—¿Qué eres? —pregunta en cambio.

—¿Cómo que qué soy? Soy una bruja. —Omito la parte de ser sirena.

—Perteneces al mar. —Alza una ceja mientras dice eso, sabe exactamente qué clase de criatura soy—. ¿Ves esto? —Señala una bola de cristal, humos de colores se mezclan entre sí dentro de ella, está en un podio similar al que descansa nuestro Libro de las Sombras—. Me permite ver lo que necesito saber. —Y funciona de la misma forma, al parecer—. Acércate —indica. El humo comienza a dar vueltas, el color azul absorbiendo los otros. Aparece la silueta idéntica al collar que descansa en mi pecho, debajo hay una sirena. Simulando un salto al cielo nocturno—. ¿Por qué estás aquí? —Intuyo que es una pregunta relacionada a lo que me ha traído a este lugar.

—Hace unos meses emprendí un viaje con mis amigos, asumiendo las pruebas que algo, o alguien, puso en mi camino. Desde entonces, no he querido nada más que superarme. Me encontraba estancada, sin poder avanzar en la hechicería y con miedo a verme obligada a ser parte de la Corte y renunciar al Congreso.

—Ya veo. —Luce pensativo.

—Por mucho tiempo, pensé que algo andaba mal conmigo, todos en mi clase pasaron al siguiente nivel. Los que estaban en clases menores ya están por encima de mí también. Sin embargo, yo no dejé de estudiar, no detuve mis investigaciones, seguí ampliando mis conocimientos. No importaba lo que dijera la roca mágica, no iba a lanzar mis sueños por la borda.

—¿Qué hay de tu lugar en la Corte?

—Aún no he tomado mi decisión.

—Si tuvieras que hacerla ahora, ¿cuál sería? —Lo pienso unos segundos, tomo un largo suspiro. Si mi elección no afectara ambas partes de mi vida, sería fácil.

—No voy a renunciar a la Corte —digo con seguridad.

—Entonces es un no al Congreso. Todo lo que has hecho hasta aquí ha tenido más que ver con hechicería, ¿te das cuenta?

—Lo sé, en ningún momento dije que dejaría de lado el legado que me ha dejado mi madre.

—¿Entonces? Sabes que no puedes ser parte de ambos mundos, si quieres terminar lo que empezaste, debes elegir aquí y ahora.

—Entonces lo siento. —Mi respuesta sin titubeos lo sorprende—. Supongo que aquí acaba todo, no diré que ha sido en vano porque he aprendido mucho y me siento más poderosa que antes, durante esta travesía obtuve de vuelta a mi hermana y conocí al amor de mi vida. Que ahora no haya podido lograr lo que quiero no quiere decir que vaya a rendirme, seguiré intentándolo hasta que logre lo que deseo sin importar cuánto me tome, así tenga que renunciar tanto al Congreso como a la Corte.

—¿Estás diciendo que estás dispuesta a dejar todo atrás y empezar de nuevo?

—Sí. —Ante mi palabra, la bola de cristal se ilumina, desde dentro de ella emerge el trozo de pergamino que me falta, elevándose en el aire y lentamente cayendo en mis manos—. Callar, escuchar, aceptar y ser consciente de lo que te rodea. —No puedo ocultar mi alegría—. ¡Me estabas probando! —acuso, él no luce culpable.

—Te dije que no se habían equivocado contigo, sin embargo, quise comprobarlo por mí mismo.

Conjuro una teletransportación, haciendo aparecer el resto del pergamino que dejé a buen resguardo en un cofre en el sótano de mi casa. Junto las piezas y se unifican, formando un cuadrado perfecto.

—Gracias, Drakon —digo, la alegría que siento ahora mismo me pone inquieta—. Ahora debo descubrir qué sigue, cuál es el próximo paso.

—Eres ansiosa, como tu madre, ella siempre estaba llena de energía. Solía venir con su prima, Cassandra, ya te puedes imaginar el resto.

—Pensé que nuestras razas no se mezclaban.

—Durante los primeros siglos las cosas fueron tensas, hubo batallas incluso. Pero el tiempo pasa y las heridas sanan, las nuevas generaciones no tienen la culpa de lo que hacen sus antepasados.

—Cierto —concuerdo—. ¿Qué es esto exactamente?

Alzo el pergamino, curiosa de la razón detrás de las pruebas.

—Tu pasaje. —Lo miro confundida, él se apresura fuera de la cabaña y no tengo más remedio que seguirlo—. Mírala. —Sus ojos se clavan en el ahora oscuro cielo, ha anochecido, no creí que pasáramos tanto tiempo dentro, ¿acaso aquí son más cortos los días? He pensado todo lo contrario—. Eso que tienes ahí te llevará a ella.

Observo la luna.

—¿Cómo?

—Debes aceptarla, aprender a ser parte de ella, ¿has escuchado hablar de Selene?

—Sí, claro. Es considerada la Diosa de la Luna.

—Tu aventura no es más que el principio, no eres la única que lo ha hecho.

—No entiendo lo que intentas decir.

¿Por qué los antiguos no pueden ir directo al punto? Siempre con sus acertijos y frases elaboradas...

—¿Cuál es el ser más poderoso entre nosotros? —continúa, ajeno a mis cavilaciones.

—Los Dioses, venimos de ellos.

—Están entre nosotros, hay reencarnaciones.

—¿Soy una reencarnación? —inquiero, consternada.

—No —contesta riendo—. Tu madre lo fue. —Oh, vaya, eso sí que es nuevo, pero no me sorprende tanto, después de todo Larynthia fue muy reconocida en sus tiempos—. Eres una oscura.

Recuerdo mi conversación con Arath, había llegado ya a esa conclusión.

—Cuando hablas de la luna —pruebo, pensando en esa noche meses atrás—. No te refieres a ella como un astro. La luna es Selene, ¿cierto? —Voy poco a poco juntando las piezas—. Y todo lo que he hecho hasta ahora, han sido pruebas para ver si en realidad quiero ser parte de otro mundo. —Niego con la cabeza y río, ¿cómo no lo vi venir?—. Mi padre solía contarme una historia, en ella, La Luna era el nombre que le daban a una escuela de magia, pero no era cualquier centro de enseñanza. En La Luna, enseñan a los Dioses a controlar sus poderes y a sacar el máximo provecho de ellos.

—No es una historia inventada. —Roman confirma mis sospechas.

—Entonces, no me gradué porque no soy una bruja, no realmente —murmuro, Kyanna estaba en lo cierto, no hay nada malo en mí—. Por esa razón es que desarrollé mis poderes más rápido que los demás, por eso mis hechizos son más fuertes. Mi nombre nunca aparecerá en esa roca incluso si tengo tanto poder como Cassandra, ¿verdad?

—Cada siglo nace una criatura destinada a convertirse en un Dios o una Diosa. Las cosas cambian dependiendo de sus ambiciones y lo mucho que quieran ser algo más.

—Entonces, ¿soy una Diosa? —Por alguna razón, necesito que lo confirme. Es que no puedo creerlo, en mi mente imagino un ser tan poderoso y, sí, puedo ver a mi madre como una Diosa, ¿pero yo? No soy más que una aprendiz, ¿cómo es posible?

—Sí, Luna Kayde, eres una Diosa.

Estoy a punto de brincar de la emoción, porque esto es lo que necesito para lograr lo que quiero, un Dios es poderoso, es capaz de todo, nada se interpondrá en mi camino. Seré la mejor Reina que haya tenido el Atlántico en siglos, seré la mejor North Kayde que regirá el Congreso en mucho tiempo.

Algo sucede. Se produce un fuerte cambio en el aire. Un ser malvado ha penetrado las salvaguardas de los Dragones, la tensión en el ambiente se vuelve prácticamente palpable. Los Guerreros Dragones están en guardia, mis amigos en alerta.

Sin siquiera dudarlo, voy a su encuentro. Primeromuerta, que permitir que destruya este lugar. La Tierra de los Dragones es unsitio armonioso, puro. Desprovisto de maldad, hasta ahora. No dejaré que sesalga con la suya, no otra vez. 

Diosa de La LunaWhere stories live. Discover now