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Cada voz es distinta. La cadencia, la musicalidad, la entonación, cada pequeño detalle que pasa desapercibido convierte la voz, tu voz, en algo único, reconocible.

Su voz es así. Mi cuerpo reacciona al oírla: mi pulso cambia de ritmo, mi sonrisa asoma a los labios. Con el móvil de la mano voy andando por los pasillos de la Universidad en busca del laboratorio número cinco, que con el paso del tiempo se está convirtiendo en mi segunda casa.

—  ¿Qué tal has dormido?— me pregunta.

— Muy bien. Me he levantado con las pilas cargadas.

— Anoche cuando llegué a casa ya estabas en la cama.

Me parece notar un tono de reproche en sus palabras, así que intento justificarme:

— Estaba agotada, ayer fue un día muy largo. Además tú tampoco estabas cuando me he levantado esta mañana.

Sé que le pueden molestar mis palabras, de hecho las posibilidades de que me responda de manera brusca han aumentado notablemente desde hace cinco segundos; pero qué queréis que os diga, si él puede reprocharme mis horarios ¿qué me quita a mí la posibilidad regocijante de devolverle el comentario, más teniendo en cuentam los horarios infernales en su empresa?

— Tenía mucho trabajo cariño. Se llamaban responsabilidades, Ana.

Me fastidia su voz condescendiente, como si estuviese diciendo algo demasiado obvio como para tener que explicarlo. Ambos sabemos utilizar muy bien las palabras, tanto para lo bueno como para lo malo. Cuatro años juntos tienen sus consecuencias, buenas y malas supongo. Si las pusiese en una balanza, ¿hacia dónde se inclinaría?

— ¿Ana?...¿sigues ahí?

— Sí, claro— digo rápidamente.

— ¿En qué estás pensando?

— En nada— respondo poniendo mi mejor voz— Hoy me quedo a comer en la Universidad. Tengo que terminar algunas cosas.

— Yo también tengo mucho jaleo en la oficina— oigo una voz que le llama— Cariño te tengo que dejar que me están esperando para una reunión.

Estoy trabajando en mi tesis. Llevo tres años en ella y estoy realmente contenta con esta parte de mi vida. Estudié Agrónomas y una vez graduada, entré en el departamento de Botánica. A Juan lo conocí mientras él estudiaba Administración y Dirección de Empresas, y un año después de graduarse empezó a trabajar como becario en una gran empresa de consultoría. Me acuerdo cuando me llamo aquel día que supo que tenía el puesto y lo contentos que estábamos. Él, porque podía empezar su carrera profesional en una gran empresa y yo... sólo por oír su voz, tan alegre. Éramos tan felices. Vuelvo a utilizar el pasado. Éramos.

Cuelgo el teléfono y vuelvo a mi puesto. Cuando entro en el laboratorio, me encuentro con mi jefa, la directora de mi tesis, María.

— Ana, ¿dónde estabas?— y sin dejarme contestar sigue hablando— necesito que me cuentes cómo llevas el último estudio. ¿Dónde están las placas de Petri?

Señalo a las neveras del fondo de la habitación. María anda de manera resuelta hacia allí y yo la sigo como un perrito. Hoy va a ser un día muy largo.









Miro la hora en el teléfono móvil. 20:35. Bien. Me da tiempo a llegar al supermercado antes de que cierren. Llevo todo el día pensando en hacer una buena cena con un poco de vino tinto, y pasar un rato agradable, charlando con Juan. Realmente necesito un tiempo con mi chico, mi mejor amigo, para acabar este día con algo bueno. Últimamente no tenemos muchos de esos momentos.

— ¡Hola!— grito, tirando las llaves encima del mueble del hall y cerrando la puerta con el pie. Juan no contesta y toda la casa está a oscuras. Supongo que se le ha complicado todo en el trabajo. Otra vez.

Me quito la chaqueta y la tiro sobre el sofá. Seguimos sin comprar el perchero porque no nos ponemos de acuerdo. Él está empeñado en que sea de pie pero a mi me parece un cacharro ahí en medio del recibidor, así que yo me inclino más a comprar uno de pared. Y así seguimos, sin un sitio donde poner los abrigos cuando llegamos a casa.

En la cocina dejo las bolsas de la compra encima de la mesa y empiezo a sacar los paquetes y botellas. El menú es sencillo, pero son platos que nos gustan a los dos. Además estoy demasiado cansada para cocinar algo más complicado.

Me cambio de ropa y me pongo cómoda. Después de sujetarme el pelo en un moño alto y lavarme las manos, estoy lista para preparar el guacamole, los hojaldres rellenos de champiñones y colocar el  jamón en un plato. Descorcho el vino y me sirvo un poco en una copa. El sonido del líquido cayendo y su gorgojeo al salir del cuello de la botella me resultan reconfortantes. Bebo un sorbo y pienso si me falta algo por hacer, mientras recorro con la mirada la encimera de la cocina. No. Está todo listo, sólo me quedaba sacar los hojaldres del horno.

Pongo un poco de música y coloco los platos.  En ese momento oigo la puerta y a Juan entrando por la puerta. Cojo la otra copa de vino y voy a su encuentro.

— Hola mi amor— le digo mientras le lanzo mi mejor sonrisa.

— Hola Ana. Vaya día— y pasa a mi lado sin darse cuenta que tengo las copas de vino en la mano.

Le observo quitándose la chaqueta y los zapatos, mientras bebo un sorbo de vino para que no se note que mi sonrisa ha desaparecido.

— ¿ Y esto?— me dice, mientras mira la mesa y la comida.

— Nada... Sólo la cena.

Intento que mi voz sea lo más neutra posible. Después de cómo ha llegado a casa, sin mirarme siquiera, me siento un poco estúpida.

— Pues ya que está hecha, cenemos— me dice.

Me siento. El silencio se puede masticar y sólo la música y el ruido de los platos y cubiertos se escucha. Empiezo a pensar en algún tema de conversación y me doy cuenta de que es patético. Juan ni siquiera me mira; en ningún momento levanta su mirada hacia mi. Suelto un pequeño suspiro que se escapa sin querer de mi boca y sigo masticando aunque ya no tengo hambre.

— ¿Te pasa algo cariño?

Qué pregunta más estúpida. Niego con la cabeza y me concentro en el trozo de pan que tengo en las manos. Bebo un gran sorbo de vino para tranquilizarme. No pasa nada Ana, me repito en mi interior como un mantra. Tengo demasiada imaginación y me pongo siempre en lo peor. Juan está cansado, lleva toda la semana trabajando mucho para un proyecto y ha dormido pocas horas estos últimos días. Sólo es eso. Sólo está cansado...

A mitad de camino   (STAND BY) #BestBooksWhere stories live. Discover now