Los accidentes ocurren

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El cuarto mes de embarazo de Alec está llegando a su fin y cada día mis nervios crecen. Tengo sentimientos encontrados. Por una parte disfruto de cada día, de las novedades que este embarazo trae constantemente a nuestras vidas. De las emociones a flor de piel de Alec, quien tan pronto llora por una canción o una película como se ríe a carcajada limpia  cuando Presidente Miau se cae dormido del borde del sofá. 

¿He dicho ya que amo su risa? Es difícil lograr sacar una carcajada de Alec, pero cuando lo hace todo él cambia. Sus ojos se entrecierran, dejando ver unas pequeñas y adorables arrugas. Muestra sus dientes, alineados, blancos y perfectos y todo su cuerpo se sacude con la gracia que solo él puede tener.

El paso de los días nos ha traído al fin una especie de rutina. Yo he vuelto a dedicar tiempo a mi empresa y se que Alec ha pasado las mañanas escribiendo, aunque no me ha dejado leer hasta ahora nada de lo que escribe. Si quiere que lo haga tarde o temprano me lo ofrecerá, no voy a insistirle. Tiene derecho a tener su privacidad, y si escribir le da la libertad que el mundo actual no puede darle, no tengo ningún inconveniente en que lo haga.

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Magnus va a trabajar un día mas, cosa que se me hace ya habitual. Alguna vez le he acompañado y he llegado a hablar con alguno de sus compañeros, ninguno especialmente remarcable. Alguno ha bromeado sobre que al fin alguien saca a Magnus de la oficina... realmente no considero que haga horarios demasiado salvajes. De hecho raro es el día que no lo veo antes de salir de casa y nunca falta a comer. Alguna vez ha tenido que trabajar por la tarde pero lo suele hacer desde casa, y no es común tampoco. 

Me levanto de la cama tras hacer el remolón unos minutos después de que Magnus se vaya. Nunca he sido de dormir mucho, pero el embarazo me tiene agotado. Muchas veces me sorprendo a mi mismo durmiéndome en mitad de una lectura o despertándome cerca del mediodía. 

Me doy una ducha para despejarme, bajando inconscientemente mi mano a mi vientre ya abultado. Las marcas de los abdominales han desaparecido pues Magnus vigila atentamente cada ejercicio que hago y no puedo hacer nada relativo al estómago. Tampoco es que me queje. Sigo asustado por la idea de ser padre, de tener que criar a un niño... pero al mismo tiempo adoro al pequeño que crece dentro de mi cada día un poco mas. 

Salgo de la ducha dispuesto a desayunar. Magnus ha dejado algo de fruta y unas tostadas para mi y solo el hecho de que haya pensado en ello me hace sonreír. -¿Has visto como nos cuida Magnus, pequeño? - Sonrío acariciando el pequeño bulto, sonrojándome ligeramente al pensar en el hombre. No soy capaz de hablar al bebé delante de Magnus, pero durante nuestras mañanas a solas no dejo de hablar con él. Leí en uno de los libros que los bebés escuchan desde el cuarto o quinto mes, así que probablemente todavía no pueda hacerlo... pero me gusta pensar que si. Que escucha mi voz y entiende lo que le digo. Que estoy un poco menos solo en este enorme departamento. 

Magnus quitó el otro día todas las cosas que había en mi habitación... bueno, mi antigua habitación, dado que hace ya tiempo que nadie la usa. -Será la habitación del bebé - dijo. 

Suelo entrar ahí, un par de veces al día. Magnus me ha dado total libertad para decorar la habitación de nuestro pequeño aguacate, pero la verdad, nunca he sido demasiado bueno decorando nada. La casa entera tiene un gusto exquisito, y si yo decoro el cuarto probablemente solo tendrá las paredes azules y muebles que no pegarán unos con otros. 

Me siento en el centro de la habitación, sobre el suelo de madera frío. Definitivamente tenemos que poner una alfombra aquí. El bebé tardará meses en arrastrarse por el suelo a si mismo, pero cuando lo haga no quiero que tope con un suelo frío y áspero. -No te preocupes, pequeño. Lo tendremos todo listo para cuando llegues. Espero por el bien de Magnus que heredes su gusto para la decoración y la moda en lugar del mio, o se desesperará.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora