82 días y descontando

1.3K 159 40
                                    

Marco la fecha límite de la concepción en el calendario de la cocina con un brillante y llamativo círculo rojo. Alec, a mi lado, está rojo hasta las orejas, pero es una decisión que hemos tomado ambos. 

Tras usar el medidor de ciclos para averiguar el momento propicio para la concepción, descubrimos que acaba de pasar su último ciclo, por lo que hasta dentro de trece días no tenemos opción a nuestro primer intento. Y también nos dice que tenemos un intento menos de los que esperábamos tener. Cinco días. Cinco intentos. Si fallamos, se lo llevarán. Si lo conseguimos, seremos padres. Sinceramente, no sé que me asusta mas. 

Supongo que la decisión es la mas acertada, lo que mas miedo nos da ahora mismo, por su cercanía en el tiempo, es que lleven a Alec a una granja de reproducción... pero pensando a largo plazo, estoy aterrorizado con la idea de ser padre. Nunca he cuidado de un bebé. Nunca he convivido siquiera con un bebé. No sabría que hacer con él... y me he comprometido a hacerme cargo no de uno, sino de dos bebés. Para que Alec pueda ser libre. Hacer esto sin remordimientos. Sin mas sufrimiento del que ya supone. 

-Lo conseguiremos, Magnus. Ya lo verás. - Le miro con una sonrisa torcida en mi boca, observándolo apreciativamente. -¿En que momento has pasado a ser tú el punto de apoyo? - Le hago una caricia en la mejilla, enternecido al ver que se sonroja todavía más, esa pequeña sonrisa adorable formándose en sus labios. Siento la tentación de besarlos, pero logro contenerme. No debería tener esas confianzas con él, no cuando prácticamente lo violé anoche. 

-Prometo no atarte cuando tengamos que intentarlo, de verdad lo siento por eso. Yo... tu historial... pensé que no me habrías dejado nunca... -Necesito dejar de excusarme. Lo que hice esta mal, y estará mal siempre, ponga en mi cabeza tantas excusas como quiera. -No, tienes razón. No te habría dejado si me lo hubieses pedido. Supongo que aunque no me guste debería estarte agradecido por no dejar que me lleven. Si las granjas de reproducción son reales no quiero ni pensar lo que pasaría si me llevasen allí. 

Pongo una mueca, acordándome de mi socio. Mi amigo, mi protegido. -Créeme. Son reales. He estado en una. Intentando sacar a alguien de allí. -Suspiro, acariciando inconscientemente la fecha marcada en el calendario. -Fue imposible. Lo perdí.

Lo oigo intentar decir algo, pero llevo mi mano a sus labios, negando con la cabeza. - Ni lo intentes. Fue hace tiempo. Necesito ir a la oficina, ¿estarás bien? - ni siquiera espero a verlo asentir antes de coger mi cartera, llaves y abrigo. -No llegaré hasta la noche. No hagas ninguna tontería, Alexander. Y come algo.

La verdad es que no necesito ir a la oficina. No, ellos pueden aguantar sin mi. Solo necesitaba salir de casa. No puedo evitar decaer cuando se trata de él, cada vez que pienso en lo que le sucedió. No quiero que Alec me vea así, no lo merece. Bastante tiene con lo que le espera, con lo que se espera de su vida. No debería pensar en toda mi mierda. 

El lugar ideal para olvidarme de todo es, sin duda, el bar. La bebida es mi compañera habitual de vida, pero desde que Alec llegó hace siete días apenas la he probado, no fuera de las copas de vino que he compartido con él. Oh, y como lo echaba de menos. 

No es hasta el tercer cocktail que empiezo a dejar de pensar en él. En el quinto, ya no recuerdo que tengo un esclavo en casa al que debo fecundar dos veces. Al octavo no recuerdo ni como me llamo.

La noche me encuentra en la parte trasera del bar. Hayden  me conoce bien, sabe cuando debe dejar de servirme... y cuando necesito el pequeño sofá que guardan en el pequeño almacén del local.

Noto la boca pastosa, los ojos pegajosos y la cabeza me da vueltas cuando intento incorporarme. Oh, mierda. Noto como el vómito sube por mi garganta y tengo que hacer un gran esfuerzo para que no salga al exterior. Alec. Oh mierda. He de volver a casa. Consigo ponerme en pie al tercer intento, necesitando de la pared y unas cajas apiladas para mantenerme erecto, pues mi equilibrio está jugandome una mala pasada. Me lavo la cara hasta tres veces en el lavabo de los trabajadores antes de salir al exterior, la estruendosa música que ponen por la noche intentando que estalle mi cabeza. Logro salir del bar, un gesto hacia Hayden en mi camino hacia la salida es suficiente para que sepa que estoy agradecido por todo lo que hace por mi. 

Me cuesta trabajo conseguir un taxi, pues mi aspecto y mi equilibrio no deben ayudar a conseguirlo. Es Albert, uno de los que ya me conocen, quien me recoge y me lleva a casa sin necesidad de que tenga que decirle mi dirección. Sí, quizá es hora de empezar a replantearme mi vida. No es muy normal que los taxistas nocturnos me conozcan borracho, ni los camareros de los bares.

Necesito tres intentos para atinar con la cerradura, aunque creo que en realidad el tercero no he sido yo, sino que Alec ha abierto la puerta desde dentro. -¡Alexander! Siempre tan apuesto. 

-¿Estás borracho? - Me encojo de hombros, dejando caer el abrigo al suelo. -Solo un poquito. -Muestro un espacio chiquitín entre mi pulgar y mi índice, entrecerrando mis ojos como si me costase verlo de lo pequeño que es. Mala idea, un mareo vuelve y me hace tambalear, pero los fuertes brazos de Alexander están ahí. Y me siento mal porque tenga que verme así. Me siento fatal porque sea él quien tenga que cuidar de mi. Me siento horrible por pensar que se siente bien estar en sus brazos. 

No soy realmente consciente de lo que ocurre a mi alrededor hasta que noto el frío en mi cuerpo segundos antes de que el agua recorra mi cuerpo, despertándome de golpe. -¡¡¡Joder!!! - Tanteo con mis manos para cerrar el grifo, lograndolo al segundo intento. Noto entonces una toalla sobre mi cabeza, las manos de Alec moviendose por mi pelo hasta secarlo un poco. Salgo de la ducha sin necesidad de ayuda, pero agradeciéndola de todas formas. Los pantalones empapados pesan lo que no está escrito, así que me los quito rápidamente. Tampoco es que quiera coger un resfriado. Noto el sonrojo en Alec pero en este momento no quiero darle importancia. Solo quiero ropa seca, así que lo esquivo y voy hasta mi habitación, quitando también mi ropa interior antes de ponerme unos pantalones de pijama. -Siento que hayas tenido que verme así...¿Qué haces todavía despierto? - La cabeza aún me da vueltas, pero el dolor punzante en mis sienes es menos intenso que hace unos momentos. Mi vista pasea por la habitación hasta el reloj en mi mesita, el cual marca las 00.41.

-No estaba despierto... pero parecía que iban a atracar la casa, no sabes el rato que has estado jugando con la cerradura. -Presidente Miau entra en la habitación sentándose junto a los pies de Alec, mirándome casi con desaprobación. Maldito gato.

-Siento haberte despertado. Lo siento por todo. -Arrastro los pies hasta la cama, dejándome caer sentado. La habitación aún da vueltas de vez en cuando. Noto el colchón hundirse a mi lado y pronto tengo un vaso de agua frente a los labios, Alec junto a mi asegurándose de que lo beba entero. -Gracias. -Me apoyo en él, cerrando los ojos. Es extraño que estar cerca de él se sienta tan familiar. Tan bien.

-Venga, es hora de que te acuestes. Mañana mas te vale comer adecuadamente. Seguro que no has probado bocado en todo el día. -Sonrío, el sueño venciéndome. -Nop... he comido cacahuetes. ¿Eso cuenta? - Me siento feliz, inmensamente feliz. Una enorme sonrisa adorna mi cara. Siempre he sido esa clase de borracho, me lo han dicho muchas veces. 

-No, Magnus. Los cacahuetes no son comida. -Noto como me mueve, como si mi cuerpo no fuese mas pesado que una pluma. Las sábanas cubren mi cuerpo y reacciono a tiempo para agarrarlo de la muñeca, mis dedos acariciando su suave piel, exhalando mis últimas palabras antes de caer dormido. -Duerme conmigo... por favor... tampoco me gusta estar solo. 



I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora