Reproches (día 2267) parte 2

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-Sólo se conocen bien las cosas si las domesticamos, dijo el zorro. Los hombres no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!- Paso la página, Max y yo metidos bajo las sábanas de su cama, leyendo un capítulo mas de "El principito" a la luz de la lámpara de su mesita de noche. 

Veo como se le entrecierran los ojos y se tapa la boca para intentar ocultar un bostezo. -¿Lo dejamos aquí, monito? Te estás quedando dormido... -Cierro el libro, dejándolo sobre la mesita de noche y retirando el cojín de su espalda, ayudándolo a meterse bajo las sábanas, arropándolo bien justo después de salir de su cama. 

Beso su frente, bajando la intensidad de la lámpara, dejándole siempre un poco de luz hasta que se duerme. -Buenas noches monito, duerme bien.- Sonrío al oír su aguda vocecilla devolviéndome los buenos deseos para la noche y cuando lo veo cerrar los ojos salgo de su habitación, ajustando la puerta tras de mi.

Me estiro para desentumecer mi cuerpo y aprovecho el rato sin el terremoto despierto para recoger los juguetes del salón, lavar algo de ropa y preparar la comida de Max para que se lleve a la escuela mañana. Estoy a punto de irme a la cama cuando mi teléfono suena con un mensaje. ¿Quién escribe a estas horas?

<<Rafa lo sabe. Vamos para allá. Tiene preguntas.>>

Por un momento, me quedo en blanco. Son apenas unos segundos, los que tardo en entrar en pánico. ¿Cómo que Rafa lo sabe?

Me llevo las manos a la cabeza, presionando con fuerza la base de mis manos contra mis ojos, soltando un gemido amargo. Maldita sea, ¿ya? 

Tomo varias respiraciones profundas, hundiéndome en la pared del pasillo hasta llegar al suelo, escondiendo la cabeza contra mis rodillas. Siendo sincero conmigo mismo, ningún momento iba a ser bueno para esto. No se me ocurre ni una sola situación en la que podría haberle dicho a Rafael que soy su padre y que resultase bien. ¿Cómo le dices a un niño de seis años que lo abandonaste?¿Que has estado viviendo a unos pocos kilómetros de él durante cinco malditos años y nunca has ido a verlo, nunca has sabido nada de él ni le has mandado siquiera una felicitación por su cumpleaños? 

Va a odiarme... estoy seguro de que ya lo hace. ¿Cómo he sido tan horrible?¿Cómo he sido capaz de dejar que un alma tan pura tenga que crear sentimientos tan horribles? Y todo por mi culpa.

No puedo evitar girar la cabeza, observando la puerta entrecerrada del cuarto de Max. Siempre he pensado que es un niño feliz. Que lo estoy haciendo bien, mejor de lo que lo hicieron conmigo. ¿Pero y si no es así?¿Y si no soy bueno para él? Magnus... él... lo ha hecho tan bien con Rafa... seguro que sería un mejor padre para Max, mejor que yo. Él lo habría hecho mejor, maldita sea.

Recargo la cabeza en la pared y cierro los ojos unos segundos, queriendo evitar seguir ese tren de pensamiento. 

Es el timbre el que me saca de mis cavilaciones. Tomo una respiración profunda antes de ponerme en pie, limpiando mis pantalones con una sacudida de mis manos mientras camino hacia la puerta. Cierro los ojos unos segundos, mi mano sujetando el pomo con un temblor. 

Cuando abro, Magnus está allí, justo tras Rafa. Sus manos están firmes en los hombros del niño a modo de apoyo y Rafa... tiene sus ojos clavados en mi como dos dagas dispuestas a atravesarme el corazón. 

-Pasad, por favor... - me aparto de la puerta, dejando que ambos entren a mi hogar por primera vez. No es mucho, pero ha sabido mantenernos a salvo a Max y a mi, cálidos y seguros. Nada que ver con el lujoso penthouse de Magnus. 

Noto como Magnus observa la pequeña sala con disimulo, pero Rafa tiene sus ojos fijos en mi, sin apenas parpadear. Mis manos sudan de los nervios, pero sin pensarlo demasiado me arrodillo frente a él, acariciando su suave mejilla con el pulgar, sin despegar mis ojos de los suyos. - Papá te lo ha contado, ¿eh? - lo veo asentir brevemente, el miedo siendo una sombra en sus ojos oscuros. 

El mismo miedo que he arrastrado siempre, que se ha hecho mas grande los últimos cinco años.

 El mismo miedo que me tenía temblando en el pasillo hace apenas cinco minutos. 

El miedo a no ser suficiente. A fallar. A no ser apto. A no ser amado.

Y entonces decido que no. Quizá no seré valiente, ni fuerte. Quizá no merezca ser amado después de los errores que he cometido. Pero no dejaré que Rafa crezca con esa sombra.

Llevo ambas manos a su rostro, fijando mas su mirada en mi si es que eso es posible. -Siempre te he amado, Rafa... y siempre lo haré, incluso si tu decides que no me quieres. Me equivoqué, cometí un error y os abandoné a ti y a papá... pero si me dejas, si me quieres contigo... nunca mas me iré de tu lado. Es una promesa.

Puedo ver el momento exacto en que sus ojos se cristalizan y gira la cabeza para mirar a Magnus, cerca de nosotros, detrás de Rafa, alerta y pendiente. Lo miro yo también y me sorprendo cuando sólo encuentro amor y bondad en su mirada, como tantos años atrás. 

Hace un gesto hacia el niño y este va hacia él. La perdida de contacto físico literalmente duele en mi corazón. Puedo verlo refugiarse en los brazos de su padre, su dulce carita escondida contra el cuello de Magnus, quien lo rodea con sus brazos y susurra algo en su oído que soy incapaz de escuchar. 

Quizá sea el minuto mas largo de mi vida, pero Rafa termina separándose de su cuerpo con un asentimiento, mirando a su padre mientras limpian entre ambos las lágrimas de los ojos del niño; Rafa con fiereza usando sus puños, Magnus en cambio siendo delicado con sus pulgares.

Es entonces cuando se gira hacia mi y sin que pueda tener tiempo de reaccionar cruza rápidamente la media docena de pasos que nos separan y se lanza contra mi, sus pequeños brazos rodeando mi cuello, su rostro pegado contra mi pecho mientras lo abrazo fuerte contra mi cuerpo, no queriendo soltarlo nunca. -Quiero que estés conmigo... y también Max... -suspiro aliviado, las lágrimas corriendo libremente por todo mi rostro. -Quiero que vengáis a mi cumple y que vayamos al parque y al zoo... y que me enseñes a ser mejor con el arco.- Se aparta un poco de mi, sus ojos buscando los míos mientras sus pequeñas manos limpian mis lágrimas. -¿Querrás, papi? 

-Claro que si, mi niño... siempre que quieras, estaré ahí. -Beso su frente y no puedo evitar abrazarlo de nuevo, aspirando su olor sin reservas, tan parecido al que tenía cuando era un bebé. Mi bebé. 

Alzo mi mirada hacia Magnus, que nos observa ya mas relajado sentado en el reposabrazos del sofá. Gesticulo un "gracias" mudo con mis labios y recibo una pequeña sonrisa a cambio y un ligero asentimiento. No se que le habrá dicho, pero sea lo que sea, agradezco infinitamente esta reacción. Ni en mis mejores sueños esta noche acababa con Rafa abrazado a mi, llamándome papi de nuevo, aceptándome en su vida sabiendo que soy su padre.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora