Capítulo VIII Tig.

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17 de Abril. 11:13 a.m

Tig paseaba en silencio por la capilla, escuchaba las preguntas que formulaba su presidente y el resto de sus hermanos a Lyla, la cual decía lo mismo una y otra vez, no sabía nada de lo que estaban haciendo sus hijos. La mujer temblaba y sus ojos estaban hinchados, llevaba más de veinte minutos llorando sin parar, aquello no ayudaría en aquel momento, las lágrimas no devolverían la vida a las doce personas muertas la noche anterior.

Tig no había abierto la boca en ningún momento, llevaba días callado, asimilando que su hija quería matarle, aquello le afectaba en exceso y a pesar de que el resto de miembros del club decían que no era el culpable, él no pensaba lo mismo. Se culpaba por la muerte de su otra hija, por haber abandonado de aquel modo a Fawn y por no haber sido un buen padre.

Tenía que hablar con ella, es lo que se repetía una y otra vez, necesitaba encontrar el lugar donde su hija se escondía y explicarle todo lo que había hecho mal, disculparse y si era necesario sacrificarse por el club, no le importaba morir si con su muerte lograba ganarse el perdón de Fawn, pero sabía que no sería tan fácil.

—¿Crees que dice la verdad? —Le preguntó Chibs en un susurro, el resto estaba al otro lado de la capilla y no podían escucharles.

—Solo hay una forma de comprobarlo. —Respondió Tig.

Apartó a Rata para poder plantarse delante de aquella mujer, entonces cogió una silla y se sentó frente a ella para de ese modo sacar su arma, una pistola y sujetarla en la mano.

—Vas a contarme toda la historia punto por punto, sin dejarte ni un solo detalle, contando todo lo que crees que nos puede ayudar para encontrarles. Si en algún momento tengo la sospecha de que me estás mintiendo, te mataré. Y si cuando hayas contado toda la historia, no nos has ayudado, te mataré otra vez y me follaré tu cadáver encima de esta mesa ¿Estás de acuerdo?

Lyla negó una y otra vez, nadie la había tocado un solo pelo desde que había comenzado aquel interrogatorio, pero Tig estaba dispuesto a hacerlo, así que esperó con poca paciencia a que ella comenzase a hablar.

—Está bien, diré toda la verdad, pero por favor no les hagáis daño. —Suplicó Lyla.

—¡Habla! —Exigió Tig alzando la voz, lo cual intimidó lo suficiente a la mujer para que comenzase a hablar.

—Todo empezó hace unos cinco meses, era época navideña y yo no tenía dinero. No es fácil para una ex-actriz porno encontrar un trabajado alejado de ese mundo y los trabajos temporales no eran suficiente para pagar la casa y alimentar a tres hijos. Un señor del barrio en el que vivo me propuso un negocio, sabía a lo que me había dedicado y quiso trabajar conmigo. Porno casero, ahora se lleva mucho. Me propuso mucho dinero por hacer un trío con él y con su hijo, grabarlo y poder subirlo a internet. En principio me negué, pero era navidad y estaban a punto de quitarme la casa. El trío salió bien, me trataron bien y me pagaron por ello, pero a los pocos días el vídeo porno comenzó a circular por el barrio, el hijo de aquel hombre difundió el vídeo por el instituto, por el vecindario y pronto los chicos se enteraron.

Lyla tomó aire antes de continuar contando aquello, seguía llorando sin cesar y contar aquello le estaba suponiendo un gran esfuerzo, había demasiada gente delante.

—Los chicos se enteraron y tuvieron problemas en el instituto, por lo que sé, solo se defendían de la gente que se reía de ellos, sus amigos les dieron de lado y comenzaron a juntarse con gente peligrosa. Mafias de barrio, el vídeo dejó de circular y nadie ha vuelto a hablar sobre aquello, pero a cambio mis hijos tenían que hacer algunos trabajos para aquella gente.

 Hace unas semanas me dijeron que debían marcharse, que tenían un trabajo importante que hacer y que tratase de esconderme de todo el mundo. Pero no me dijeron dónde iban ni cuando volverían, me dijeron que me llamarían y que me mandarían dinero para no tener que hacer más ese tipo de trabajos. No podía negarme y ellos no iban a dar marcha atrás, les conozco.

Todo el mundo escuchó aquella historia con atención, no esclarecía nada, tan solo que no estaban en un trabajo de verano como ella había dicho y que realmente estaban con gente peligrosa.

—¿Mafias de bariro? — Preguntó Emma para que Lyla la sacase de dudas.

—Sí, gente que controla el territorio del barrio, gente peligrosa.

—¿Entre esa gente había un chico rubio? Rubio, musculado y alto. —Chibs trataba de saber si Abel estaba entre ellos.

—Sí. Parecía ser el jefe de aquella banda. A la banda la había visto más veces, pero aquel chico le empecé a ver cuando empezó a circular el vídeo por el barrio. —Respondió Lyla con cierta duda, recordando algo a lo que ella apenas le había dado importancia.

—Abel. —Dijo Tig antes de levantarse de aquella silla y guardar la pistola.

—Les reclutaron, seguramente después de ayudarles les dijeron quienes eran y les contaron la historia de la muerte de su padre y de su madre. Les tiene engañados. — Dedujo Chibs pasando la mano por su cabeza.

Lyla señaló a la puerta y gritó para evidenciar algo que todos vieron enseguida.

— Es él, él es quien estaba allí.

Alguien había entrado en la sede del club, captando la atención de todo el mundo.

— Malnacido...—Susurró Tig cuando se percató de quién era.

Sons of anarchy Next Gen.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt