Capítulo X Thomas

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1 de Mayo. Charming. 6.33 a.m

El calor en Charming era abrasador, el calor del verano vivía sus momentos más intensos del año aquel primero de Mayo. Thomas, incapaz de dormir, había decidido salir de casa y pasear, sencillamente caminar para así tratar de dejar atrás todas las malas ideas que le estaban rondando la cabeza desde hacía varios días. Incapaz de dormir, pasaba las noches dando vueltas en la cama, pensando en todo lo que estaba haciendo y el motivo, en cómo había empezado aquel plan que en algunos momentos comenzaba a resultarle descabellado. Thomas comenzaba a dudar de si mismo y del plan que estaba llevando a cabo, pero estaba convencido de que era el único que tenía esas dudas y no quería expresarselo al resto, le haría parecer débil.

Sus piernas le llevaron al lugar que había estado evitando desde que había regresado a Charming, el cementerio municipal. No sentía tener la fuerza necesaria para enfrentarse a una lápida con el nombre de su madre escrito. Aún así, comenzó a buscar ese nombre en la oscuridad. La primera lápida que encontró que llevaba un nombre familiar, fue la de John Teller, su abuelo. Thomas se arrodilló frente a aquella lápida, tenía flores frescas así que alguien había ido a honrar su memoria hacía pocos días.

- Tú lo creaste. - Dijo Thomas en un susurro frente a aquella lápida, no hablaba con nadie, pero sentía que sí le escuchaban, por eso sus palabras sí tenían sentido. - Dime cómo puedo destruirlo.

Estuvo arrodillado frente a aquella lápida durante largos minutos, no esperaba respuesta alguna por parte de su abuelo, pero sí trataba de encontrar la respuesta él mismo. Por fin se levantó con más dudas en su interior, debía seguir buscando y cerca de aquella lápida encontró otro nombre que le resultó familiar. Gemma Teller Morrow.

Al igual que había hecho anteriormente, se arrodilló frente a la lápida de su abuela y en esa ocasión deslizó la yema de sus dedos por el mármol donde las letras de su nombre estaban grabadas. No había flores frescas, ni tampoco flores secas, nadie había limpiado aquella lápida en mucho tiempo y la sensación de abandono le causaba nauseas.

—No te guardo rencor, Gemma. Tú no eres culpable por lo que hiciste.—Thomas sabía la verdad, la forma en la que su abuela había matado a su propia madre, pero no consideraba a la primera culpable de todo aquello.—Prometo traerte flores y cuidarte como tú lo hiciste con mi familia; Rezaré por ti abuela.

Entonces besó la yema de sus dedos y con ellos volvió a tocar la lápida. Se levantó una vez más en busca del nombre que había ido a buscar. Ese nombre le costó más tiempo encontrarlo, el tiempo que tardó el sol en comenzar a salir, tiñiendo el cielo de un azul oscuro. Pero al fin llegó a la tumba de su madre, donde tampoco había flores frescas, nadie se había acordado de ella y se notaba en lo descuidada que estaba su lápida. Se arrodilló una vez más, comenzaban a dolerle las rodillas pero el dolor no era importante en ese instante.

—He salido de casa sin saber que mis piernas me traerían hasta aquí. Y en la oscuridad he buscado tu nombre. Sé que puede parecer que estoy loco, pero no es así Tara. Es extraño querer a alguien a quien no conoces de nada, alguien a quien solo has visto en fotografías antiguas, alguien que te ha dado la vida. Tengo un gran vacío dentro y las dudas se apoderan de mi, todo esto que hago lo hago por ti y no sé si desde el cielo me estás dando tu aprobación. No soy el hijo que toda madre desea, pero me gusta pensar que habría sido un buen hijo. Del mismo modo que pienso que habrías sido una madre genial. Te he visto en fotos ¿Sabes? Tienes la sonrisa más bonita que he visto en mi vida.

Thomas había comenzado a llorar, un nudo se había formado en su garganta y las lágrimas se deslizaban por su mejilla hasta terminar por caer sobre la propia lápida de su madre. Hubiese seguido así durante toda la noche, pero un sonido atrapó su atención y le puso en alerta.

No era una amenaza o al menos no lo parecía. Era una vagabunda que arrastraba su carrito por el cementerio, por lo que podía vislumbrar Thomas, tenía la cara manchada, la ropa rota y el pelo enmarañado. Thomas desconfiaba de aquella mujer, pero algo le hizo acercarse a ella.

Aquella mujer le miró con desconfianza y miedo, pero Thomas habló para tratar de calmarla.

—A mí también me asustan las personas ¿Sabes? Pero no voy a hacerte nada.

Aquella mujer no habló, pero ganó algo de confianza con Thomas, pues dio un paso al frente para acercarse más a aquel chico.

—Si estoy aquí es porque trato de encontrar respuesta a todas las preguntas que hay en mi cabeza.

Thomas seguía hablando con un tono de voz calmado, tratando de ganarse la confianza de aquella mujer por la que sentía una gran curiosidad. Aquella vagabunda elevó su mano para acariciar la mejilla de Thomas, aún mojada por las lágrimas derramadas sobre la tumba de su madre. El contacto tan humano y la sinceridad que Thomas sintió, fue suficiente para que siguiese hablando.

—Dime que apruebas todo lo que estoy haciendo, dime que las dudas son normales y que todo va a salir bien. Por favor dime que me estás viendo y me proteges.

Thomas agachó la cabeza, era una llamada desesperada a la seguridad que no tenía, una llamada al cariño, una llamada a su madre, a la cual había visto en aquella vagabunda, la cual sin mediar palabra, se acercó a Thomas y depositó un beso sobre la mejilla que había acariciado con anterioridad, el olor que percibió el chico fue suficiente para saber que estaba en lo cierto. Olía a hospital y a crema de manos.

La mujer se separó de él tras besarle y sonrió a Thomas con dulzura antes de asentir con la cabeza y agarrar su carrito para seguir con su camino hacia ninguna parte.

—Sigues teniendo la sonrisa más bonita que he visto en mi vida. - Susurró Thomas quedandose allí plantado, de pie, viendo como la mujer se iba hasta desaparecer y cómo le quedaba el recuerdo del tacto de sus dedos y el beso en su mejilla.

Sons of anarchy Next Gen.Where stories live. Discover now