PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS 4

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CAPÍTULO CUATRO

Las vendas que rodean a Braden son removidas, Luna utiliza su poder mágico para introducir pequeños látigos de agua en la piel maltratada, extrayendo las toxinas que no le permitían sanar como es debido; East Falkrown la guía en cada paso y por mi parte me encargo de hacer explotar una de las burbujas de agua que transportan la sustancia en un cuenco. Lo acerco a mi nariz, definitivamente huele como Alyssandra.

Mi teoría es que el fuego lo quemó de adentro hacia afuera y dejó restos de ceniza que se mantenían contaminando su cuerpo impidiendo una sanación correcta. La pelirroja tiene un poder destructivo, sin duda. Lo extraño es que no lo había mostrado hasta ahora.

Pero bueno, bien sabido es que solo mostramos nuestro verdadero rostro en los peores momentos.

Observo cuidadosamente cómo la ceniza se desvanece, al parecer estar al aire libre la evapora. Pongo en sobre aviso a los hechiceros para que vacíen el cuenco de agua y el veneno se extermine por su cuenta.

—No, debemos analizarla y ver si logramos crear un hechizo que contrarreste su efecto en caso de... —interviene East Falkrown, hace una pausa y me regala una mirada significativa—. De que vuelva a atacar a uno de los nuestros.

Tiene razón. Lyss pudo verse arrepentida luego de actuar, pero si vuelve a responder de la misma manera... Mejor prevenir que lamentar. Asiento en acuerdo y me alivio cuando poco tiempo después Braden abre los ojos, estos se encuentran con los míos y aprieta mi mano a modo de agradecimiento por haberlo sacado de ese lugar oscuro al fondo de su mente.

Pasó por una experiencia desagradable al igual que yo, aunque no se aplicaron los mismos métodos y, sobre todo, no fuimos atacados por la misma persona. Todavía tengo que investigar quién se metió en mi cabeza, debió ser alguien muy poderoso; se me ocurren muy pocas personas capaces y ninguna tiene motivos para desafiarme.

Pero de nuevo, caras vemos, corazones no sabemos.

—Kya... Kyanna —murmura con la voz ronca debido al desuso. Mi hermana se acerca dubitativa, colocándose al lado de Luna y mirando con cierto recelo hacia él; Braden traga en seco y la observa de arriba abajo, como si quisiera asegurarse de que ella se encuentra bien, sus ojos se detienen por más tiempo de lo normal en su vientre cubierto por demasiadas capas de ropa. Por mucho que desee ocultarlo, el palpitar de un corazón diferente al suyo, revela la verdad—. ¿Qué... cuándo? —Se ve confundido y sorprendido.

—Antes... de todo esto —menciona con timidez—. Quería contarte, me enteré cuando estabas en tu mundo y no pude localizarte, lo siento, yo...

Shsh, ven aquí —incita tendiendo su mano. El mago y yo nos alejamos para ofrecer un poco de privacidad. La loba se sienta en el borde del colchón y se cierne sobre él para besar su frente, pero este la rechaza con delicadeza—. No, espera a que terminen, podría ser contagioso —explica Braden.

—Es tarde para la advertencia, te he tocado así que... —se lamenta y frunce el ceño, cayendo de pronto en que no debe velar solo por su salud, sino también por la del pequeño en su vientre—. Dioses, no paro de tomar decisiones estúpidas, ¿verdad? —inquiere alejándose, sus hormonas se alteran y luce acalorada.

—¿Qué quieres decir con eso? —espeta Braden.

—Exactamente lo que piensas —revira mi hermana—. ¿Cómo pudimos ser tan descuidados?

Eh, cálmate, lobita, sé que no lo habíamos planeado, pero...

—No lo comprendes, no estabas aquí. No tienes idea de lo que he pasado en tu ausencia —lo interrumpe, da pasos hacia atrás y sacude la cabeza. Su corazón late atropelladamente y está sudando bajo las capas de tela; es algo común en su clase, sus sentidos y sentimientos se magnifican. El descontrol en sus hormonas provoca bruscos cambios de ánimo y cualquier cosa los pone a la defensiva.

Diosa de La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora