendo a prueba ya que mañana será mi primer día estando sola con los niños.

— ¿Estas preparada?

—Absolutamente. Estoy ansiosa de empezar una rutina.

—Mañana abriré una cuenta bancaria para los gastos de la casa y de los niños. De ese modo, si necesitan algo, o si quieres anotarlos en alguna clase para tejer esterilla, puedes hacerlo.

— ¿Tejer esterilla? —Sophia parecía confundida.

—Disculpa, es mi no tan gracioso sentido del humor.

Sophia sonrió.

—Entendido.

—Sobre la señora Hatton.

—Henry, no tienes necesidad de explicar nada. Es la mujer más endemoniada que he conocido y no creo una palabra de lo que dice.

— ¿Crees que deba entregarle a mi hijos?

— ¡Por supuesto que no! Supongo que no estarás considerándolo, ¿o sí? —su voz sonó aguda.

—No, solo me preguntaba que pensabas tú.

No te dejaré©Where stories live. Discover now