Vecinos

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El vecindario al que se habían mudado era realmente tranquilo, los guardias paseaban con sus perros durante la noche y los niños pequeños jugaban en los parques donde los juegos primordiales eran los columpios y el sube y baja.  Era extraño, habían muchas casas grandes con enormes jardines bien cuidados, donde chicos y adolescentes se dividían el trabajo de darle mantenimiento por una buena paga; al parecer nadie, a excepción de una señora mayor, se daba a la tarea de arreglar sus propios jardines.

- Buenos días señora Rosa. - saludó como todas las mañanas Yuki al ir por el correo, era normal que la señora, una persona jubilada de unos setenta años, que vivía sola desde hace una década, correspondiera el saludo sentada en césped de su jardín mientras cortaba con cuidado las hojas marchitas de sus bellos rosales blancos.

- Tenga cuidado, dice el periódico que lloverá más tarde. - tomó las cartas del buzón se marchó a casa, seguramente el desayuno ya se encontraba colocado en la mesa y el jugo de naranja recién exprimido se encontraba en su lugar.

- Vendrá mi nieto a vivir conmigo.  Es de tu edad, sean buenos amigos. - ignoró su advertencia, aunque dudaba siquiera que la hubiera escuchado.

- Lo saluda de mi parte.  Que pase bonito día. - sonrió, siempre tenía pendiente por Doña Rosa, siempre sola, en el tiempo que llevaba viviendo con Axel, ni una sola vez había visto que la visitaran, por lo menos ahora tendría alguien con quien pasar la tarde.

Aún no le había dicho a Silvia que ya no vivía con sus padres, pero era algo difícil de explicar a alguien que ya conocía de sobra a su familia, por lo que no podía engañarla con la misma historia que les había contado a todos en el lugar cada vez que preguntaban; siempre decía que eran hermanos, que su madre la había enviado a cuidar de él ya que no era lo suficientemente capaz de cuidarse por sí mismo.

Entró en la casa sintiéndose culpable por mentirle a una señora tan agradable, la consideraba como una abuela, desde la primera vez que llegó con Axel, ella se había comportado de una manera tan amistosa y dulce, que no pudo evitar tomarle cariño.

- ¿Por qué esa cara? - preguntó Axel, sacándose el delantal para evitar mancharse con los preparativos de la comida su traje de trabajo, hoy tenía una importante reunión con una familia que discutía la custodia de una menor.

- No me gusta mentirle a Doña Rosa, siento que le miento a mi abuela. 

- Creo que tu abuela se molestaría si supiera los términos en los que estamos. 

- Dudo eso, mi abuelo era 13 años mayor, ya sé, eran tiempos diferentes y todo eso; pero mi abuela siempre dijo que para el amor no hay edad, que a pesar de que casi duplicaba su edad, su corazón lo había elegido a él.  Por eso no había problema. - Yuki ya se había lavado las manos y dejado el periódico en el lugar de Axel, sabía que le gustaba leer algunas noticias mientras desayunaban, curiosamente nunca descuidaba su conversación con ella.

- Eso es bueno, es liberal.  ¿Quieres visitarla?

- Mi abuela murió tres años después de que mi abuelo falleciera, muchos dicen que no soportó la idea de vivir sin el abuelo.  Lo amaba mucho. - sus ojos se opacaron unos instantes, recordar a su querida abuela siempre le daba sentimientos melancólicos y eso lo pudo ver Axel con toda claridad. 

- Hey, estoy aquí... siempre estaré contigo, no soy tan viejo. - Axel besó su frente, abrazándola por la cabeza, parecía que iba a llorar y no deseaba ver su rostro lleno de lágrimas nunca más, Yuki correspondió el abrazo, podía confiar en él, nunca le había mentido, aunque al principio se mostró algo agresivo e incluso llegó a pensar que lo odiaba con todas sus fuerzas, con el tiempo esa opinión fue cambiando, ahora comprendía el sentimiento de abuela.

Un reemplazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora