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Corro hacia los heridos y, con ayuda de Solangel, Cassandra y otras brujas de alto rango, los apartamos del desastre sangriento, algunos sanadores vienen a ayudarnos y empiezan el proceso de curación. Vuelvo al centro del salón, donde miembros del Congreso se han reunido; espero órdenes.

—Debemos activar un campo de protección para impedir que sigan llegando —decreta Elianna Argent, por primera vez me fijo en el ligero parecido que tiene a Arianna, también las Hellen comparten rasgos característicos. Solangel y yo poseemos muy pocos, sabemos que estamos emparentadas, aunque nuestros padres sean diferentes. Independientemente de todo, compartimos algún lazo, no será mi hermana, pero llevamos el mismo apellido y si antes teníamos una conexión, puede que ahora podamos reforzarla.

—Solangel, tengo una idea, pero no me escucharán —sostengo; soy aprendiz, ¡demonios! Es por esta clase de situaciones que me lleno de rabia e impotencia, una etiqueta me impide incluso dar sugerencias que podrían salvar vidas—. Debes decirle a South Hellen y a Elianna que una protección común no funcionará. Conozco un hechizo que servirá y mantendrá a toda criatura con malas intenciones a kilómetros de distancia. No puedo hacerlo sola... ayúdame y que las demás sigan el ejemplo.

—¿Estás loca? Jamás intentarán algo que no conocen, tampoco dejarán que dos novatas como tú y yo tomen la responsabilidad de proteger a tantas personas.

—Mira a tu alrededor, ¿se te ocurre algo mejor? Tardarán demasiado en lograr que el campo esté completo, para entonces, habrá demasiados heridos e incluso muertos. —Muerde su labio inferior, sabe que tengo razón, las reglas la hacen dudar.

—Será mejor que estés en lo cierto. —No me detengo a observar si consigue convencer a los altos mandos del Congreso. Debe haber algo que pueda hacer para ayudar mientras tanto; me concentro y formo bolas de fuego azul, las lanzo contra los necrófagos más próximos a mí. No los destruirán, pero los harán más débiles, así los seres de luz podrán encargarse de ellos con rapidez y sin mucho esfuerzo.

—¡Luna! —llama Solangel, corre hacia mí y habla sofocada, sacudiendo de un lado a otro la cabeza—. Dicen que no pueden perder el tiempo.

—Claro —resoplo—. Siempre a lo seguro. No irá bien, son demasiados y el campo no resistirá. No hay muchos de nosotros aquí y será más débil de lo usual.

—¿Qué podemos hacer? —Pienso un instante.

—Es solsticio, ¿no? Eres más poderosa este día, más que cualquier otro.

—La energía se acumula dentro de mí, no ha parado en todo el día, cada año que pasa es más abundante —confirma.

—Podemos hacerlo juntas, tenemos que estar lejos del peligro para que no se interrumpa el hechizo si nos vemos en la obligación de defendernos.

—Puedo ayudar con eso. —Rey aparece de pronto, luce exhausto, puedo decir que ha estado luchando contra las malévolas criaturas.

—Cuenta conmigo también —dice Kya, no me di cuenta de cuándo se acercó; tantas auras en el salón, los heridos, la energía concentrada hace imposible que distinga las auras. Braden es el último en unirse, me siento más tranquila con ellos como apoyo.

—Bien, repite después de mí y funde tu aura con la mía. Sé que no lo hemos hecho antes, pero no es difícil. Imagina dos burbujas rodeándonos, una de color azul y otra de color amarillo, haz que sean una sola y logra una burbuja verde, mientras más intenso sea el color más unidas estamos.

—Lo intentaré, hagámoslo. —Cerramos los ojos, confiando plenamente en los que nos cuidan la espalda. Recito las palabras que memoricé del Libro de las Sombras. Digamos que he estado pasando mucho tiempo en el sótano y no he desperdiciado un segundo, cada cosa que veo la grabo en mi memoria y las almaceno hasta el momento de necesitarlas, como ahora.

Diosa de La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora