Capítulo 9

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¿Cuándo lo había decidido? Lo que había decidido era ofrecerles llevarlos en el automóvil, pero al ver las ojeras de Sophia me di cuenta de que era el responsable de que hubiese descansado mal la noche anterior y me sentí culpable. Había decidió tratarla con indiferencia pero, de alguna manera, al verla vulnerable y cansada por la mañana, mi decisión se esfumo.

—Lavare los platos—dijo Sophia levantándose y recogiéndolos—Ustedes dos vengan conmigo que también lavaremos sus manos pegajosas.

Me gustaba mucho verla con los niños. Era mucho más maternal que lo que había sido su propia madre. Seguía recondene lo joven que era ella; a pesar de que se comportaba con mucha madurez.

—Me alistare y los veré en la puerta principal a las nueve y cuarto.

Tenía que alejarme y dejar de pensar en lo increíble que ella era. Tal como había aprendido en la escuela de vuelo, uno no depende de como se ven la cosas al mirar al frente, sino de lo que los instrumentos indican. Sin importar lo que sentía, mis instrumentos indicaban que Sophia Harris estaba fuera de mi alcance hoy, mañana y siempre.

Nos acomodamos en un banco repleto, casi al fondo de la iglesia. Me senté bien pegado al borde pero no podía escapar de la cercanía de Sophia. Respiraba su aroma y nuestros hombros se tocaban. Sophia, ¿cómo puedo dejar de pensar en ti si hueles tan bien?

— ¿Que te pusiste? —le susurré al oído antes de comenzar el servicio.

— ¿Cómo? —no tenía idea de que pensó ella que le había preguntado, pero su rostro enrojeció.

—Tu perfume. Es muy rico.

Inmediatamente se sintió aliviada.

—Ah, "Romance" de Ralph Lauren.

—Te queda bien—y así era; tenía una fragancia ligera, dulce, sin complicaciones, igual que Sophia.

— ¿Te sorprendió que los niños se comportaran tan bien con los extraños? —me preguntó.

—En realidad, no. A ellos les gusta mucho el preescolar y, de la misma manera, la escuela dominical.

—Pensé que Abigail lloraría, pero se portó muy bien—noté que se sentía orgullosa.

—Gracias por querer a mis hijos.

Estaba conmovido por la devoción que ella les tenía.

— ¿Cómo podría ser de otra manera? Después de todo, amo a su papá—por un momentos me sentí esperanzado—Eres el único casi hermano que he tenido.

—Gracias Sophia por estimarme así.

Fuimos interrumpidos por una alegre voz proveniente del frente de la iglesia.

— ¡Bienvenidos! Que hermosa mañana de mayo para venir a alabar a Dios.

Intente recordar la última vez que había asistido un domingo en la mañana a un servicio religioso. Al poco tiempo de haber conocido a Regina. El dolor me volvió, no el dolor por ella, sino por arrepentirme de los errores que había cometido con ella.

Luego de la bienvenida y de dar algunos anuncios, comenzamos a cantar coros, la mayoría de los cuales eran nuevos para mí. Afortunadamente, las letras aparecían en una pantalla para poder leerlos. Luego el pastor oro e invito a todos a tomar asiento. Comenzó el sermón invitando a todos a abrir sus Biblias en Mateo 18:12-14.

El pastor leyó el pasaje en voz alta: "¿Que os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve, y va a los montes en busca de la descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos."

No te dejaré©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora