Capítulo 11

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Sentí el olor a pan horneado al bajar las escaleras, luego de quitarme la ropa de la iglesia. Sophia había empezado a preparar pan en las semanas en que estuvimos juntos. No podía creer que ya habían pasado más de dos meses.

El verano pasaba rápidamente con la agradable rutina y agosto ya se avecinaba. Sophia se amoldaba perfectamente a la familia. Llevaba la casa adelante de manera ordenada, cocinaba deliciosos y saludables platillos y hacia que mi corazón enloqueciera cada vez que me sonreía. Estaba enamorado de ella cada día más.

Los chicos casi ni mencionaban a Regina. No había sido una mamá que estuviese en todo como Sophia. Regina los enviaba a un centro diurno de cuidado de niños o a grupos de juegos para no tenerlos consigo durante el día. Pero Sophia pasaba la mayor parte del tiempo con ellos y sus pequeñas caras mostraban cuanto la querían.

La señora Hatton parecía estar contenta con su horario de visita los sábados por la tarde, lo cual le daba a Sophia una tarde libre por semana. Ella nunca mencionó la custodia de los niños aunque a menudo me preguntaba cuando me tirarían otra bomba. Trataba de orar en vez de preocuparme.

Al entrar a la cocina me encontré con una escena doméstica, muy tranquila. Sophia estaba añadiendo su aderezo de semillas de amapola a la ensalada; tenía el cabello recogido. Deseaba abrazarla por la cintura y besar su cuello de la misma manera en que lo había visto hacer a mi papá; besar a mi mamá miles de veces mientras ella trabajaba en la cocina.

Me había esforzado por mantenerme alejado y desinteresado, pero a veces quería disfrutar la compañía de Sophia. Sabía que mis estados de ánimo, cálidos por momentos y fríos por otros, la desconcertaban, pero no podía hacer nada al respecto. Algunos días eran tan maravilloso estar con ella que no podía retraerme de la situación. Hoy era uno de esos días. Aun así, dándome cuenta hacia donde se dirigían mis pensamientos, cambie de idea. Pero, antes de darme vuelta para retirarme, escuche a Abigail:

— ¡Mira papi! Thomas y yo pusimos la mesa.

—Ya veo querida.

No había visto nada. No le quite a Sophia los ojos de encima. Ella se había dado vuelta para saludarme y su sonrisa me hipnotizo. No olvidaría lo bien que lucía; no de una manera sofisticada como Regina, sino de manera pura y natural.

— ¿Tienes hambre?

Asentí con la cabeza mientras me preguntaba cómo se sentiría Sophia al saber que mi corazón latía solo para ella.

Sentiría repulsión; probablemente yo sería un anciano para ella.

—Siéntate, ya casi está listo.

Sophia inicio la conversación después de que Thomas agradeciera por la comida.

— ¿Te das cuenta de que en pocas semanas nuestro señor Thomas comenzara en el jardín de infantes?

— ¿Nuestro señor Thomas? Así será—le sonreí a mi primogénito—Todavía me acuerdo de mi primer día en el jardín de infantes. Tuve que decirles a mis compañeros mi nombre, mi color favorito y lo que había hecho en las vacaciones de verano—el pobre Thomas no ha tenido vacaciones ¿qué compartirá? no tarde en hacer una sugerencia; cosa que habitualmente hacía.

— Sophia, llevemos a los niños a algún lado esta tarde—su mirada de asombro me hizo reír—. Nos vendrían bien unas mini vacaciones. Conozco un lugar perfecto para hacer un picnic y pasar el día. Fuimos con los chicos el cuatro de julio del año pasado. Te va a gustar. ¿Qué te parece?

—Digo bon voyage. ¿Cuánto tiempo tengo para preparar la canasta?

— ¿Quieres ir después del almuerzo y hacer un picnic a la hora de cenar a las orillas del rio Cumberland?

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