Capítulo XV Abel.

25 1 0
                                    

6 de Mayo. Charming. 12:29 a.m

—Reconozco que tienes pelotas, wey.—Alvarez le felicitó de aquella forma tan peculiar.

Rosa se había sentado sobre una de las sillas, el resto permanecía de pie.

—¿Para qué nos has reunido aquí? —Preguntó Tig.

—Os he citado aquí para decirle a Alvarez y a su dueña que esta guerra no les pertenece. Y que por mucho que les pidáis que participen, no lo hagan.

—Es un problema del club ¿Por qué ibamos a pedir ayuda a los Mayans? —Fue Chibs quien realizó aquella pregunta.

—Porque os vais a ver acorralados, con la mierda al cuello y sin una mano amiga. Y eso hará que pidáis ayuda a los Mayans o a cualquier organización que pueda evitar que os raje el cuello. —Respondió Abel.

—Mataste a nuestras putas y nos destrozaste el local, si sigues vivo es porque los hijos así lo quieren.—Alvarez se acercó a él con un gesto amenazante.

Sin dignarse a mirarle, Abel sonrió y habló.

—Ponte unos bonitos zapatos y limpiame el coche, zorra.

Alvarez pareció malentender aquello, interpretó que el mensaje iba dirigido a Rosa y empujó a Abel con fuerza, haciendo que la espalda del chico se pegase a la puerta de madera.

—Habla con más respeto, cabrón. Ni se te ocurre dirigirte así a ella.—Espetó con rabia.

—No hablaba con ella, te lo decía a ti. ¿Por qué no sales ahí fuera y me lavas el coche? Seguro que se te da bien.

Tig sonrió por aquel comentario, le había hecho gracia. A Alvarez no pareció gustarle y se encaró con el chico. La voz de rosa, que habló por primera vez desde que había empezado aquella reunión, calmó los animos.

—Vete fuera Marcus. Yo me encargo.

— Y vosotros también, me gustaría hablar a solas con la señora.

Ella corroboró aquello con un simple movimiento de cabeza mientras se levantaba del asiento. Tig, Chibs y Álvarez salieron de la sala y antes de que pudiesen abandonar del todo el club, escucharon el sonido de una bofetada sobre el rostro de Abel. Con fuerza, le hizo incluso más daño que cualquier golpe de Happy, pero no le importó.

Rosa Gellar era una mujer imponente, rozaba los cincuenta años pero no los aparentaba, se mantenía joven. Vestía un vestido azul oscuro hasta sus rodillas, escotado. Unos zapatos de tacón de vértigo y las joyas que adornaban su cuello, dedos o muñecas apestaban a dinero. Era una mujer de armas tomar, definida en una palabra, exhuberante. No perdía la elegancia nunca y aquella bofetada la había dado con mucha clase.

—Eres estúpido. ¿Me sacas de mi casa para decirme que no me meta en tu guerra? Si te quisiera muerto ya lo estarías pendejo. —Tenía un marcado acento méxicano.

—Vamos Rosa, todo esto solo era una excusa para verte, llevaba semanas sin estar a solas contigo y se me había olvidado lo bien que hueles.

—¿Y lo de mandar a Álvarez a limpiar tu coche? —No le gustaban los comentarios racistas y se notaba.

—Solo quería poner en su sitio a ese espalda mojada, era una broma.

—¿Espalda mojada? ¿A caso sabes lo que significa esa palabra? —Preguntó curiosa la mujer, la conversación la estaba divirtiendo a pesar de estar seria.

—Oh, no. Por supuesto que no, tan solo sé que es ofensivo. Y lo ofensivo me resulta tremendamente divertido.—Él también se divertía con aquella conversación.

Sons of anarchy Next Gen.Where stories live. Discover now