Inicio de pesadilla

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Natalia y su padre Marco Stracciatella, recién llegaban al aeropuerto de Milán-Malpensa, situado en la provincia de Varese, a 35km de su próximo destino: Milán. Mientras ambos caminaban a retirar su equipaje, Natalia sintió una pequeña vibración en el bolsillo derecho de su chaqueta marrón de cuero. Era su celular. La chica sacó el teléfono móvil, observando en la pequeña pantalla una llamada de su mejor amigo Sebastián.

- ¡Hey, flash! ¿Qué hay? - dijo Natalia al celular en su oído.

- ¡Hey, wonder woman! Veo que has llegado a casa.

- Así es, pequeño tiburón, ¿cómo excusas tu llamada tan temprano?

- Pues, niña ¡DILE HOLA A OXFORD!

- ¿QUÉ? ¿LO HEMOS LOGRADO?

- ¡LO HEMOS LOGRADO, NENA!

- ¡Oh por Dios! ¡ES GRANDIOSO! ¡Muchas gracias por decirme! Luego te hablo.

- ¡Espera! ¿Le has dicho ya?

- No, aún no... Prometo decirle apenas lleguemos a casa.

- ¡Cielos santos! ¡Date prisa! Te adoro, nena.

- No te preocupes, lo haré. Yo más - respondió y seguidamente cortó la llamada.

Natalia miró a su alrededor, intentando localizar a su padre y, cuando por fin lo hizo, corrió a alcanzarlo; él ya tenía en sus manos las dos maletas que habían llevado hacia su recorrido por Asia. Marco nunca ha dejado de ser curioso, por lo tanto, no era extraño que le preguntara a su hija porqué había tardado tanto, pero ella le respondió que simplemente se había distraído mirando una de las tiendas del aeropuerto. A pesar de la tranquilidad que aparentaba el momento, algo sumamente grande perturbaba a Natalia: el hecho de no haberle dicho aún a su padre que se iría a la universidad de Oxford, en Londres - Inglaterra. Aunque no era en otro continente, sabía que su padre no comprendería y no la dejaría marcharse debido al gran dolor y vacío que sentía desde hacía ya 4 años cuando Flavia, su esposa y la madre de su hija se suicidó a causa de esquizofrenia. Aunque Natalia pensaba una y otra vez en una manera adecuada de decirle a su padre lo que para ella representaba una de las mejores noticias de su vida, sólo se dedicó a sonreír e intentar sentirse feliz de estar en casa; había sido un largo viaje, además, no le había gustado demasiado Asia como para querer volver, sólo lo había hecho para acompañar a su padre por última vez en sus negocios porque estaba decidida a realizar su propia vida una vez dentro de la universidad. Caminando hacia la salida del aeropuerto, se preguntaba si era la única con un pensamiento perturbador dentro de esa estructura tan grande. Posiblemente, algunos estarían pensando en llegar rápidamente a casa para ver a su familia o al amor de sus vidas, otros saldrían a trabajar en algún lugar lejos de allí y quien sabe, tal vez algún otro joven pensaría la forma de soltar cierta noticia.

El auto de los Stracciatella aparcó frente a la puerta de salida del aeropuerto, Oscar, el chofer, abrió la puerta trasera del lado derecho, permitiendo al señor Stracciatella y a su hija subir al coche. Seguidamente, tomó su equipaje y lo colocó dentro de la maleta. Minutos más tarde, el mismo auto se detenía lentamente frente a la mansión de la familia. Sonia, la mucama, les abrió la puerta con una agradable sonrisa, como siempre; brindó un abrazo de bienvenida a Natalia y posteriormente al señor Marco.

- ¡Hogar, dulce hogar! - exclamó Marco, seguidamente suspiró. - Creo que ya superamos la parte sencilla del viaje, ahora viene la difícil: desempacar.

- Bien, papá... Sobre eso... Hay algo que debo decirte - comentó Natalia.

- Claro, principessa, tú dirás - contestó su padre.

Condenados por el amor |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora