Capítulo 6

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Mientras me arreglaba la corbata, antes del funeral, me encontré examinando la rareza de la especie humana. Van a funerales llorando y lamentando, luego van a un lugar predeterminado y comen y disfrutan como si fuese una fiesta. Le tenía más miedo a la recepción en casa de mis suegros que al entierro en sí. Contaba con las oraciones de mis padres para sobrellevar el momento.

Me detuve en el umbral de la sala de juegos para escuchar la pausada voz de Sophia leyendo un cuento. Los dos chicos estaban acurrucados a un lado en el sofá. No me gustaba tener que interrumpir esa tranquila escena, pero, mirando mi reloj, me di cuenta de que había llegado la hora de partir.

—Denle un abrazo a papá—susurre entrando. Los dos saltaron del sofá y corrieron a mi encuentro—voy a volver a buscarlos en una hora, aproximadamente—había decidido que los chicos eran muy pequeños para asistir al servicio, pero los iba a llevar después a casa de los Hatton.

Sophia asintió. Me miro con sus ojos sombríos y conmovió mi alma con su compasión. Sin decir una palabra con la mirada, supe que ella también iba a orar por mí durante el día.

El entierro resulto ser más difícil de lo que esperaba. Llore por el trágico final de mi vida con Regina. Habíamos fracasado. Luego del tormentoso comienzo de nuestras vidas habíamos decaído en espiral. Veníamos de dos mundos diferentes y nos atrajimos apasionadamente, pero no habíamos aprendido a amarnos. Hasta nos habíamos perdido el respeto mutuo y la admiración el uno por el otro.

Mientras miraba la cara sin vida de Regina por última vez susurre:

—Lo siento, Regina, te falle como marido. También te falle a ti, Dios, y a mis padres.

La manera en que Sophia tomo aire frente a la mansión me dijo mucho más que cualquier palabra. La mucama abrió la puerta principal y nos invitó a pasar. Puse mi mano en la espalda de Sophia, empujándola suavemente a entrar. Ella llevaba a los niños de la mano.

De repente apareció la señora Hatton, asemejándose a un perro de presa mostrando los dientes, lista para atacar.

— ¿Cómo te atreves a traerla aquí? —Sophia y yo nos detuvimos repentinamente; mi mano seguía en su espalda.

—Señora Hatton...

—No intentes darme una explicación—interrumpió con un feroz silbido. Sus ojos mostraban odio hacia nosotros dos—Regina nos contó que no recibía amor en su hogar. Tú se lo repartías todo a tus amigas sin dejar nada para ella. Ahora deshonras su memoria trayendo a una de tus amantes a la casa de sus padres en el día de su entierro.

—Señora Hatton—dijo Samuel Harris a mi espalda—ella es Sophia, mi hija. Vino con su mamá y conmigo desde California para cuidar a los niños.

—Oh... lo lamento, reverendo—era la primera vez que escuchaba a mi suegra disculparse— ¿Que iba a pensar? —Preguntó con su dulce acento sureño—Él rompió el corazón de mi hija con su innumerable racha de mujeres. Discúlpenme, por favor—levanto el mentón y se marchó sin mirar atrás.

Baje la mirada hacia Abigail, quien había comenzado a llorar luego del estallido de la señora Hatton

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Baje la mirada hacia Abigail, quien había comenzado a llorar luego del estallido de la señora Hatton. Al levantarla vi que Thomas, con terror en los ojos, se había prendido de la pierna de su papá. Me sentía aterrorizada por la escena, pero una mirada a Henry me confirmo que él estaba mucho más dolido. Su semblante había perdido color y le temblaba el cuerpo. Le latía la mandíbula, la cual tenía cerrada y apretada.

—Tomemos aire fresco—la voz clamada de papá fue un alivio, mientras lo llevaba afuera.

Abigail estaba agarrada de mí, mientras Henry cargaba en brazos a Thomas. Me senté en el escalón y tome a Thomas. Mi papá comenzó a caminar con Henry, dándole animo con lo que le decía. Sufría al verlo tener que enfrentar otra difícil batalla. Instintivamente supe que Henry no era capaz de hacer nada de lo que su suegra lo acusaba. Ore en silencio: "Querido Padre, por favor toca a este hombre con tu consuelo, tu paz y tu esperanza".

—Tía Sophia, ¿porque estaba tan enojada la abuela? ¿Por qué le grito a papi?

Abrace a Thomas y le dije: —Esta molesta, querido. A veces, cuando la gente está dolida o triste, trata mal a otros, cuando no debiera hacerlo. ¿Recuerdas que se disculpó?

Mi explicación pareció contentarlo.

Instantes más tarde, cuando los hombres regresaron, note que Henry se había liberado un poco de su dolor por que tenía los ojos rojos e hinchados. Deseaba decirle algo para hacerlo sentir mejor, pero no tenía palabras. Se sentó junto a mí en el escalón y sentó a Thomas en su regazo, abrazándolo fuerte.

Finalmente, mi papá hablo.

—Vayamos a buscar a la abuela Ashley, estoy seguro de que les dará algo rico para comer. Levanto en brazos a Abigail y tomo de la mano a Thomas. Me sorprendió que papá me dejara sola con Henry después de lo que había sucedido.

Henry se aclaró la garganta.

—Lamento que hayas tenido que presencias lo ocurrido. Te estarás preguntando en que te estarás metiendo. Suspiró y continuo—. Nunca engañe a Ashley. Ella trataba de explicar su comportamiento mintiendo acerca del mío. Nunca ha habido otra mujer, jamás. Si deseas cambiar de opinión sobre la proposición de niñera, lo entiendo. La señora Hatton quizás intente manchar tu reputación.

—No, ella no puede asustarme. Te conozco y no creo que lo que dijo sea cierto. Lo triste es que ella no se dé cuenta.

—Probablemente nunca lo haga. Su voz no daba esperanzas de ello. En su mente yo era un mujeriego, y Regina se llevó la verdad a la tumba.

Extendí el brazo y le apreté la mano. Mis padres me dijeron que el tacto cura al que sufre. Me miro a los ojos y le dije:

—Los que te queremos sabemos la verdad.

Inclino la cabeza y palmeo mi mano.

—Gracias, Sophia, mejor entra antes de que divulguen más rumores. Solo que no quise que pensaras...

—No lo pienso—interrumpí. Me puse de pie y entre a la casa dejándolo solo.

No te dejaré©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora