Capítulo XIV Abel.

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6 de Mayo. 12:16 a.m

La reunión era a las doce en punto de la mañana, llegaba tarde a proposito, a sabiendas de que a Rosa no le gustaba que la hiciesen esperar. Pasados quince minutos de la hora en la que se habían citado, el coche que él pilotaba entró en el recinto del taller. Nunca había visto tantas motos aparcadas en aquel lugar, la filial de Samcro, la de Nevada, la de Tacoma, los Mayans, los hombres de seguridad de Rosa...

—No te entretengas mucho.—Le pidió Fawn, sentada en el asiento del copiloto. En el asiento de atrás iba Thomas, que había querido acudir a la reunión.

—Lo solucionaré rápido. —Aseguró Abel antes de bajarse del coche.

Fawn y Thomas también bajaron aguardando sentados sobre el capó del coche. Los Mayans y los hijos estaban reunidos en pequeños grupos repartidos por el recinto, charlando, riendo y compartiendo cerveza, la hermandad entre ambas bandas era real. Entre todas aquellas personas, Abel solo buscaba a una con la mirada, cuando la encontró, sacó del maletero del coche un tubo de hierro macizo de pequeño tamaño.

—¡Tenemos un asunto que arreglar tú y yo! —Gritó Abel en dirección a aquella persona.

—¡Aquí me tienes gilipollas!—Respondió Happy mientras cogía una llave inglesa del taller.

—Empieza la acción.—Escuchó decir a Fawn en un susurro.

Abel y Happy se encontraron a medio camino, el resto de personas miraba atenta la pelea que iba a suceder, ninguno tenía intención de intervenir y a pesar de ir armados con objetos que podían causar mucho dolor, ninguno de los dos hombres dio marcha atrás. Se encontraron en el centro justo antes de que comenzasen los jaleos por parte de los espectadores y allí fue Abel el primero en golpear con la barra de hierro en la mano que sujetaba la llave inglesa de Happy.

No iba a ser una pelea fácil, estaba convencido de aquello y a pesar de haber dado el primer golpe y desarmado a su rival, él también se vio sin la barra de hierro gracias a una patada de Happy. Uno contra uno sin armas, demostrar su valía. Los golpes se sucedían entre uno y otro sin encontrar un claro ganador. Happy parecía llevar la delantera, golpeaba con fuerza contra el chico, que respondía utilizando la misma fuerza y algo más de agilidad gracias a su juventud. No tenía tanta experiencia, pero tenía motivos para pegar a aquel hombre y eso hacía que la pelea fuese realmente violenta. El sabor de su sangre, el sudor, la sudadera que llevaba se rompió enseguida. Se sentía realmente vivo peleando contra aquel hombre. Por el suelo, de pie, uno encima de otro y viceversa, tardó más de lo que esperaba en tener a Happy a su merced. Pero lo consiguió, el miembro del club apenas podía lanzar golpes y Abel le tenía practicamente destrozado. Le golpeaba una y otra vez con sus puños y estaba dispuesto a acabar con su rostro, presa de la excitación y la violencia. Hasta que escuchó una voz de mujer que ordenó que la pelea se detuviese. Entonces unos Mayans le agarraron para separarle y él no puso resistencia, era una orden que debía obedecer.

—Si te vuelves a acercar a mi hermano te mato, hijo de puta.—Entonces escupió sobre el cuerpo convaleciente de Happy.

No celebró la victoria, regresó al coche para quitarse la sudadera y la camiseta blanca hecha jirones y manchada de sangre y ponerse una camisa exactamente igual que sacó del maletero, iba preparado para aquello.

—Bonita pelea.—Admitió Fawn.

Abel no respondió, regresó a la zona en la que se encontraban todas aquellas personas para entrar así en el interior del club, en la capilla donde se reunían los hijos de la anarquía. Entró allí acompañado de Chibs, Tig, Rosa y Alvarez. Los altos mandos, el resto se quedó fuera.

Sons of anarchy Next Gen.Where stories live. Discover now